Por Juan Manuel Villasuso
Tres cosas podemos afirmar sobre el agua: (1) es un bien cada vez más escaso porque el consumo crece y solo un pequeño porcentaje puede utilizarse para satisfacer las necesidades humanas, (2) hay zonas del mundo donde la contaminación, la salinización, la carencia de fuentes hídricas y las sequías hacen padecer a millones de personas, y (3) la competencia por usos alternativos (necesidades vitales o regar jardines y campos de golf) aumenta de manera acelerada entre consumidores pobres y ricos.
Esta realidad se refleja en la forma en que el agua es asignada por el mercado. Si la oferta de agua se va reduciendo y crece la demanda de quienes pueden pagar precios más elevados, las leyes del mercado actúan en beneficio de estos consumidores de mayores ingresos, sin importar cuan importante y esencial sea para los otros seres humanos.
Así funciona el mercado. Así son las leyes de la oferta y la demanda. Los "votos monetarios", a que hace referencia el economista Paul Samuelson, y no las necesidades de las personas, son los que deciden quienes pueden adquirir en el mercado y quienes quedan excluidos.
El agua se está mercantilizando cada vez más. Se ha ido convirtiendo en un producto que se transa en el mercado y en un negocio que genera millones de dólares de ganancias. Si bien la mayoría de las fuentes de agua en el mundo aún están bajo el dominio público, múltiples contratos de concesión para extraerla, distribuirla, purificarla y embotellarla están instrumentalizando su privatización.
El Banco Mundial ha defendido la tesis de que la forma de aumentar la disponibilidad del agua es tratándola como un producto más del suelo y del subsuelo, que como el cobre, el hierro o el petróleo, debe ser explorado y desarrollado por capitales privados que tengan el aliciente de la ganancia para animarse a invertir.
Pero como la condición para que el capital invierta en actividades nuevas es que no existan obstáculos para apropiarse también de las explotaciones existentes, el Banco Mundial también apoya la privatización de las empresas de servicio de agua que actualmente están en operación, sean nacionales, municipales o comunales.
Andrés Barreda y Tony Clarke han enumerado cinco mecanismos utilizados para la privatización del agua en el mundo.
- Privatización de territorios y regiones. Las empresas que comercian con el agua pretenden la privatización de territorios y biorregiones para garantizarse el uso monopólico del recurso.
- Privatización por desviación de aguas. La construcción de represas y recanalización de ríos para abastecer zonas de alto consumo, privando del recurso a poblaciones y causando daños irreparables sociales y ecológicos.
- Privatización de servicios municipales de agua. A través de concesiones y contratos, sustentados en nuevas leyes, adquieren redes de distribución y plantas purificadoras, fijando condiciones de acceso y tarifas más elevadas a la población.
- Privatización por el embotellamiento de agua. En la mayoría de los países no existe legislación apropiada para el control de la extracción del agua para ser embotellada y se subsidia con tasas ridículamente reducidas la explotación de fuentes de agua que son patrimonio de la colectividad.
- Monopolio de las tecnologías. A través de control monopólico de licencias y patentes, las empresas privadas se convierten en las únicas autorizadas para extraer el agua o para purificarla conforme a normas legales de su conveniencia.
Así, la privatización del agua avanza a paso lento pero sin pausa.
----
Fuente: ALAI; http://alainet.org/active/26054
Añadir nuevo comentario