Por Gisella Evangelisti*
05 de Julio, 2011.- Todo comenzó cuando un actor islandés, Hordur Torfason, de unos sesenta años, se plantó en octubre del 2008 frente al parlamento de la capital Rejikiavik, unas horas cada día, preguntando a la gente qué opinaba se debía hacer para enfrentar la más grave crisis financiera de la historia del pequeño país.
Por supuesto, en los periódicos se leían análisis de economistas y políticos, pero él no quería quedarse con sus fríos datos, sino día tras día, tozudamente, dejaba que se expresaran sobre las crisis la gente de a pie, amas de casa, gasfiteros, técnicos informáticos, maestros, pescadores.
¿Qué había pasado en esta isla de hielos y rocas volcánicas, situada en medio del Atlántico, al hilo del Circulo Polar Artico, donde sus 320mil habitantes hasta hace poco podían disfrutar de una gran calidad de vida? Al parecer, sucedió que los tres bancos del país creyeron poderse transformar en magos de las finanzas, lanzándose a una desbocada carrera especulativa. Crearon riqueza virtual, acumularon ganancias, difundieron entre los ciudadanos el uso de tarjetas de crédito e hipotecas más allá de sus reales posibilidad de pago, pero cuando algunos grandes deudores no pudieron cancelar sus deudas, el castillo virtual comenzó a desmoronarse, los bancos quebraron, el caño de los préstamos fue cerrado, las empresas no tuvieron como seguir en sus actividades y el invierno polar llegó, más frío que nunca, trayendo desempleo y desesperanza.
Islandia ha vivido en pequeña escala el drama que están sufriendo Estados Unidos y Europa a raíz de la crisis financiera desatada por unos os bancos norteamericanos en 2008, y que ha acarreado desempleo para 50 millones de personas y el estancamiento de sus economías.
Para salvar los bancos en quiebra, los estados han sacado desde sus arcas (ergo del dinero de los contribuyentes) cifras pares al 25% del PBI, según estimas del FMI; sin embargo el sector financiero no ha sido todavía reglamentado para impedir futuras crisis, al contrario en el equipo de gobierno de Obama han entrado ex ejecutivos de los mismos bancos que provocaron la crisis, así que muy difícilmente vendrán de allí los cambios necesarios para controlar la irresponsabilidad del sistema financiero.
Las recetas del FMI
Frente a los países altamente endeudados de la euro zona, como Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España, los funcionarios del FMI presentan solecitos las conocidas recetas para sanar los déficits estatales: privatizar el sector público, reducir los gastos sociales en salud y educación, desregular el trabajo, elevar la edad de la jubilación. Esto quiere decir que toda la carga del pago de la deuda recae sobre las espaldas de los ciudadanos de a pie, socavando la esencia misma de la identidad europea, construida después de la segunda guerra mundial y la caída de los regímenes nazi fascistas, sobre la base de la solidaridad social, y del reconocimiento de iguales derechos para todos los ciudadanos a la educación, la salud, la justicia.
Gracias a los recortes en los servicios públicos, ahora se deberán pagar más los análisis y las visitas médicas, en las escuelas los padres deberán comprar el papel higiénico y los niños con problemas se quedarán sin el soporte de los profesores especializados. Los jóvenes están pasando años buscando trabajo, y cuando lo encuentran deben contentarse con empleos mal pagados y precarios. La generación de jóvenes que ha tenido acceso a una buena educación y cuenta con masters y doctorados, ve ahora frustrados sus planes de futuro, enfrentándose por ejemplo en Italia a una tasa de desempleo del 29% y del 45% en España. El trabajador debe renunciar a sus derechos laborales pacientemente adquiridos en décadas de lucha, para el “bien de la economía”, aun cuando en países como la China, donde la economía ha crecido de forma espectacular gracias a los bajos salarios de sus disciplinados trabajadores, se han desatado millares de conflictos sociales con demandas de mejores condiciones de vida. “Se alquilan esclavos”, recita un polémico lema en una manifestación española.
