En las elecciones regionales del 19 de noviembre los partidos políticos sufrieron una gran derrota: el Apra perdió 9 de las 12 regiones que tenía. En las 15 regiones del voto contundente a favor de Humala en las elecciones presidenciales de hace sólo cinco meses, su partido nacionalista no ganó ninguna y ni siquiera pudo presentar un candidato en Cusco, allí donde sus aliados rivales de la Unión por el Perú, sí obtuvieron una pequeña victoria. Fujimoristas y toledistas desaparecieron de la escena. Unidad Nacional, el bloque de la derecha, no ganó nada en las regiones pero sí obtuvo una victoria importante en 27 municipios de Lima. Reafirma su carácter limeño desde hace cincuenta años. El centralismo limeño como mal endémico de la política peruana está otra vez en el centro del escenario, por unos días. Las regiones contra Lima, otra vez como tantas otras en el pasado.
Cambió el mapa político. Esta es la frase repetida por todos los medios de comunicación hasta el cansancio después de cada elección en los últimos treinta años. Desde 1821 hasta 1979 los militares dieron los golpes que quisieron. Sólo desde los últimos 25 años tenemos elecciones sucesivas sin que eso signifique madurez democrática o algo parecido pero este hecho es un pequeño gran paso adelante en la construcción de algo llamable sistema democrático. Ninguno de los presidentes elegidos en ese período gobernó y gobierna democráticamente: Belaunde, García, Fujimori y Toledo han sido y son caudillos que trataron y tratan de hacer lo que quieren sin el mínimo respeto a sus electoras y electores. Belaúnde menos que los otros tres. Mención aparte merece Paniagua, precisamente porque nunca fue un caudillo ni jefe de partido. En Perú, democracia quiere decir elecciones cada cinco años y punto. Se trata de una democracia sin ciudadanos, frase que parece una contradicción pero corresponde a la realidad. El único derecho de ciudadanía que se respeta a medias es el votar. Los indígenas, por analfabetos pueden elegir pero no ser elegidos. El resto de derechos figuran en el papel y es posible realizarlos sólo con enormes esfuerzos y luchas. Para nadie es una novedad que hay en Perú ciudadanos de primera, segunda, tercera y quinta categoría.
Comentando los resultados de las elecciones el periodista Gorriti, dijo: perdieron los partidos, ganó Alan García. Cargarle las culpas al Sr. Mulder secretario general del APRA y dejar al presidente García libre de toda responsabilidad es parte de lo mismo. Se le premia a García por un fracaso. Aquí está la madre del cordero. A pesar de su capacidad y limpia trayectoria, Gorriti comete un grave error. Separar a Alan García de su partido es hacerle un favor y contribuir a una gran confusión. Alan García es hechura del Apra, ha sido el elegido de Haya de la Torre. Eso de creer que Alan García es responsable de lo bueno del Apra y los otros dirigentes de lo malo es una contribución con el caudillismo.
García es el principal responsable de todo lo que ocurre en el APRA porque es el jefe, el caudillo, el principal obstáculo para que su organización sea democrática y pueda convertirse en un partido serio. ¿Hubo en Perú partidos sin caudillos? El Perú produce caudillos en cantidades navegables, de todo tamaño y color, de izquierda y de derecha, civiles y militares. Haya y Belaúnde fueron caudillos y jefes. Barrantes, el líder de izquierda, el primer alcalde socialista de una ciudad capital en América Latina, y el señor Bedoya Reyes de la Iglesia social cristiana también. Este es uno de nuestros problemas políticos más graves.
En los partidos de caudillos y jefes no hay democracia alguna. Se hace lo que el caudillo quiere. Alan García es presidente y vocero único del gobierno y de todos los ministerios. Es el portavoz que informa a la prensa de todo. Para delegar funciones y compartir responsabilidades es necesario respetar a los otros, confiar en ellas y ellos y no sentirse Dios. Los caudillos de partidos son limeños o provincianos que actúan como limeños, no conocen la realidad peruana, pasan por los Andes y la Amazonía, corriendo, siempre corriendo. Su razonamiento es muy simple: lo principal es el partido, los provincianos deben apoyar a la dirección del partido, sacrificar lo local y regional por lo nacional. ¿Qué le ofrecen los partidos a las regiones y provincias? De soluciones para sus problemas, ninguna; de malos ejemplos para hacer política, muchos. Hay caudillos regionales provinciales y distritales. Cada uno desarrolla unos egos fantásticos. Si luego de las elecciones de 2001, los líderes regionales del país hubiesen articulado una posible propuesta nacional alternativa habrían dado un gran paso adelante. No lo hicieron por que cada uno se creía el caudillo elegido para dirigir a los otros. Una suma de caudillos no sería capaz de producir una propuesta nacional del mismo modo que no hay un coro con sólo primeras voces. Los ganadores de las elecciones regionales tienen ahora el desafío de articular sus esfuerzos y dejar de lado sus ambiciones personales.
Los partidos de caudillos y jefes, de dueños y clientes son centralistas por definición y principio, son parte del problema y no de la solución. Habría que informar a muchas peruanas y peruanos que Lima fue fundada contra Cusco, que Túpac Amaru propuso que la capital del reino volviese a ser Cusco y que la monarquía española ordenó hacer desaparecer de la memoria a Túpac Amaru. El primer Perú, hasta 1780 era de los Incas. El segundo, desde 1780 hasta ahora es de los criollos, hijos de españoles nacidos en Perú. Los pueblos indígenas de Perú en 1821, entonces cuatro quintas partes de la población, no tuvieron nada que ver con la nueva República. A Ningún criollo se le ocurrió considerarlos como peruanos. Tampoco hubo dirigentes indígenas capaces de exigir ser invitados en esa fiesta de la nueva República porque todos estaban muertos. La monarquía española mató a más de cincuenta mil personas y de los rebeldes no quedó nadie. Un tío y el último hijo de Túpac Amaru II fueron enviados al exilio y murieron en España. El Perú de todos, criollos y pueblos indígenas de los Andes y de la Amazonía con una constitución para todos es una deuda por pagar, un arreglo de cuentas en el futuro. De eso trata el tema político en Bolivia con una constitución que por primera vez tenga a los pueblos indígenas como actores plenos en su propio país.
Acción Popular, el partido fundado por Belaúnde, ya no tiene fuerza alguna. El partido social cristiano está ahora bajo el paraguas del alcalde reelegido de Lima, un carismático líder urbano limeño que no oculta sus deseos de ser presidente de la república en 2011. El APRA tendrá que hacer un esfuerzo supremo para conservar su 20% del electorado y las simpatías de la derecha y de los ex izquierdistas aterrados por el peligro de Humala que le permitieron ganar las elecciones presidenciales. Le tocará más temprano que tarde una nueva crisis. Nos aproximamos a una nueva etapa política que estará marcada por la crisis de los partidos centralistas y la aparición de otras alternativas.
Comentarios
De acuerdo. Ni es el fin de la partidocracia ni ha empezado la "rebelión de los caciques". Ha sido un golpe contundente al Centralismo, un fenómeno complejo que está metido hasta en la médula: hay centralismo económico (la ley del presupuesto), hay un centralismo polÃtico ("centralismo democrático" de los partidos) hay un centralismo moral ("el Perú es Lima, Lima es el jirón dela Unión..."), etc.
Escribo desde Barcelona, España.
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