Las comunidades nativas peruanas requieren una articulación con instancias de su gobierno, de su país; sin embargo, las organizaciones no gubernamentales suplen esa carencia sirviéndoles de aliados en atención a su interculturalidad y preocupaciones ambientalistas.
La frontera no sólo delimita el territorio sobre el que un Estado ejerce su soberanía, como realidad humana demarca y configura las identidades, los procesos culturales, las dinámicas políticas, económicas y la cotidianidad enmarcadas en una vida propia que requiere la urgente atención de sus autoridades. La heterogeneidad existente en estos ámbitos territoriales requieren de un desarrollo social, infraestructura, crecimiento económico y políticas públicas. En tanto, hay que señalar que su complejidad no la hace conflictiva sino el hecho de no sentirse identificado y desatendido la hace caldo de cultivo de grupos antisociales. La ausencia o deformada presencia del Estado en las zonas fronterizas ha sido cubierta por organizaciones no gubernamentales no necesariamente del país sino del extranjero. Cabe señalar, que la ausencia es desinstitucionalizadora no habiendo canales de comunicación que recojan y atiendan a las poblaciones indígenas que adquieren muchas veces una cultura que no es propia del país que habitan, sino que lo foráneo traspasa dicha frontera.
Y es que ese “vacío” o deformación gubernamental -siempre reiterativo-, es causa, y se convierte también en efecto, de que estas zonas sean tomadas por actividades ilegales a lo largo de los años.
La deficitaria gobernabilidad sobre estas zonas tiene una alta vulnerabilidad quizás de acontecimientos que con el paso de los años no podamos rescatar y queden inevitablemente absorbidas por una cultura transfronteriza.
Las comunidades nativas peruanas requieren una articulación con instancias de su gobierno, de su país; sin embargo, las organizaciones no gubernamentales suplen esa carencia sirviéndoles de aliados en atención a su interculturalidad y preocupaciones ambientalistas.
La frontera no sólo delimita el territorio sobre el que un Estado ejerce su soberanía, como realidad humana demarca y configura las identidades, los procesos culturales, las dinámicas políticas, económicas y la cotidianidad enmarcadas en una vida propia que requiere la urgente atención de sus autoridades. La heterogeneidad existente en estos ámbitos territoriales requieren de un desarrollo social, infraestructura, crecimiento económico y políticas públicas. En tanto, hay que señalar que su complejidad no la hace conflictiva sino el hecho de no sentirse identificado y desatendido la hace caldo de cultivo de grupos antisociales. La ausencia o deformada presencia del Estado en las zonas fronterizas ha sido cubierta por organizaciones no gubernamentales no necesariamente del país sino del extranjero. Cabe señalar, que la ausencia es desinstitucionalizadora no habiendo canales de comunicación que recojan y atiendan a las poblaciones indígenas que adquieren muchas veces una cultura que no es propia del país que habitan, sino que lo foráneo traspasa dicha frontera.
Y es que ese “vacío” o deformación gubernamental -siempre reiterativo-, es causa, y se convierte también en efecto, de que estas zonas sean tomadas por actividades ilegales a lo largo de los años.
La deficitaria gobernabilidad sobre estas zonas tiene una alta vulnerabilidad quizás de acontecimientos que con el paso de los años no podamos rescatar y queden inevitablemente absorbidas por una cultura transfronteriza.