Servindi, 17 de julio, 2022.- José Luis Aliaga Pereira nos comparte una crónica de su visita a La Quesera uno de los proyectos más importantes de la provincia de Celendín que permite la captación, conducción y tratamiento de agua potable a 3306 metros sobre el nivel del mar.
La obra permite abastecer del líquido vital a las ciudades de Celendín, José Gálvez, Jorge Chávez y Sucre y se construyó en un paraje encantador, ubicado en el caserío La Quinuilla en el distrito de Sucre, lugar de origen del autor.
Como nos lo comenta Aliaga Pereira, este recorrido “fue uno de los motivos que hicieron que mi retorno a Lima sea muy, pero muy esporádico” y significó un reenganche con su tierra natal y su destino.
La Quesera, la obra más importante construida en estos últimos años
Por José Luis Aliaga Pereira*
En la vida de la ciudad hay momentos en que comienzan a irritarte el ruido de los ómnibuses, los anuncios luminosos beneficio de mandones; y es ahí, el momento en el que sientes deseos de cambiar de paisaje. El camino de retorno hacia la naturaleza es el camino hacia lo bello, lo reconfortante.
Y cuando uno planifica algo, ¡Cómo esperas esos días!
Luego de huir de Lima, ya instalado en Celendín, el jueves 10 de julio de 2014, madrugué para disfrutar de una recomendada caminata al lugar denominado La Quesera, paraje del caserío La Quinuilla en el distrito de Sucre —Celendín. Llegué a las ocho y treinta horas de la mañana al Centro Poblado de Cruzconga sintiendo, al bajar del vehículo que me transportó, la fresca helada matinal que brillaba aún en la fina escarcha sobre tejados, calaminas, árboles y pastos de este silencioso pero acogedor lugar, a 3306 msnm.
Acomodé mi mochila tras la espalda y, al costado de un letrero del Ministerio de Transportes que decía PARE, me dispuse a esperar, como hablan los “mochileros”, que “alguien me dé un aventón”.
Un poblador de la zona me informó que a esas horas bajaba a La Quinuilla una pequeña mototaxi que compraba material de reciclaje, y, también, un volquete de color amarillo.
El primero en hacer su aparición fue el volquete. Alcé la mano y el chofer, como si me hubiese reconocido, se detuvo. Por esas casualidades de la vida, el conductor del vehículo era un joven padre de familia llamado Fidel Zegarra, natural de Sucre. Muy amable me invitó a subir, no sin antes advertirme que le estaba prohibido llevar pasajeros. Cuando le indiqué a dónde me dirigía, me respondió: —Palujo, justo, ese es mi destino.
El viaje duró un poco menos de 20 minutos. Fidel me informaba los nombres de los lugares por los que pasábamos; así, llegamos, bajando una pequeña loma, a otro de los caseríos de Sucre: San Juan de Tincat, una inmensa pampa bordeada por casas de adobe, una desnuda plaza de armas y la misma carretera. Luego, ingresamos a La Quinuilla donde, como dijera acerca de estos parajes la artista sucrense Nícida Silva en su canción "Orgullo por mi tierra": “Sauces, alisos y cipreses lo adornan con sus ramajes”.
Ya en La Quinuilla Fidel Zegarra me señaló una casa de pared pintada de blanco: —Allí vive el Ing. Secundino Silva —me dijo.
Agradeciéndole por el “aventón”, bajé del volquete y me dirigí a la casa indicada. Fidel Zegarra continuó su marcha; llevaba en el volquete arena para el proyecto donde laboraba: “Instalación de la captación, conducción y tratamiento de Agua Potable para las ciudades de Celendín, José Gálvez, Jorge Chávez y Sucre”. Uno de los proyectos más importantes de la provincia, en primer lugar está el asfaltado de la carretera Cajamarca Celendín, construida en los últimos años.
Toqué dos veces la puerta de la casa pensando darle una sorpresa. Del costado, de una casa cercada por alambres de púa, salió un vecino que dijo llamarse Quime Mendo. Me informó que Secundino, hacía poco, había bajado a La Quesera, lugar donde nace el agua del río Cajapotrero.
