Las áreas rurales y los territorios indígenas de la Amazonía peruana son quienes más sufrirán el retroceso, a causa de la pandemia, en la lucha por poner fin al hambre.
Servindi, 23 de diciembre, 2020.- El retroceso en la lucha por poner fin al hambre, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la ONU, afectará a las poblaciones más vulnerables de Perú.
Hasta antes de la pandemia, las áreas rurales y los territorios indígenas de la Amazonía peruana registraban las mayores afectaciones en materia alimentaria.
Con la llegada de la COVID-19, la situación podría agravarse, por lo que resulta necesario implementar medidas para evitar que el hambre se multiplique en estas poblaciones.
Situación nacional
Antes de la pandemia, alrededor de 690 millones de personas en el mundo padecían hambre, lo que representaba un 8,9 % de la población mundial.
En Perú, esta situación se ha visto agravada desde hace años por la presión que ejercen las actividades extractivas, el narcotráfico y la tala de bosques sobre los territorios indígenas.
Estos territorios suelen ser fuentes de alimentación para los indígenas, por lo que dichas actividades afectan sus sistemas agroalimentarios tradicionales (caza y pesca).
Esta información resulta vital si se considera que la carne de monte —producto de la caza— y el pescado, son las dos principales fuentes de proteína de las comunidades nativas.
La escasez de estos alimentos se ve reflejada en los indicadores de anemia infantil.
Los mayores índices de esta enfermedad se registran en las áreas rurales de la sierra (48.8 %), y la selva (44.6 %), según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Mientras que las regiones con mayor anemia en el Perú son los territorios amazónicos con alta presencia indígena: Ucayali (53.7 %), Loreto (53.0 %) y Madre de Dios (51.4 %).
Anemia afecta con crudeza a niños de la Amazonía peruana. Foto: Radio Nacional
Pandemia agravará hambre
Con la llegada de la pandemia, el gobierno peruano estableció restricciones que afectaron la movilización de personas y alimentos.
Estos alimentos también se encarecieron y, en muchos casos, no llegaron como la ayuda humanitaria que se prometía.
Un informe publicado en junio de este año por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) confirma que la pandemia afectó el sistema alimentario mundial.
“Los efectos de la COVID-19 en la oferta y la demanda de alimentos están afectando directa e indirectamente los cuatro pilares de la seguridad alimentaria y la nutrición: disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad”, señala el informe.
Para Binolia Pórcel, vocera de la red Alliance 2015 y representante de la organización Helvetas Perú, la realidad sería aún más dura para el Perú.
Ella explicó que esta situación podría generar que el país retroceda en la reducción del hambre cero entre 2 a 6 años.
Aunque oficialmente no hay cifras que ayuden a medir el impacto de la pandemia en la lucha por poner fin al hambre en Perú, las proyecciones mundiales no son alentadoras.
Según una estimación de las Naciones Unidas, tras la llegada del virus, más de 250 millones de personas padecerán de hambre aguda o severa a fines de 2020.
A causa de la pandemia, Perú podría retroceder en la reducción del hambre cero entre 2 a 6 años. Foto: Sipse
Economía Indígena
El contexto actual permite suponer que el Perú estaría alejándose más del Hambre Cero, objetivo número dos establecido por las Naciones Unidas en 2015.
Alcanzar esta meta incluye asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente al 2030, algo que no parece estar cerca a la realidad peruana.
Frente a este panorama, resulta necesario implementar medidas para evitar que el hambre se multiplique en las poblaciones más vulnerables.
Desde las organizaciones indígenas con representación territorial se han planteado propuestas para combatir el hambre a través de la Economía Indígena de Vida Plena.
Esta iniciativa es vista como un modelo económico alternativo basado en un manejo holístico e integrado del territorio y la diversificación productiva.
La Economía Indígena de Vida Plena propone rescatar y revalorar los conocimientos indígenas y los cultivos propios para la seguridad y la soberanía alimentaria.
Uno de sus lineamientos es aplicar un enfoque de cuenca territorial para garantizar y aprovechar los servicios ecosistémicos del bosque.
Así como para promover el manejo forestal comunitario que incluye el manejo maderable con valor agregado y certificado.
Más allá del modelo económico —que se alinea con la ambición climática— la Economía Indígena de Vida Plena termina siendo un llamado a la supervivencia de los pueblos indígenas y la humanidad.
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