Por Julio Eduardo Torres Pallara
3 de julio, 2013.- Este mes del año nuevo andino y de la festividad del Inti Raymi, en medio de la penumbra publicitaria mercantil turística que se propaga y que nos distrae, sustrayéndonos del verdadero significado de estas celebraciones, es oportuno hacernos algunas preguntas: ¿Quiénes somos y cuál es nuestro origen? ¿Qué hacemos en este espacio y tiempo? ¿Hacia qué destino marchamos?. Quizás así podamos comprender en nuestra condición de ser los otros, la nueva mirada occidental desde su versión intercultural.
Orientándonos en nuestro Uku Pacha, nos encontraremos inevitablemente con la invasión de los españoles a nuestra patria grande el Tawantinsuyo, con la invasión de los españoles, portugueses, ingleses y otras etnias occidentales a nuestro continente Abya Yala.
Entonces, debemos comprender que los pobladores de este continente somos parte de un territorio invadido, pueblos y culturas casi exterminadas, donde en lo que queda del Tawantinsuyo, en el Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina, Chile y Colombia, en el macizo andino después de casi cinco siglos los descendientes de los Inkas seguimos resistiendo a la arremetida occidental que procura aún la extinción de toda cultura que no sea la de ellos.
Esta realidad, nos llama a enjuiciar la falsa historia que nos han enseñado en la escuela, historia escrita por los propios invasores, por sus escribas de ayer y de hoy.
Por tanto, desde la tecnología y ciencia que nos transmiten los monumentos arqueológicos, los tejidos, la cerámica, la orfebrería, la astronomía, la hidráulica, la genética de productos alimenticios y medicinales, el arte, las vivencias culturales, saberes que testimonian el Sumaq Kawsay como objetivo estratégico del hombre andino; y fundamentalmente desde la trascendencia del Taky Onqoy resistencia ideológica emprendida por nuestros antepasados al proceso civilizatorio de los invasores, hoy debemos acrecentar nuestra voluntad para el estudio y la investigación, no sólo de la historia, sino fundamentalmente del pensamiento, de la concepción que tuvieron nuestros antepasados del cosmos y de su propia existencia, es decir de su filosofía.
De ese modo podremos liberarnos de la filosofía occidental que los españoles impusieron a nuestros antepasados en nombre de su rey y dios, con la biblia en una mano, la espada en la otra, con la enfermedad de su cuerpo y espíritu, ocasionando desde su llegada un genocidio humano y cultural.
De hecho esta conducta y proceder de los occidentales, se explica desde el principio fundamental de su filosofía, que es la unidad, a partir de la cual emanan todas las cosas existentes en el universo y por tanto deben retornar a ella.
En la concepción occidental la unidad es la esencia univoca, síntesis divina de la existencia y reveladora de la verdad, por tanto está fuera de toda determinación cognoscible y considerada inefable, infinita y dogma irrefutable.
En la filosofía occidental el hombre es sustraído de su terrenalidad, de su cosmos; considerando a todo lo que existe en la naturaleza como recurso apropiable.
Por su parte en el hombre se separa el mundo de la razón y el mundo sensible, valorando al primero e identificándolo con la creación de la cultura, competencia que sólo ellos poseían (incluso sólo los varones occidentales), segregando al segundo e identificándolo con la sub humanidad característica asignada a los pueblos invadidos (incluso a las mujeres occidentales); de ahí su concepción machista, etno y culturocentrista, excluyente y depredador.
Por esta filosofía racionalista a pesar del discurso humanista, en esta era de la sociedad del conocimiento o post industrial, los poseedores del poder del mercado han implementado estrategias de enajenación y hasta de sub humanización, de aprovechamiento de la diversidad para acrecentar el individualismo y la libertad de pensar según el libreto mediático que difunden en los medios. Es más las personas son valoradas por su competencia para generar utilidades como recurso y su capacidad para consumir los productos ofertados en el mercado, exaltándose los paradigmas de la competitividad, la eligibilidad, el consumismo, que generan de manera extrema el oportunismo, el egoísmo, el odio, el derroche y la contaminación.
Todo este conjunto de males, han puesto en crisis a la humanidad, demostrando la insostenibilidad de dicho pensamiento, muy a pesar del reconocimiento forzado de la diversidad y pluriculturalidad en el mundo, que les ha motivado plantear la interculturalidad.
Interculturalidad que en su acepción más sana, se considera como el diálogo entre culturas.
