Entre las muchas tradiciones del país del sol naciente que se instalaron en el Perú también destacan los juegos de mesa como el shogi, una variante oriental del ajedrez que está ganando más seguidores peruanos en busca de otra alternativa para desarrollar la inteligencia y la concentración
Por Arnol Piedra*
20 de diciembre, 2018.- Un salón del Centro Cultural Peruano Japonés se ha convertido en el principal recinto de la práctica del shogi en Lima. Cada fin de semana aficionados de todas las edades se reúnen para aprender y disfrutar este juego de mesa. Se parece al ajedrez, pero tiene 81 casilleros (nueve por nueve) color crema y 40 piezas de madera, planas y pentagonales. Cada pieza tiene encima un kanji o ideograma japonés en negro que indica de cuál pieza se trata. El objetivo es el mismo: dar jaque mate al rey.
Aquella tarde de sábado se realiza el torneo anual “Asociación Peruano Japonesa”, el cual cuenta con doce participantes que se enfrentarán en duelos mentales de media hora. Ellos van llegando de a pocos y quienes llegan temprano beben gaseosas y repasan las reglas del juego mientras dura la espera. Carlos Gálvez, secretario de la Asociación Peruana de Igo-Shogi, escribe los nombres de los participantes en la pizarra, ordena los partidos y explica a todos la mecánica del torneo. Quien gane las cuatro rondas será el campeón.
“Invoquen a sus amigos a practicar el shogi. Eso nos va a permitir desarrollar el espíritu y la mente”, expresó Víctor Shiroma, director de Deportes de la Asociación Peruano Japonesa, para motivar a los participantes y al público espectador. Tras unos aplausos eufóricos, se oyen sucesivos toques de madera que indican que la competencia ha iniciado.
Memorizando kanjis
En una mesa cerca a la ventana se reúnen los espectadores para conocer en qué consiste el "ajedrez japonés" y entender cómo funcionan sus misteriosas fichas con trazos orientales. Daisuke Tomaru, un aficionado japonés que lleva diez años en el Perú, se encarga de impartir la clase introductoria. Su pasatiempo es difundir el shogi, además de cumplir la función de árbitro durante el torneo.
El shogi se caracteriza por sus piezas planas de madera con kanjis en su cara superior. Foto: Centro Cultural Peruano Japonés.
Tomaru explica que el antiguo juego indio llamado chaturanga se convirtió en el ajedrez moderno cuando llegó a Europa, mientras que en Asia derivó en otros juegos de estrategia como el xiangqi chino, el janggi coreano, el makruk tailandés y el shogi japonés. Por lo tanto, el ajedrez y el shogi son primos lejanos que comparten similitudes entre sus piezas y movimientos.
"¿Alguien sabe cómo se llama a esta pieza?", pregunta Tomaru a sus alumnos temporales. Ante el vacío de respuestas, aclara que si en el ajedrez hay 16 piezas por jugador, en el shogi hay 20: un rey, dos generales de oro, dos generales de plata, dos caballos, dos lanceros, un alfil, una torre y nueve peones. A diferencia del ajedrez, no existe la figura de la reina todopoderosa.
Además, hay un par de reglas peculiares. Mientras que en el ajedrez, la promoción se produce solo cuando cuando el peón llega al final del tablero, en el shogi casi todas las piezas se coronan al llegar a la séptima fila, con lo cual adquieren movimientos adicionales. Solo hay que invertir la pieza que se desea promocionar, ya que en la cara reversa hay un kanji rojo que indica el nuevo valor. Otro detalle llamativo es que en el shogi se pueden utilizar a favor las piezas rivales capturadas.
Lo más difícil para los aprendices es memorizar los "complejos" kanjis de las piezas. Es la única manera de identificarlas al no existir las estatuillas o figuras explícitas del ajedrez. Ambos bandos de fichas también son idénticos entre sí y carecen de la distinción blanco-negro que hay en el ajedrez. En este caso, se distingue las piezas de los participantes según la orientación de su extremo agudo hacia el campo contrario. Esto exige memorizar también los kanjis al revés para reconocer qué pieza movió el adversario.
