Por Eduardo González Viaña*
Quizás es blanco y pecoso.
No, necesariamente. A veces es un zambito con anteojos, como el periodista radial – Butters – que, para denostar de los futbolistas ecuatorianos, alguna vez expresó: “Ustedes le hacen una prueba de ADN a Caicedo y no es humano, es un mono, un gorila”.
Y ahora para reclamar acciones más violentas contra los manifestantes, critica a la policía:
"¿Por qué esos señores [agentes de la Policía] no les han metido un balazo en la cabeza?".
Bestial, ¿no?
Clemente Palma aseguraba que “hay un medio para ayudar a la acción evolutiva de las razas: el medio empleado en Estados Unidos. Ese medio es la exterminación a cañonazos de esa raza inútil…”. Se refería a los indígenas.
Y, sin embargo, Palma era “zambo, casi negro”, según su contemporáneo Alberto Hidalgo.
Por fin, en el Perú de los años 30 hubo un partido político -la “Unión Revolucionaria”-que proclamaba la supuesta excelsitud de la raza blanca. Su líder era un peruano zambo llamado Luis M. Sánchez Cerro, quien llegó al poder presidencial aupado sobre votantes afrodescendientes y la oligarquía del país.
El racismo en el Perú es, pues, una pasión ilusoria, practicada por personas que quieren “blanquearse”. No por blancos puros, que aquí no existen, sino por quienes aspiran a serlo, cholos, zambos, blancoides e indioides, todos los cuales se blanquean choleando, provincianeando y terruqueando a los demás.
Y eso es peligroso. Hemos vivido hace poco el espanto de una guerra étnica. A la violencia surgida en el campo se opuso una guerra de tierra arrasada, pueblos borrados del mapa, familias sospechosas por tan solo el lugar de su nacimiento o sus centímetros de sangre indígena, y grupos impunes encargados de las muertes selectivas.
Embistiendo contra el Perú andino, la guerra étnica de Fujimori no solo mató personas. Mató también el amor y el respeto por la vida. Su capellán ─el señor Cipriani─ proclamó que los derechos humanos eran una “cojudez”.
En estos días difíciles, otro periodista, Aldo Mariátegui, reclama más violencia a la policía y la acusa de estar “emasculada por el temor a las ONG’s de derechos humanos”.
La vida, la libertad y la dignidad – el respeto a las diferencias- son los derechos humanos y su conciencia ha llegado a nosotros por el camino de la civilización. No por las ONG’s. Criticar a la policía porque los respeta es repetir los perversos estribillos racistas y el llamado sin compasión a la muerte.
No puedo hacer un juicio sobre la situación actual en el Perú, pero mucho tiene que ver con el racismo, y eso no va a conducir a la paz.
¿De qué color es un racista peruano?
Del color de la infamia y el terror.
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* Eduardo González Viaña (Chepén, Perú, 13 de noviembre de 1941) es un escritor, catedrático, periodista y diplomático peruano, autor de novelas, cuentos y artículos periodísticos. Es también un activista que presenta sus libros y da conferencias en universidades, teatros y otros centros culturales y laborales de los Estados Unidos donde defiende el derecho de los inmigrantes hispanos a vivir en ese país y a conservar la magia de hablar español. (Wikipedia).
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Fuente: Facebook de Eduardo Gonzales-Viaña.
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