Sin embargo, desde nuestro lado debe surgir la interrogante, ¿será posible establecer ese diálogo intercultural entre la cultura occidental del norte desarrollado y las culturas de los países del sur subdesarrollado entre ellos la cultura andina? y ¿qué pretenden los occidentales con la interculturalidad?.
Dado las características y la crisis del pensamiento de los occidentales, las estrategias para resolver sus problemas, como siempre requieren del trabajo, de los recursos naturales y los mercados de los pueblos del sur; de tal manera que con este nuevo discurso lo único que pretenden es seguir manteniéndonos asimilados y desvinculados de nuestra terrenalidad, para que su nuevo dios el dinero siga reinando en el mercado paraíso del lucro, la corrupción y la injusticia.
Frente a este panorama en nuestra condición de pueblo invadido ¿cuál debe ser nuestra respuesta a esta propuesta de interculturalidad?; sólo caben dos salidas:
- Uno, asimilarnos a occidente e imitar todas sus manifestaciones tal como lo venimos haciendo ya.
- Dos, asumir nuestra terrenalidad, nuestra condición bio-cultural y sanarnos sacudiéndonos de todo lo adverso de la cultura occidental.
Por la segunda opción, que nos conducirá a la libertad con identidad e integrado a nuestra comunidad y madre tierra, se requiere previamente afirmarnos en nuestra cultura en el contexto del mundo globalizado y pluricultural.
En ese sentido al visionar nuestro Hanan Pacha, en la complejidad e incertidumbre cósmica, nos aguarda el nuevo Pacha Kuty de la humanidad, que se está emprendiendo desde este Kay Pacha, en un inmenso esfuerzo para volver a transitar por el gran Qhapaq Ñan, el camino de la sabiduría andina, la escuela de los nuevos Qhapaq Kuna.
Al respecto tomando en cuenta el legado cultural andino y lo que señala Javier Lajo en su libro Qhapaq Ñan la Ruta Inka de Sabiduría, se concluye que el pensamiento del hombre andino del Tawantinsuyo se sostuvo en una concepción de que, todo lo que existe en el cosmos ha sido parido, es decir, el origen cosmogónico primigenio es la paridad, y no la unidad como en occidente.
De la paridad de la materia y energía, hace aproximadamente 14 mil millones de años surgió el espacio y el tiempo, y todo lo que en ella está evolucionando como resultado de la complementariedad proporcional en el suceder del desorden y el orden, del caos y la armonía, en un permanente proceso de expansión del cosmos, regido por las Leyes:
- Del Yanantin, de la Paridad Complementaria, generadora de nuestra existencia.
- Del Tinkuy, de la Oposición Proporcional, generadora del cambio, del movimiento, de la dinámica, de la evolución.
- Del Pachatussan, de la Vincularidad entre el tiempo pasado y el tiempo futuro, entre el espacio de adentro y el espacio de afuera.
- Del Chekalluwa, del Equilibrio o Justo Medio, que corresponde a las condiciones más adecuadas de la tierra donde surge la vida, estrechamente relacionado con el ángulo de inclinación óptima del eje de la tierra.
De ahí que el hombre andino, piensa que todo lo que existe en el mundo tiene vida y da vida; y el objetivo estratégico de su propia existencia es el Sumaq Kawsay, para cuya consecución debe previamente lograr el Allin Yachay y el Allin Munay que genera su Allin Ruway.
Por dicha razón y en el propósito de reivindicar la sabiduría de nuestros antepasados, en este tiempo como integrantes de una comunidad y de la madre tierra, por la educación debemos lograr:
- El buen saber, que nos permita visionar, crear, construir, innovar, criar.
- El buen querer o buen sentimiento, que nos permita querer y amar, ser honestos y respetuosos, poniendo la tecnología y la ciencia al servicio de la humanidad sin atentar contra la naturaleza.
Provisto de esos saberes y sentimientos lograremos el buen hacer, que nos permita hacer bien nuestro trabajo, para luego alcanzar el buen vivir, el Sumaq Kawsay para vivir en armonía con los miembros de nuestra comunidad y con todos los seres de la madre tierra.
Esta es la filosofía que el hombre andino, los herederos de la Cultura Inka, debemos ofrecer como alteridad a la Filosofía Occidental, sólo de ese modo el diálogo intercultural será proporcional y complementario.
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Fuente: Publicada el 30 de junio en el periódicos Los Andes: http://www.losandes.com.pe/Opinion/20130630/72792.html