Las fichas de ambos bandos son iguales y solo se distinguen por la orientación de su extremo agudo. Foto: Centro Cultural Peruano Japonés.
Beneficiando la mente
Sin embargo, para Alberto Kohatsu, presidente de la Asociación Peruana de Igo-Shogi, la memoria solo es una etapa del aprendizaje. “Una cosa es usar la memoria y otra cosa es usar la inteligencia. Recordar es fácil, pero más importante es saber utilizar los conceptos”, sentencia.
Para Ricardo Miyashiro, un ingeniero y asiduo visitante del club, existen tres claves para dominar este deporte ciencia. “La primera es estudiar las partidas de otros jugadores, la segunda es resolver ejercicios de shogi; y la tercera es jugar, jugar y jugar”, comenta entusiasmado tras salir campeón del torneo al final de la tarde.
Como todo deporte ciencia, el shogi ayuda a desarrollar la memoria y la concentración. Esa es otra similitud con el ajedrez. “Nos abre también el panorama, nos permite ser pacientes y desarrollar nuestra capacidad de resolver problemas, lo cual podemos aplicar a nuestra vida diaria”, comenta Carlos Gálvez a los nuevos aprendices.
Por otro lado, Alberto Kohatsu opina que el shogi ayuda a liberar a las mentes soñadoras y que estas no terminen encapsuladas. “Cuando tienes muchos sueños e ilusiones atrapadas, después de una partida ya te sientes liberado. A veces te ilusionas con las cosas y al no poder hacerlas te frustras, entonces el shogi también sirve para liberarte de dichas frustraciones”, concluye.
Los doce jugadores se enfrentan en el torneo mientras un grupo de espectadores presencia una clase en la mesa de atrás. Foto: Centro Cultural Peruano Japonés.
Difusión y tecnología
El shogi, al igual que su primo occidental, también ha entrado en el terreno de la inteligencia artificial. Si en el ajedrez se creó una computadora llamada “Deep Blue”, capaz de derrotar al campeón mundial Garri Kaspárov en 1996, para el shogi en 2015 se diseñó una máquina como parte de un proyecto denominado “Computer Shogi” y con un brazo robótico que logró vencer a decenas de profesionales japoneses.
Otro detalle que llamó la atención mundial sobre este juego de mesa “exclusivamente” nipón sucedió en 2008 cuando el ruso Kaspárov se animó a jugar una partida de shogi tras ser entrevistado por un periodista japonés en Moscú. Esto demostró el acercamiento entre ambos juegos de casilleros y sirvió como un gigantesco grano de arena en su difusión por Occidente.
En nuestro país, el shogi cada vez va ganando más practicantes, a pesar de que su expansión sigue siendo reducida, incluso a nivel internacional, ya que aún es un deporte dominado por japoneses. Sin embargo, las nuevas tecnologías han permitido colocar al “ajedrez japonés” al alcance de todos, sin importar las barreras culturales e idiomáticas.
Actualmente existen aplicaciones y sitios web que ayudan a los aprendices occidentales a dominar las reglas, incluso con versiones del juego más sencillas, con fichas que tienen graficadas las flechas de los movimientos o las iniciales de la terminología en español en lugar de enmarañados kanjis, por ejemplo, la R de rey, la P de peón, la T de torre, etc.
Además del torneo anual, la asociación también visita algunos colegios de la capital para difundir el shogi. “Por ahora solo hemos ido a colegios de la colectividad japonesa por razones de afinidad. Sin embargo, la mayoría de nuestros aficionados son criollos o no nikkeis, ya que es un deporte para todo el mundo. A quien le gusta el shogi, se queda con él”, finaliza Carlos Gálvez mientras guarda el último tablero del torneo.
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*Arnol Piedra es miembro del equipo de Servindi y periodista especializado en temas culturales.
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