Varias son las posibles razones que dejarían felices a anti Piñera y ciertos apoyantes a la causa mapuche. Aunque auto-complaciente, sería bien intencionado y popular gritar: ¡Es un gobierno fascista de derecha! Sin embargo, eso es nimio, irresponsable con la verdad histórica objetiva y material de la opresión que sufren los mapuches por siglos.
Por Eduardo Curín Paillavil*
3 de abril, 2019.- La represión del 20 de marzo por parte del gobierno de Sebastián Piñera hacia los mapuche, ¿debería sorprendernos a quienes estamos movilizados por nuestros derechos? Claramente NO.
El movimiento mapuche consciente, jamás aceptará que el problema es de un gobierno de turno, sabemos de donde nacen las tensiones y controversias a las que hemos estado expuestos, obviamente no es un tema únicamente de la derecha.
La represión que el mundo observó el día 20 de marzo en la marcha pacífica mapuche en Temuco, no fue otra cosa más que el fiel reflejo de una violencia explícita y sistemática instalada en el Wallmapu desde 1881 en adelante. Fenómeno que el parlamento, intelectuales y académicos chilenos promovieron como Pacificación de la Araucanía.
Para el mapuche esta fecha constituye el origen de la violencia estructural que se expresa en la doctrina de la negación de todos nuestros derechos, políticos, civiles y económicos. Es la represión que a partir de entonces se desata en contra de nuestra sociedad y que viven diariamente nuestras familias en los lof (Organización social del pueblo mapuche, consistente en un clan familiar o linaje).
Para el mapuche esta fecha constituye el origen de la violencia estructural que se expresa en la doctrina de la negación de todos nuestros derechos, políticos, civiles y económicos.
El resultado más reciente es la ejecución del peñi Camilo Catrillanca, quien se inscribe como uno entre varios jóvenes mapuche asesinados por carabineros de Chile en las últimas tres décadas, y donde la impunidad se ha transformado en una práctica cultural de gobernabilidad con total naturalidad, ante los ojos de todos los chilenos y con la complicidad de los órganos de justicia.
Los mapuche hemos venido denunciando en las últimas tres décadas que un mapuche es culpable y condenado antes de entrar a un tribunal. Es culpable desde el momento en que es detenido, ser torturado es parte del proceso investigativo, y disparar contra niños, mujeres y ancianos es, simplemente, cumplir con el protocolo disuasivo. Ante ello, la opinión pública chilena se ensordece y se niega a ver. La insensibilidad social se ha hecho cotidiana. ¿Desde cuándo? La respuesta es ¿Cuándo no?
No solo Piñera y sus secuaces son quienes celebran con bombos y platillos la criminalización de los mapuche. Es más bien, un sentimiento de la mayoría de la clase política chilena heredera de las oligarquías coloniales desde principios del 1800, sentados en el parlamento en las sillas del lado izquierdo, centro o derecha, hoy aplauden orgullosos la constitución de Pinochet, unido bajo una misma consigna: “exterminemos a los mapuche”.
El chileno, obediente de los medios de comunicación, entre pasillos, micros y espacios públicos, comenta “es que marcharon sin pedir permiso… por eso, se les reprimió”. Eso sí llama la atención.
Sin embargo, a nadie preocupa que la opinión pública mayoritariamente naturalice que, a los mapuche, se les debe reprimir toda vez que no se arrodillen frente a sus opresores.
Que carabineros robe a destajos, que use la figura del Estado para armar montajes, como el caso Operación Huracán; que haya viáticos e “ítem étnico” para gastar millones de pesos con objeto de exterminar al mapuche; que los militares salgan a las calles a hostigar a familias de origen mapuche.
Eso a nadie preocupa, e incluso a nadie sorprendería una masacre, si esto ocurre hoy bajo el principio del estado de excepción.
Los medios de comunicación reportaban en directo cual vocero de gobierno instruyera que se vivía una batalla campal en Temuco, que los mapuche están radicalizando la violencia.
