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La casa de los shapingos, por José Luis Aliaga Pereira

Amapolas

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...

Por José Luis Aliaga Pereira*

— No te metas con los diablos, tú sabes que ellos no son de este mundo —afirmó el profesor Gregorio Malca en la reunión de emergencia a la que había llamado el pueblo.

— ¿Qué quiere uste', profesor, que todas nuestras mujeres, solo por pasar por ahí, lleguen con la boca torcida? están sucediendo cosas raras en nuestra comunidad, ¿no se da cuenta?

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— Yo he sido Juez de Paz y no son mentiras lo que le estoy contando —don Belermino me habla con la cara sería. Nunca lo había visto igual, siempre pensé que era un hombre bromista. Quizás por ello lo supuse poco serio.

— ¿Y qué tiene que ver que usted haya sido Juez de Paz con lo que me va a contar y con las mentiras?

Don Belermino, antes de responder esta pregunta, hizo como si me estuviera mirando. Dirigió sus ojos, instintivamente, al lugar donde me encontraba, luego, calculando, los direccionó, como empujándolos, hasta mi rostro. Yo sabía que desde hacía muchos años no podía ver, pero él abría los ojos, y hacia como si estuviera mirándome; quería que entendiera que lo podía hacer, y, por lo tanto, debería tomar en cuenta sus palabras.

— Antiguamente —me explicó—, la población elegía al mejor hombre para que lo represente como autoridad y, por si acaso, trabajábamos gratis—. Durante todo el tiempo que fui juez a nadie hice daño para que me incriminen. Si alguien te acusaba de algo tenía que hacerlo con pruebas, con testigos que hayan visto el delito cometido. Aprendí el Código de Procedimientos Civiles y Criminales. Tengo solo segundo y tercero de primaria. ¡Fuuueee!, a mí pue' me ha gustau la lectura ¡fuuuuu... desde chibolo, desde el primer día que me fui a la escuela...! Yo solamente con mirar la pizarra, comprendía todo ... Mis compañeros: ¡A, b, c, ch, d! —gritaban—. ¡Una bullasa! ¡Cállese!, les decía. Así de fácil, aprendí el abecedario.

—¿Que recuerda usted de las funciones del Juez de Paz? ¿Qué hacía cuando ejercía ese cargo?

— El levantamiento de cadáveres me chocó, es muy fuerte y lo hice sin asesor. Tenía que hacer los documentos yo mismo. El código no está pa' copiar. Es solo un encabezamiento. Para realizar un levantamiento de cadáver tienes que buscar un perito que sepa de leyes, juramentarlo y, solo después, trabajar.

El primer cadáver que levanté fue el de Donato Castañeda. Los policías que acompañan esta clase de situaciones, como siempre, solo están pa' obedecer. Sufrimos mucho pa' encontrar el cadáver de Donato. Lo habia llevau el rio y lo hallamos changau sobre un palo. Era invierno. Tenías que anotar en qué posición se encontraba: de dudosa, de costado, de espalda, de barriga; de lado izquierdo o derecho; si tenía contusiones o tenía lesiones y en qué parte del cuerpo. Todo tenías que anotar. Eso ha sido como pa' conocer el cuerpo humano, sus partes... ¿qué encontramos en su bolsillo? Una antarita, nada más, una antarita. ¿Cómo estaba vestido? De llanques, de zapatos, de zapatillas... tienes que ser exacto en todo. ¿Qué calidad de ropa? Uuuu... Ufff... Yayay... Se había caído pue'. Después pa' ser el sumario y mándalo al Juez Instructor, una noche enterita con escribano y todo... pa' su diablo. El otro cadáver, Alfonso Cotrina Ramírez, estaba bailando pa' la fiesta de San Juan, caserío el Calvario. Bailando, cantando, yo tuavia mi acuerdo la canción:

"Este año es tiempo de los maizales / pa' que se aloquen las chinas / por humas y por tamales".

