Servindi, 3 de diciembre, 2022.- Esta semana nuestro colaborador José Luis Aliaga Pereira nos comparte un relato muy ameno, mezcla de ficción y realidad, sobre el fósil de un caracol que dialoga con su poseedor que lo recogió en el río Marañón.
No deja de ser gracioso que el caracol tenga identidad particular y le hable al autor, como cuando le dice: “Choulo, Choulo”, con ese acento típico de los gringos norteamericanos al referirse a los pobladores andinos.
Sin más preámbulo, demos paso a “El caracol” un relato que lleva la impronta y la peculiar sensibilidad social del autor.
El caracol
Por Jose Luis Aliaga Pereira*
Una semana le costó estar junto a nosotros. Siete días de cielo, río, cerros; frío, viento y calor; noche, luna y fuego. Faltó la lluvia, quizás, ya estaba contemplado y no había necesidad.
Cuando partió a surcar el río Marañón, nos habló de ese viaje como si fuera una broma, algo sencillo, uno más de todos los caminos recorridos en su vida. No fue así, nos contó después: "la paz, la tranquilidad no era interrumpida, como se podría pensar, por el rugir de sus llamados "rápidos"; muy por el contrario, al segundo día, acostumbrados ya, la voz del río llegaba a los botes y a nosotros como energía. Ver, bajar sus aguas peinandose, ¡crespas!, ¡burbujeantes!, unas más grandes que otras, nos embrujaba".
"En la orilla de uno de esos aparentes vaivenes, encontré este pedacito de caracol —nos cuenta tomando el caracol entre sus dedos y agrega—: "Bajé del bote y allí estaba, como esperándome".
"Sorpresivo viaje —confiesa, emocionado—. Siempre quise tener uno. Sin buscarlo, durante la semana, lo encontré. ¿Saben? —nos dice, sonriente—. Los sueños son diferentes cuando, uno de estos —nos muestra, otra vez, el pequeño caracol de piedra— acompaña tus pasos. Antes dejaba que mis sueños naveguen, vuelen, caminen mientras yo dormía. Ahora no. Ahora me sobrepongo a todo, intervengo. En aquellos días, por ejemplo, soñé que el caracol me sonreía. Entonces, me dije, si él sonríe sin poder articular palabra, ¿por qué no le hablo y le pregunto lo que quiero?: — Caracol, ¿dime por qué hay gente que desea tu desgracia, la desgracias de nuestros Apus, de nuestro río, de todos? El caracol, sorprendido, me contestó: — Choulo, Choulo, no te preocupes; ess responsabilidad es mía —la palabra Choulo lo pronunció como hacen los gringos norteamericanos al referirse a nosotros—. Choulo, choulo, eso déjamelo a mí. Un día los verás irse avergonzados, como lo hizo el demonio del paraíso, con su rabo por entre las piernas. Eso me dijo y yo le creo. Los asesinos de los ríos, de los valles, de los Apus, tienen los días contados. Huirán, sin tener a donde ir".
— ¿Eso te dijo el caracol? —le preguntamos.
— Sí, eso y mucho más. Es increíble la energía que transmite. Es el hermano menor del río, uno de sus intérpretes que llega a nosotros, a veces, en sueños, otras, directo, en fortaleza. ¿Cuánto tiempo tuvo que pasar para que otras manos, ¡mis manos!, lo toquen? —nos enseña, de nuevo, el caracol; pero, esta vez, alzándolo como un a un bebé —. ¡Para fosilizarse duró más de cinco mil años! Cuando lo encontré así de repente, es como si me hubiera dicho: ¡Aqui estoy, llévame contigo!
Cuando llegó, el peso de su ropa no era el de siempre; al lavarla, llenó la batea de agua con arena de río; esa noche, como nunca, soñamos con el inmenso Marañón, acariciando la esperanza de conocerlo y algún defenderlo siempre.
Hoy, el caracol, acompaña la cabecera de su cama recargando su espíritu, ¡fortaleciéndolo!
En la cabecera de la cama, entre libros y remedios caseros, se encuentra el caracol traído desde el Marañón.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendin, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendín, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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