Para acompañar la construcción de Japón como un Estado imperial poderoso, en el siglo XIX la academia trató de mostrar al pueblo Ainu como inferior a los japoneses. En este contexto, se llevaron a cabo investigaciones científicas a partir de restos humanos de los ainus y otras minorías étnicas. Luego de años de lucha y reclamos judiciales, algunos de los restos de los ancestros profanados comenzaron a ser devueltos a sus pueblos. El colonialismo académico todavía impacta en los pueblos indígenas del país asiático, tanto como la discriminación que atraviesa a una sociedad que intenta mostrarse homogénea.
Por Kanako Uzawa*
Debates Indígenas, 3 de abril, 2023.- En general, la sociedad japonesa es conocida como un pueblo homogéneo que otorga gran importancia a los valores y prácticas tradicionales. Sin embargo, esta narrativa omite su diversidad desde el punto de vista cultural y étnico. Su población incluye a los ainu, quienes recientemente fueron reconocidos por el gobierno de Japón como un pueblo indígena y que, en su mayoría, residen en Hokkaido; los ryukyuenses, nativos de Okinawa y otras islas del archipiélago de Ryukyu, que aún no tienen el reconocimiento como tales; los zainichi, coreanos nacidos y criados en Japón; y los burakumin, un grupo social ubicado por la fuerza en el nivel más bajo del orden feudal japonés que continúa luchando por ocupar una posición equitativa dentro de la sociedad moderna.
Si bien estos grupos forman parte vital de la sociedad, sus culturas y sus problemas no son conocidos por la mayoría de los japoneses. Las razones de esto varían según el caso, pero la discriminación es una de las causas más claras, así como la falta de reconocimiento de su posición social por parte del Estado. Esta discriminación histórica y estructural hacia los pueblos indígenas y las minorías étnicas ha creado un contexto en el que las tumbas ancestrales pueden ser profanadas por académicos y la devolución de los restos humanos robados sólo puede lograrse después de años de campañas llevadas a cabo por las organizaciones indígenas.
El Kamuynomi es un ritual tradicional ainu realizado para ofrecer oraciones a los dioses. Foto: Kamikawa Ainu
Los ainu de Japón
A pesar de haber mantenido sus métodos tradicionales de subsistencia, como la caza, la pesca y la recolección de plantas, y de haber continuado algunas de sus prácticas culturales hasta la actualidad, recién en 2019 los ainu fueron reconocidos como un pueblo indígena por la legislación japonesa.
Los ainu han residido tradicionalmente en Hokkaido, el norte de Honshu, las islas Kuriles y el sur de Sakhalin (los últimos dos, hoy son parte de Rusia). Con el paso de los años, surgieron disputas sobre estos dos territorios entre los ainu y los wajin (los no ainu), y entre Japón y Rusia. El particular lenguaje ainu, que difiere del japonés, ha fascinado a muchos investigadores de todo el mundo. Sin embargo, se cree que no existen hablantes nativos de este idioma en la actualidad.
La falta de datos desagregados por etnia ayuda no sólo a perpetuar el “mito” de que Japón es étnicamente homogéneo, sino que también oculta las diferencias sociales y económicas de los diferentes grupos.
La composición étnica de Japón no es clara ya que el país no lleva a cabo un censo nacional que incluya la etnia. Por lo tanto, es difícil determinar el verdadero número de ainus que viven hoy en el país. La falta de datos desagregados por etnia ayuda no sólo a perpetuar el “mito” de que Japón es étnicamente homogéneo, sino que también oculta las diferencias sociales y económicas de los diferentes grupos. No obstante, el Sondeo sobre las Condiciones de Vida de los Ainu de Hokkaido, realizado por el Departamento de Ambiente y Estilo de Vida de Hokkaido en 2017, indicó que en Hokkaido existen 13.118 ainus. Al considerar estas cifras, se debe tener en cuenta la gran diferencia entre el sondeo de 2017 y el de 2006, que había arrojado un resultado de 23.782 individuos, lo cual muestra una caída del 45 % en la población ainu.
Una primera hipótesis podría inferir que la diferencia en las cifras está ligada a la discriminación y a los prejuicios persistentes. Además de la población ainu que se encuentra en Hokkaido, hay quienes se han trasladado a las áreas urbanas del sur de Japón en busca de mejores oportunidades de educación y empleo. Sin embargo, no se conoce el número de ainus que viven fuera de Hokkaido. Según el Censo de la Población de Rusia realizado en 2010, aparte de la población que vive en Japón, hay 109 individuos que se autoidentifican como ainus en Rusia.
Aldea del pueblo Ainu. Foto: Japón Alternativo
Un reconocimiento tardío
El término indígena y el concepto de pueblo indígena obtuvieron reconocimiento en Japón recientemente. Dos factores muy importantes contribuyeron a que esto ocurriera. En primer lugar, la influencia del movimiento indígena global, que jugó un papel fundamental a la hora de generar conciencia. Los activistas por los derechos indígenas se unieron y crearon redes alrededor del mundo a través de diferentes plataformas internacionales. Se presentaron a las reuniones de los Grupos de Trabajo de las Naciones Unidas sobre los Pueblos Indígenas y del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas.