Mientras crece el malestar social, los partidos de izquierda parecen bloqueados por alguna hada maléfica y no saben entusiasmar la gente alrededor de programas alternativos. Resulta que después de la caída del muro de Berlín juntos con los autoritarios regímenes del socialismo real en la Europa del Este, el capitalismo ha pasado a ser considerado el único sistema capaz de traer bienestar colectivo, mientras el auge de las finanzas ha puesto en segundo plano la creación de riqueza productiva. No de casualidad en Italia, en 94 ha ganado las elecciones Silvio Berlusconi, un hombre de negocios que afirma haber creado su patrimonio de la nada, y se pone como modelo de éxito empresarial, fundando el partido del Pueblo de la Libertad (de los vínculos que impone el estado). Su gobierno legitima declarar el falso en los presupuesto de las empresas, y condona el pago de impuestos a los vivarachos de siempre. Mientras se infla el déficit del estado y la economía se estanca por la crisis mundial, poco a poco los italianos comienzan a darse cuenta que el exitoso empresario, vuelto uno de los hombres más ricos del mundo, (que sin embargo no se averguenza de usar aviones de estado para llevar animadores a sus fiestas en Cerdeña), se ha dedicado a la política para evitar, gracias a la inmunidad parlamentaria, al menos 16 juicios. Entre sus turbios negocios, hay la adquisición fraudulenta de mass media y espacios tv, que se han vuelto tribuna de sus constantes comicios, hasta un reciente escándalo sexual con prostitutas menores de edad. Ahora solo uno sobre cuatro italianos aprueba su actuación, según recientes sondeos. Las plazas del Bel País se han llenado de millones de ciudadanos y ciudadanas que piden sus dimisiones, y ha sido realizado con éxito, a pesar del boicoteo gobernativo, un referéndum contra la construcción de centrales nucleares, la privatización del agua y la impunidad para el premier.
Por otro lado, en toda Europa los partidos de derecha aprovechan la inquietud de la gente frente al aumento de la inseguridad en las calles, para cargar contra los inmigrantes, viéndolos como causa y no como unas victimas más de la crisis. Y lamentablemente, crece la xenofobia, en muchos estados como Austria o Dinamarca, que decide renunciar a la libertad de circulación en Europa y cerrar sus fronteras. En Italia, el verde mar Mediterraneo se vuelve tumba de millares de inmigrantes africanos que naufragan antes de llegar a las puertas del “desarrollo” o son expulsados para que regresen a sus países, aun cuando tendrían derecho a asilo político, contraviniendo los principios de acogida vigentes en la Unión Europea.
La receta islandesa
Mientras tanto, frente al Parlamento islandés, día tras día, mes tras mes, el tenaz actor pregunta a la gente: “¿Es cierto que la receta del FMI, que atribuye a cada ciudadano islandés una deuda de 50mil euro, a pagarse en unos años, es la única salida posible a la crisis de la deuda provocada por los bancos?” La gente responde al comienzo incierta, y después cada vez más decidida: “No y no. ¡Que la crisis la paguen sus responsables!”
Así, en un referéndum, los ciudadanos de Islandia confirman su negativa a aceptar la receta del FMI. El primer ministro va a parar a la cárcel, mientras varios banqueros dejan el país buscando exilios dorados. Pero el movimiento ciudadano no violento que se ha formado a raíz de la crisis decide ir más allá y para prevenir otros abusos de los bancos, se embarca en la tarea de reformar la misma constitución. Quieren una democracia real, donde los ciudadanos no se limiten a votar cada cuatro o cinco años alguien que toma impunemente decisiones arbitrarias, sino donde deben opinar sobre los asuntos que los afecten. Por eso viene elegido un comité de 25 personas, (no políticos profesionales) que trabajan una propuesta de la nueva Carta Magna, mientras acogen más de 2000 sugerencias de los ciudadanos vía internet. Al final, la propuesta de la nueva constitución deberá ser aprobada por toda la ciudadanía con un referéndum.
La crisis española
También España ha tenido que despertar de su sueño de riqueza. En 2007, el presidente Zapatero afirmaba con optimismo que pronto España hubiera superado en rentas per cápita Alemania o Italia, pero mientras la selección española y el Barca coleccionaban un triunfo tras otro, el país se hundía en una grave crisis, pagando los excesos de un par de décadas de impetuoso crecimiento económico, cuando se creyó que la riqueza pudiera venir de la burbuja inmobiliaria (que atrajo a muchísimo inmigrantes), de la construcción de obras públicas faraónicas, (a veces inútiles), y del endeudamiento indiscriminado de las familias vía hipotecas, en vez que de la mejora del sector productivo. También España ha vivido más arriba de sus posibilidades, y al pincharse la burbuja ha tenido un amargo despertar, encontrándose con casi cinco millones de desempleados (en una población de 35 millones de habitantes), de los cuales 1,1 son los inmigrantes. Si a esto se agrega la creciente desconfianza hacia los políticos, por mentir a sus conciudadanos, aumentarse los sueldos aún en épocas de crisis, o forrarse con las comisiones de contratos públicos, no es de extrañar entonces como un buen día, (el 15 de mayo) unas importantes plazas del país se hayan llenado de carpas de jóvenes “SIN” (sin trabajo ni futuro) que se quedan hasta la noche discutiendo animadamente como cambiar de raíz una sociedad enfermiza.