Dirán que, ahora, pretendían tomarse el hospital de Temuco, organismo que, además, cerró sus puertas con cadenas y candado para que ningún manifestante entrase a salas de urgencia, aún desmayado por los tóxicos esparcidas por la policía chilena. Al fin y al cabo, eran mapuche. Conducta legalizada en Sudáfrica cuando se vivió el periodo del Apartheid, presente explícitamente en el mundo entero en contra de la población negra, a pesar de que hoy no es legal aparentemente.
El mismo escenario colonial
Instalado transversalmente el odio, objetiva y subjetivamente, en la sociedad chilena en contra del mapuche, se procede al saqueo y precarización múltiple, aplaudidas por las masas mientras las élites se perpetúan con toda impunidad y bajo la inmunidad legal, confiscan recursos y reprimen toda denuncia posible.
Entonces ¿Por qué el Gobernador tiene tanta licencia para la grosería? Por lo expuesto anteriormente. El señor Ojeda, ha actuado en la impunidad total por la protección de los medios y la carencia de la sensibilidad social de los chilenos. Bajos estos criterios, se encubre a los rostros de las élites. Como en todos los tiempos del colonialismo existente, dicho sea de paso, la figura del gobernador es la expresión fiel del colonialismo, aquella figura política, solo existe en este continente y país, no existen en Europa.
La represión del 20 de marzo, aplazó cuanto más pudo evitando la crítica y emplazamiento público de la responsabilidad material del ministro Andrés Chadwick en el asesinato de Camilo Catrillanca.
En el mismo orden, la grotesca e incluso fraudulenta compra de predios de Rodrigo Ubilla en una comunidad mapuche.
Como una marioneta de la colonia, el señor Ojeda, evitó exponerse a una masa pacífica que denunciaba las torturas de niños en comunidad, donde no tuvo ni un gesto para condenar la tortura que CIPER Chile ha exhibido al mundo. Ahí, Ojeda simplemente aplaudió.
No contento, con ello, se pone, fuera de toda lógica, al servicio y la protección de ciertos sectores para querellarse contra el mapuche. Es que el señor Gobernador no solo es un racista, sino un triste sujeto de cruzadas de la edad media.
Definitivamente el señor Ojeda es un payaso cruel que ni siquiera conoce el rol de los servicios que la comunidad internacional ha dispuesto, en realidad el debería ser procesado por usar la figura del Estado en contra de la sociedad civil. Por cierto, carabinero y FFAA, nunca aprenderán.
Detrás de todo el descaro de la figura política local, se esconden entonces los depredadores, sentados en las sillas políticas del centro la derecha y la izquierda actual impulsado con el mismo apetito: extinguir al mapuche.
Mientras la gran masa inconsciente y barrista de las élites de Santiago y parte de chile, vomitan insidias en contra del movimiento mapuche, las élites lucran, crecen y se refuerzan a carcajadas de la enajenación de las masas.
Mientras todo esto se transforma en una película televisada en vivo, los negocios oscuros ocurren desde CONADI como corredora de propiedad, enajenado bienes, recursos y predios de mapuche, en beneficio de senadores, diputados, concejales, Sociedades Anónimas, presidentes y más.
¿Se justifica criminalizar la protesta social entonces? Vaya que sí, mientras miles de chilenos aplauden el genocidio y exterminio cultural mapuche, ocurren la mayor precarización de sus derechos civiles y políticos.
Entonces hoy digo: Que sigan odiándonos cuánto más puedan. No por ello renunciaremos a lo que creemos justo. Si ello implica sacrificar nuestro tiempo, deberemos hacerlo, porque nuestra verdad triunfará. Al fin y al cabo, nuestros tiempos están secuestrado en la maquinaria política de occidente.
---
*Eduardo Curín Paillaviles es sociólogo mapuche.
Añadir nuevo comentario