El resultado de la elección de la Constituyente marca un antes y un después en la historia de Chile. Al mismo tiempo que la partidocracia es demolida y la casta política es derrotada, el epicentro de la toma de decisiones retorna al pueblo. En este momento, indígenas, chilenos y chilenas debemos unirnos para alcanzar el Kume Mongen y así la diversidad conviva en condiciones de mayor equidad y con un respeto irrestricto por la Madre Tierra.
Por Diego Ancalao Gavilán*
1 de junio, 2021.- Luego del estallido social de 2019, muchos quedaron en un estado de total desconcierto. El sistema político tradicional creyó, con una suerte de ingenuidad infantil, que esto sería solo un mal sueño y que más temprano que tarde volverían a tomar el control de un espacio que sentían les pertenecía por derecho propio. Sin embargo, los acontecimientos se han desenvuelto con una consistencia porfiada y ya no funcionan aquellos códigos que permitían una interpretación anticipatoria de los escenarios. Los hechos ponen a la casta política, hasta ahora dominante, en el lugar que se han ganado con méritos: una completa irrelevancia.
Como lo recuerda el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evagelii Gaudium, en los tiempos que corren, debe asumirse que para incidir en el correcto desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común, se debe entender que la “realidad es superior a la idea”. Y esa realidad, de la mano de la gente común, ha abofeteado el rostro de una casta insensible y sin escrúpulos, a través de un acto tan simple como extraño a sus ojos: recordar que el poder radica en la soberanía popular.
Quienes se acomodaron en sus privilegios, creyendo que esa condición les correspondía por una especie de destino irrevocable, olvidaron que estaban ahí para servir al bienestar de todas las personas. Tanto perdieron la brújula, que aún deben estar recriminando la ingratitud de ese pueblo que les dio la espalda, sin una causa justificada. Para ellos.
Con las últimas elecciones quedó en evidencia aquello que está transformando a Chile desde abajo. Foto: Getty Images.
La demolición de la partidocracia
El epicentro de las decisiones se ha trasladado a las casas de cualquier habitante, de cualquier lugar del país. Las y los chilenos han decidido confiar en su vecina o vecino que han visto crecer, buscando la certeza de una representación efectiva y no sostenida sobre promesas de campaña. Así, la partidocracia fue demolida. Y la dignidad del cargo de Presidente de la República ha sido socavada por un empresario disfrazado de político y dominado por un narcisismo patológico.
Las últimas elecciones terminaron de poner las cosas en su lugar. Quedó en evidencia aquello que está transformando a Chile desde abajo. En palabras del escritor venezolano Moisés Naím, esta transformación no está relacionada con la rivalidad entre mega-actores, sino con el ascenso de micro-poderes y su capacidad de desafiar a los poderosos con éxito. La casta política y económica no logra observar lo que tienen frente a sus narices. Deberían mirarse al espejo para ver el rostro de un fracaso que causó desesperanza, frustración y abandono. Se cosecha aquello que se siembra.
“El epicentro de las decisiones se ha trasladado a las casas de cualquier habitante, de cualquier lugar del país. Las y los chilenos han decidido confiar en su vecina o vecino que han visto crecer.”
Quienes formamos parte de una gran mayoría que ha sido objeto de injusticias sistemáticas, conocemos y comprendemos los problemas que nos aquejan. Y hoy, hemos decidido recuperar el poder, para hacer exactamente lo que hay que hacer.
La democracia ha vuelto a sus legítimos dueños. Pero, es un poder de nueva generación. Es el poder de mirar el bien común y establecer los límites que ese bien superior nos aconseja. Se trata de democratizar el bienestar, para que nadie se quede atrás y, todas y todos dispongan de aquello que la dignidad humana reclama. Estamos hablando del Kume Mongen o Buen Vivir que nos enseñaron nuestros antepasados Mapuche, Aymara, Quechuas, Rapa Nui o Licanantay. Es el conocimiento de las primeras naciones que no lograron exterminar y que hoy retorna como salvación de la humanidad.
La democracia ha vuelto a sus legítimos dueños. Es un poder de nueva generación. Es el poder de mirar el bien común y establecer los límites que ese bien superior nos aconseja.
El Kume Mongen: utopía y posibilidad
La experiencia nos ha demostrado que el Buen Vivir solamente ocurre cuando la gente común se involucra, se compromete y se une para exigirlo. Existe en Chile una conciencia común sobre la necesidad de este cambio. Como lo señalaba proféticamente el filósofo Pietro Ubaldi: “El próximo salto evolutivo de la humanidad será reconocer que cooperar es mejor que competir”.
El 15 y 16 de mayo, hemos demostrado que un voto puede cambiar vidas. Y si puede cambiar vidas, también puede cambiar el país. Hoy más que nunca en la historia debemos unirnos, no solo para escribir la nueva Constitución, sino para escribir la historia. Ya no seremos más espectadores. Han pasado 140 años en el caso de mi pueblo Mapuche y 200 años en el caso de Chile, ya es demasiada espera. Lo que hagamos hoy repercutirá en las generaciones venideras.
“Hoy más que nunca en la historia debemos unirnos, no solo para escribir la nueva Constitución, sino para escribir la historia. Ya no seremos más espectadores.”
El Buen Vivir es, al mismo tiempo, una utopía y una posibilidad cierta. Es una utopía porque constituye el sueño de un país distinto, donde la diversidad conviva en condiciones de mayor equidad y con un respeto irrestricto por la Madre Tierra. Pero también es una posibilidad cierta pues los pueblos indígenas vivieron miles de años bajo este precepto. En realidad, no venimos a plantear ideologías foráneas. Venimos a plantear lo que realmente somos.
Las viejas prácticas y la institucionalidad acomodada a las élites fueron derrotadas en la constituyente. Ahora hay que ganar las presidenciales. Indígenas, chilenos y chilenas debemos unirnos ante nuestros adversarios comunes que en los pasillos del poder fabricaron la desigualdad y secuestraron la democracia para su uso personal. Somos hermanos de la misma especie humana y la unión debe ser desde nuestra diversidad.
Debemos buscar la unidad política y social de un pueblo que quiere alcanzar el Buen Vivir inclusivo. Nada puede frenar el poder de millones que piden un cambio.
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* Diego Ancalao Gavilán es mapuche y profesor de la comunidad Lonko Manuel Ancalao de Purén Indómito. Es autor de los libros “Mapuche, hijo de dos naciones” y “Otra vez hoy, la tierra se levanta, hacia un mundo del Kume Mongen”. Actualmente es candidato independiente a Presidente de Chile Por el Buen Vivir.
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Fuente: Revista digital Debates Indígenas: https://debatesindigenas.org/notas/107-buen-vivir-chile.html
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