El movimiento de los Indignados
En la plaza del Sol en Madrid, en la plaza Catalunya en Barcelona, la acampada crece día tras día, siguiendo el ejemplo de la plaza Tahrir en el Cairo, donde una revuelta popular durada un mes había llevado en febrero a la caída del gobierno autoritario de Mubarak. Las carpas se multiplican, llegan más y más jóvenes, cargados de sillas, computadoras, colchones. Se arman cocinas que distribuyen gratuitamente platos de paellas gracias a donaciones espontáneas. En la plaza Catalunya se monta un jardín infantil, una biblioteca popular, una sala de meditación, una de masajes para aliviar el stress. Se forman comisiones que discuten sobre los temas más acuciantes, la casa, el trabajo, la salud. El 22 de mayo son 702 las plazas de España ocupadas por jóvenes que hablan con la gente, dejan expresarse a desahuciados (muchos han perdido su casa por haberse quedado sin trabajo, y encima deberían seguir pagando la hipoteca, según una absurda regla bancaria), a desempleados, jubilados, inmigrantes. Las propuestas surgidas en las comisiones confluyen en ordenadísimas asambleas de hasta 2000 personas, donde nadie levanta la voz y todos se expresan y se escuchan con paciencia. Un mar de manos levantadas y vibrantes significa que se aprueba la propuesta, manos cruzadas dicen no. Primera regla, la no violencia, respetada hasta cuando llega una primera vez la policía tratando de desalojarlos y produciendo varios heridos. Otra importante regla, la rotación de los cargos, para no crear líderes.
Las encuestas evidencian que la mayoría silenciosa de la población española aprueba el movimiento de los Indignados, que recogen y dan voz a un malestar difundido. Acuden a las plazas para dar sus aportes varios expertos, y llegan a felicitar a los jóvenes, entre otros, Eduardo Galeano, y desde los hielos de Islandia, el mismo Hordur Torfason.
Estas las principales propuestas
Lucha a la corrupción y al fraude fiscal: transparencia en las cuentas y contratos públicos; los delitos de corrupción no pueden prescribirse.
Trabajo: que las grandes empresas no puedan hacer despidos colectivos mientras tengan beneficios; si no hay trabajo para todos, disminuir los horarios de trabajo en los empleos para que más personas puedan trabajar (medidas que se aplican por ejemplo en Holanda).
Casa: los que se han hipotecado para comprar una casa y se quedan sin trabajo, puedan cancelar la hipoteca devolviendo la casa. Expropio de las viviendas construidas con fines especulativos para darlas en alquiler protegido a los jóvenes.
Clase política: disminución del número de políticos y de sus sueldos, abolición del senado (como en varios países del norte de Europa) Salida de las guerras de Afganistán y Libia. Con solo algunas de estas medidas se vuelve innecesaria la elevación de la edad de jubilación, y el recorte en los servicios públicos.
Bancos: devolución al estado de parte de los bancos del dinero recibido para salvarlos; nacionalización de los bancos en quiebra (medida que tomó hasta Reagan), creación de banca pública al lado de la privada. A nivel internacional, abolición de los paraísos fiscales, e impuestos sobre las transacciones internacionales para resolver problemas desde siempre desatendidos como el hambre o la malaria. Fortalecimiento del banco ético, con transparencia de cuentas y financiamiento de proyectos sociales, en vez que de la venta de armas, en la que están implicados los tres principales bancos españoles.
En una reciente junta de accionistas del banco Santander se ha levantado un accionista de mediana edad acusando (respetuosamente) al sistema bancario de ser responsable del desempleo de su hija, así como de otros millones de jóvenes. “Siga el orden del día”, ha rebatido secamente el presidente del Santader, el señor Botín, indagado por un enorme fraude fiscal. “Es éste nuestro orden del día, son éstos nuestros problemas”, ha respondido el accionista. “No somos antisistema, es el sistema contra nosotros. Queremos una economía para la gente, no la gente para la economía. ¿Pedimos demasiado?”
Llueve a cantaros una de las últimas noches de la acampada, en plaza Catalunya. Bajo la lluvia, Javier, un inmigrante mexicano, pide que el movimiento no se estanque. “¡Todos somos uno! Somos uno, porque en una América Latina donde el aumento de los precios de las materias primas ha traído un gran crecimiento en el PBI, la desigualdad social persiste, la contaminación ambiental es devastadora. Pedimos también nosotros una democracia real, ser consultados y participar en un modelo de desarrollo más humano. Pedimos un “buen vivir”, al Norte como al Sur del mundo.”
Hace pocos días, se han retirado las acampadas en la Plaza Catalunya y la Plaza del Sol . “Han desalojado la plaza, pero no nuestros sueños”, se lee en un afiche. De hecho, hay un antes y un después del 15 de mayo: la gente ha perdido el miedo a expresarse, a hacer propuestas, y el movimiento ciudadano sigue en los barrios y en las redes sociales. Los políticos admiten que algunas propuestas, quizás, podrían ser examinadas. Pero todos saben que el camino hacia el “buen vivir”, o la democracia real, es una lenta y tenaz conquista.
----
* Guisella Evangelisti es escritora y antropóloga italiana, autora de la novela “Mariposas Rojas”.
Añadir nuevo comentario