Al poco tiempo se escuchó el ruido de un vehículo. Era el volquete conducido por Fidel que regresaba con Secundino como acompañante. Había sido informado de mi presencia en La Quinuilla.
Secundino, luego de los saludos protocolares, me dijo: — Pensé que no vendrías, que no aceptarías mi invitación. Como te dije —me advirtió Secundino—, es un lugar muy empinado pero vale la pena conocer.
Por una trocha carrozable salimos de La Quinuilla con dirección a la parte más alta del cerro Ventanillas, en la que se inician los frentes de trabajo: La Quesera. Lo primero que puede ver es un almacén de cemento y más abajo montones de piedra chancada y arena. A continuación un mpresionante sistema de tuberías color naranja funciona de manera tal que por su interior envían la arena y piedra chancada hasta el proyecto mismo.
Desde la cima del cerro Ventanillas, antes de avanzar cuesta abajo, mis ojos se deleitaron contemplando el paisaje: A la izquierda el caserío Santa Rosa y El Porvenir; al frente, un poco más lejos, el caserío de Cajén instalado en las faldas del cerro Chunshullca, el más grande del distrito; hacia el lado derecho, el cerro donde se ubica el caserío de Muñuño y la montaña anexo del centro poblado Calconga.
Escuchando el ruido del río Cajapotrero iniciamos el descenso por las faldas pedregosas del cerro Ventanillas. Bajamos, lentamente; de cuando en cuando nos deteníamos para admirar una que otra orquídea que, como conocedor, descubría Secundino. En el trayecto, saludamos a algunos obreros en plena faena.
A los treinta minutos, aproximadamente, llegamos al campamento principal del proyecto en mención, en la base del cerro. Aquí almorzamos: Eran las doce y treinta horas.
Luego, a medida que avanzábamos, Secundino me comenzó a explicar las partes del Proyecto, desde el lugar donde nace el río y se ubica la tubería de captación de agua hacia la poza denominada “Presedimentadora”, de donde sale la tubería de conducción que cruza la jurisdicción de los caseríos de El Porvenir y Conga de Urquía, en cuya parte alta se estaba construyendo la "Planta de Tratamiento del Agua". Después, cruzamos un pequeño puente sobre el río Cajapotrero y, por un camino de herradura que va por su margen derecha hacia Cajén, nos dirigimos al lugar de encuentro de los ríos Cajapotrero y Sumbat.
Al retornar, recogimos nuestros pasos, visitando la cueva "El Telar" cuyo nombre fue puesto porque las campesinas, que tenían sus terrenos en los alrededores, tejían sus ponchos y frazadas protegiéndose en este extraño lugar, bajo la sombras de la cueva.
Descansamos llegando a la cima del cerro Ventanillas donde nos aventamos un "bolito" (chachamos coca) con los operarios del proyecto.
Al retornar a La Quinuilla, había oscurecido; pero, del alto cielo azul sin estrellas, una curiosa luna nos alumbraba con su pálida y transparente luz.
—¡Qué día! —me dijo Secundino— ¡Qué hermoso e inolvidable día!
— Y ¡Qué obra! ¡Qué obra! también —le dije.
Secundino, Ing. Civil de profesión, me respondió: el gran día llegará cuando se construya, en este mismo lugar, la planta de tratamiento de aguas...
Esta fue la primera caminata que tuve al llegar a Celendín. El abastecimiento de agua es, hasta ahora, lo que nos preocupa. Ha crecido la ciudad, faltan muchas obras que realizar; pero, como recomienda Secundino, se debería continuar mejorando este lugar con plantas de tratamiento del agua en la misma Quesera, para así tener, verdaderamente, agua potable.
Como dijera Vallejo, nuestro primer poeta: — ¡Hay, hermanos, muchísimo que hacer!
Harby, atento guardián de La Quesera.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendín, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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