La creciente participación de los ainu en las reuniones de la ONU desde 1987, año en el que la Asociación Ainu de Hokkaido se presentó luego de que el entonces primer ministro Yasuhiro Nakasone afirmara que Japón era una nación monoétnica, generó conciencia en cuanto a la implicancia de ser un pueblo indígena en el país. Más tarde, se llevaron a cabo actividades en comunidades locales que incentivaron a la juventud ainu y ryukyuense a participar de reuniones y realizar seminarios con activistas.
El término indígena y el concepto de pueblo indígena obtuvieron reconocimiento en Japón recientemente. La influencia del movimiento indígena global jugó un papel fundamental a la hora de generar conciencia.
En segundo lugar, el caso de la Presa Nibutani, cuya construcción en Hokkaido destruyó sitios y prácticas culturales tradicionales de los ainu y tuvo un efecto devastador para la biodiversidad que rodeaba a la comunidad. La represa, que se encuentra en el Río Saru, fue construida como parte del proyecto de desarrollo nacional del gobierno central con el propósito de brindar agua al área industrial. A pesar de que la Justicia tomó una decisión favorable a los ainu, su construcción no se detuvo y se completó en 1997.
Este acontecimiento también generó conciencia sobre los pueblos indígenas de Japón. Dos demandantes locales se presentaron ante la Justicia en contra de la construcción de la represa y, por primera vez en la historia del país, la Corte del Distrito de Sapporo reconoció el derecho individual de los ainu conforme al artículo 13 de la Constitución, y el derecho a gozar de su propia cultura minoritaria que se encuentra consagrado en el artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. El resultado fue la concientización del público sobre la existencia de los ainu como pueblo indígena, lo cual hizo que fueran incorporados al discurso público como indígenas de la tierra de Hokkaido.
La investigadora y artista Kanako Uzawa promueve la cultura ainu. Foto: Kanako Uzawa
Colonialismo académico y activismo para la repatriación
Cuando Japón abrió las puertas del país al occidente con la Restauración Meiji (1868), la academia japonesa incorporó la teoría crítica de la raza y la nueva ciencia de la evolución provenientes de Europa y del continente americano. Luego de anexar Hokkaido en el siglo XIX, Japón comenzó a ser visto mundialmente como un estado colonial poderoso. Por lo tanto, se volvió importante para su proyecto imperialista mostrar a los ainu como inferiores a los japoneses. Con este objetivo en mente, se llevaron a cabo investigaciones en el campo de la antropología física, que se aplicaron hasta mediados de la década de los ‘60.
Tras la conquista, el pueblo ainu se volvió accesible y fueron vistos como especímenes interesantes para la investigación. Influenciados por el darwinismo social y el discurso racial de finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, la hipótesis de que los ainus eran primos caucásicos comenzó a atraer a científicos de todo el país y del extranjero. El resultado fue una gran colección de esqueletos, accesorios fúnebres y restos humanos ainu que fueron robados para la investigación científica. De este modo, más de 1.500 esqueletos fueron robados y almacenados en universidades japonesas, aunque algunos fueron repatriados a sus comunidades de origen tiempo después.
Como resultado del activismo por la repatriación, se han trasladado y depositado los restos humanos de 1.323 individuos y 287 cajas que contienen otros restos en el Museo Nacional Ainu de Upopoy.
En 2018, un anciano ainu, el señor Ryukichi Ogawa, descubrió que la Universidad de Hokkaido nunca había hecho pública la tenencia de un gran número de restos ancestrales ainu. Sus acciones inmediatas para repatriarlos despertaron tanto la atención de la comunidad como la de los medios de comunicación. Esto trajo como consecuencia una serie de juicios de repatriación y la discusión sobre los restos humanos ainu en todo el territorio japonés.
Asimismo, generó un debate entre las comunidades ainu sobre el tema de la repatriación de restos humanos y llevó a que el Ministerio de Educación realizara una investigación sobre los restos humanos que se encontraban en museos y universidades de Japón. Como resultado de este activismo por la repatriación, se han trasladado y depositado los restos humanos de 1.323 individuos y 287 cajas que contienen otros restos al Museo Nacional Ainu de Upopoy, donde serán identificados con el propósito de regresarlos a las comunidades correspondientes. Abierto en el 2020, el museo de Upopoy fue construido con el objetivo de difundir la cultura ainu y, actualmente, funciona como lugar de descanso temporal de los restos recuperados de las instituciones académicas y los museos.
El Museo de Upopoy funciona como lugar de descanso temporal de los restos ancestrales recuperados de las instituciones académicas y los museos. Foto: Natsu Oyobe
Repensar la historia japonesa
Hasta el día de hoy, el activismo por la repatriación continúa a través de demandas judiciales. El fin de estas acciones es encontrar un pedido de disculpas por parte de las universidades y la pronta devolución de los restos, incluidos los ancestros ryukyuenses.
En la actualidad, el saqueo de tumbas llevado a cabo por los investigadores se entiende como una forma de colonialismo académico y aún hoy continúa teniendo un impacto devastador para la comunidad ainu y la memoria del pueblo. Los debates sobre la repatriación de restos ancestrales sirven como recordatorio del oscuro período vivido por el pueblo Ainu. La crítica al colonialismo académico nos invita a repensar la historia colonial de Japón y las narrativas detrás de esa historia.
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*Dra. Kanako Uzawa es una investigadora, activista y artista ainu. Para saber más sobre la autora, se puede visitar su página web.
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