En la madrugada de un fatídico día 19 de mayo de 1997, un comando paramilitar ejecutando una orden de Carlos Castaño, irrumpió en el apartamento de Mario y Elsa en Bogotá, asesinando a esta pareja de enamorados de la vida, truncando todos sus sueños. En este ataque murió también don Carlos Maldonado, padre de Elsa. Sobrevivieron la madre de Elsa, que resultó herida y su pequeño hijo de 3 años, que Elsa alcanzó a esconder en un armario.
Efraín Jaramillo Jaramillo. Foto: Daniel Gómez, El Espectador.
Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
"En memoria de un amigo y compañero de herejías”.
Mario siempre me pareció un personaje ejemplar y multifacético, y en realidad lo fue al cien por cien. Teólogo jesuita y sociólogo, trabajó en Tierralta (Córdoba), acompañando la labor de Sergio Restrepo Jaramillo, otro sacerdote que había sido encargado por la compañía de Jesús para dirigir la prelatura que tenía en la región del Alto Sinú y San Jorge.
Para entonces, ya Sergio se había convertido en la voz de las comunidades campesinas e indígenas, afectadas por las atrocidades que cometía el naciente paramilitarismo en el Sur de Córdoba.
La sensibilidad de Sergio por el medio ambiente moldeó la vida de Mario. Sergio era un amante de la naturaleza, un “panteista” que podía pasar muchas horas observando las mariposas en su jardín, a quienes dedicó algunas de sus poesías. También amante y estudioso de la botánica, había descubierto una nueva especie de orquídea, que hoy lleva su nombre: “Sergius Purpúrea”.
Cuando asesinan a Sergio, Mario, desolado, abandona Tierralta y entra a trabajar como investigador social en el Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP, desde donde desarrolló aún más la pasión de Sergio: su fascinación por la Naturaleza.
Empezó organizando unas tertulias ecológicas de las cuales hice parte desde un comienzo, hasta el momento en que decidió apostarle todo al Sumapaz, para acercarse, como decía, al “Mundo de la vida”, siguiendo la doctrina de la “buena conciencia”, para poner sus conocimientos al servicio de la naturaleza y no sólo del prójimo, como lo promulgaba la iglesia. Su primera herejía. Fue una comprensión profética de la ecología: el cuidado de la Casa Común, como lo expresaría el papa Francisco dos décadas después.
“Gris es la ciencia y verde el árbol de la vida”, nos había dicho una tarde de tertulia, citando a Goethe. Ese viaje al Sumapaz cambiaría para siempre su vida. Allí tensó aún más el arco y se entregó de cuerpo entero a entender las necesidades de los campesinos de la región, para desde allí organizar con ellos la protección de la riqueza hídrica de esa región de exuberantes humedales, a la cual llamó “República de las aguas”, un territorio, que como “un ser vivo, había que cuidar y proteger”. Mario percibió pronto el daño que se le estaba causando a la “Casa Común” y no vaciló en enfrentar a quienes, en su ambición, destruían el medio ambiente.
En términos religiosos Mario sería un infiel, pero en términos de la democracia multicultural era un hereje
Ya para esa época había abandonado el sacerdocio —segunda herejía— y se había casado con una mujer que estimulaba aún más sus sueños, Elsa Constanza Maldonado Chacón, una comunicadora social y como él, investigadora del CINEP: Elsa compartió con Mario el embeleso por la naturaleza. En términos religiosos Mario sería un infiel, pero en términos de la democracia multicultural era un hereje. Y uno muy valioso. Pocos he conocido como él, que se arriesgaron a desertar de muchos dogmas religiosos y políticos.
En una ocasión que tuvo la gentileza de invitarnos a Kimy y a mi a su apartamento en Bogotá, para hablar sobre la situación de los indígenas embera katio del Alto Sinú, en relación con la represa de Urrá, escuché de él, algo que me cautivó. Según él, para vivir en armonía con la naturaleza y en paz con los seres humanos, no era indispensable la biblia. Bastaba tener “buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones”, como recomendaba Zoroastro, el autor intelectual de su tercera herejía.
Según Mario: “Los herejes son primos hermanos de los profetas. Profetas, no en el sentido más ordinario de la palabra, o sea, adivinos. Tampoco profetas en el sentido etimológico de la palabra: pro–fari, el que habla delante de los importantes, de los serios, los aceptados, los rentables, los legitimados, los ordinarios, los docentes.
Los profetas y los herejes hablan para develar y desenmascarar. Son emblemas de los procesos de insubordinación en las sociedades. Los herejes dejan siempre mala fama, colillas, chismes por donde han campado.
Dejan tras de ellos hogueras sin llama, pero con lumbre. Mas tarde, pueden aparecer otros trashumantes a soplar con viento nuevo para que resurja la llama con la cual forjan sus armas de combate por los derechos de la herejía”.
En la madrugada de un fatídico día 19 de mayo de 1997, un comando paramilitar ejecutando una orden de Carlos Castaño, irrumpió en el apartamento de Mario y Elsa en Bogotá, asesinando a esta pareja de enamorados de la vida, truncando todos sus sueños. En este ataque murió también don Carlos Maldonado, padre de Elsa. Sobrevivieron la madre de Elsa, que resultó herida y su pequeño hijo de 3 años, que Elsa alcanzó a esconder en un armario.
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*Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.
Comentarios
Los criminales de estados
Los criminales de estados pocos lo asumen, a aplicando la ley de igualdad, el mundo vivirá en paz..
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