Yo venía a mi casa, cuando llegando: ya se rodó, ya se rodó! gritaron. Se sacó la chompa, se envolvió la cabeza y se tiró por la peña. ¡Qué peñón! ¡Líos con su mujer! A ese luencontramos hecho polvo. Nuabia qué investigar. Tuel mundo luabía visto cuando se tiró del cerro. ¡Nunca lo olvidaré! Desde ahí estudiaba más y más pa' ser mejor autoridad; pero llegaron los demonios, ¡carajo!, y lo cambiaron todo. Ahora no sabemos qué hacer.

— Te cuento desde el comienzo —me dijo medio acomodándose —. En La Paccha hay un centro poblado que se llama Huangamarquilla; para llegar pasamos por un río (Llaucan—Corellama) que viene de Bambamarca. Por ese río hay un puente por el que también nos vamos a Chota, a Santa Clara, a Tacabamba, etc. A dos o tres horas, bien jalau, de Huangamarquilla hay una peña que la llaman El Pabellón; aquí vivían los diablos, los shapingos. Era un palacio de los demonios.

En aquel tiempo de grandes cosechas, de trueques, de unión comunal, de autoridades voluntarias que trabajaban con el ejemplo y demás virtudes, comenzó a dominar el espíritu de satanás, si es que tiene espíritu; tanto así que las mujeres que pasaban por ese lugar regresaban a la ciudad con la boca torcida, aunque llegaban contentas, diferentes; decían que eso era porque el diablo las había besado a la mala.

La población, preocupada, luego de su reunión, decidieron ir a Chota a consultar con el cura que también, en esa época, era un hombre de bien. El cura, del que no recuerdo su nombre, nos dijo que para el tres de mayo construyamos un calvario de madera bien grande, a lo que alcanzaba la madera. Así lo hicimos. El cura llegó para esa fecha y luego de colocar la cruz junto con los pobladores, le dio la bendición de dios, y eso bastó para que los diablos comenzaran a salir asustados al ver tan inmensa cruz y a la gente organizada. Eran tanta la cantidad de shapingos y shapingas que allí vivían que demoraron un mes entero en salir. Se iban en mulas y machos bien aperaus. Sooo, sooo, sooo... Avanzaban riéndose como locos. Río río nomá se fueron. Ya habían escogido otro lugar que se llamaba Atunhuerta. La gente cuenta que allí se encuentran hasta aurita y que ahora son más que antes. Las personas que trabajan allí dicen que ven a gente conocida del pueblo como el profesor que mucho los defiende y que se llama Gregorio Malca que para paseándose, riéndose de arriba abajo junto a un grupo de shapingos, fumando cigarro en cachimba que son unos tubitos de hueso o de madera. Vive allí también otro profesor, el señor David Delgado; ambos muy buenos profesores que, en Chota, enseñaban hasta a los curas.

Después de un tiempo —prosigue su relato don Belermino—, mi tío Gabino Gaona, se fue a ver qué dejaron los demonios en su antiguo local. Hasta cierto lugar lo acompañé y soy testigo de la existencia de tres puertas grandes y una pampa verde que son la entrada a un pueblo que hasta ahora existe. Don Gabino Gaona encontró una silla de tumbaga y un sillón y dos barretas de oro. Mi tío Gabino Gaona, hace poco murió dejando a sus hijos y nietos con mucho dinero.

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— Díganos la verdad profesor, qué es lo que pasa en esa casa de piedra? Estás frente a alguien que fue Juez de Paz, no me puedes engañar; además, toda nuestra comunidad, a quien debes respeto, te escucha.

— ¿Es que no se dan cuenta que se trata de un laboratorio en el que procesan amapola y a la vez minería ilegal?

— Ustedes lo han escuchado, no nos queda más que intervenir.

 

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* José Luis Aliaga Pereira es comunicador y escritor cajamarquino. Es autor del libro “Grama Arisca, cuentos, relatos y anécdotas” y el cuento largo “El milagroso Taita Ishico”. Próximamente publicará "El cazador de viudas frescas y otros cuentos".

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