Diversas historias y testimonios pueden relatarse sobre la victoria de los pueblos en la contienda electoral del pasado 2 de julio. Nuestro entorno estuvo lleno de acontecimientos relevantes y lecciones visionarias sobre los procesos políticos electorales. Comparto las enseñanzas más significativas.
Historia y raíz libertaria. Nuestra Casa de Campaña en Chilapa fue la misma Casona Histórica que sirvió de morada a las tropas del general Emiliano Zapata. Así como en 1913, desde allí los zapatistas planearon la toma de Chilpancingo, también con mis compañeros de la Coalición por el Bien de Todos, desde ese rincón histórico, humilde pero lleno de dignidad, preparamos la victoria electoral del 2 de julio pasado.
Nuestro sueño fue custodiado por la raíz y el legado zapatista. Desde que se abrió el antiguo portón, sabíamos que en su regazo se incubarían los caminos de nuestra campaña político electoral. Desde allí brotaron las primeras voces de la campaña por la dignidad de nuestros pueblos.
Las primeras voces de campaña. Nuestra campaña política electoral diseñó una estrategia fincada en el trabajo de base y en la escala comunitaria. Trazamos una campaña a ras de tierra; lo mismo en el área urbana como en la zona rural. Como en las grandes epopeyas de la antigüedad, nos preparamos para conquistar la victoria que nos aguardaba el 2 de julio. Desde nuestros primeros mensajes, insistimos que mi candidatura no estaría basada en el derroche o despilfarro de recursos. Tampoco se sustentaría en el reparto de dinero, en la corrupción de líderes, mucho menos en el engaño y la mentira. Insistí en no promover quimeras. Anuncié que había llegado la hora de hablar con la verdad al pueblo. Basta de mentiras, engaños y demagogia. Estas primeras voces sacudieron conciencias. Empezamos a levantar la dignidad y el orgullo del pueblo. La valentía se asomó en el rostro de hombres y mujeres dispuestos a protagonizar el quiebre político que soñaron nuestros antecesores.
Principios y dignidad. La bandera política de mi campaña se basó en la dignidad y el respeto de los pueblos. Siempre tuve certeza que la dignidad es una bandera que ninguno de nuestros adversarios podría arrebatarnos. Definí mi aspiración de legislar con los principios legados por nuestros antepasados: no robar, no mentir, no traicionar y no ser cobarde. Sabía que ninguna de estas virtudes podrían despojarnos nuestros adversarios. El robo, la mentira, la traición y la cobardía han sido sus principales bases para edificar su poder ilegal e ilegítimo. En mis encuentros con el pueblo, reiteré que nada me impedía hablar con dignidad y coraje.
Había llegado la hora de terminar con la ola engaños al pueblo de Guerrero. Forjamos una nueva esperanza basada en la verdad y en los desafíos de trabajar junto con nuestros pueblos.
Reorientar el oficio parlamentario. Los tiempos actuales reclaman retos y nuevos compromisos para dignificar el trabajo parlamentario. Lo más relevante: justicia para los pueblos indígenas, la emergencia de la agenda de las mujeres y la juventud, el derecho a la educación y la salud, la protección de la economía campesina, la reestructuración del Procampo, la soberanía alimentaria, el derecho a las vías de comunicación, marco jurídico para la pensión alimentaria y apoyo a los discapacitados, el derecho al trabajo, protección de los derechos humanos y legislación para los migrantes, impacto del presupuesto y gasto social para disminuir la pobreza de la población más vulnerable, etcétera. Una auténtica reorientación del oficio legislativo implica dar una fuerte batalla en la esfera constitucional y la gestoría parlamentaria orientada al terreno social sustentada en la obra pública: carreteras, electrificación, escuelas, salud, producción, etcétera. Ley y demanda social se convierten en una relación indisoluble del legislador con el pueblo. La propuesta cautivo confianza y compromiso político.
La coyuntura del 2006. A nivel nacional, México ha sido testigo del resquebrajamiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Guerrero también ha observado su quiebre político. Cientos y miles de guerrerenses dignos abandonaron el PRI en las pasadas elecciones federales. En el VI Distrito vimos la desbandada y el despedazamiento de los priístas. Las columnas del PRI se desploman. Es un cuerpo político que se quedó sin cabeza ni pies. Sin cabeza política y sin pie social, Héctor Vicario Castrejón (HVC), quedó condenado al fracaso en la misma región donde antes triunfó con mentiras y engaños. HVC fue el peor candidato que el tricolor seleccionó: el desprestigio y el descrédito fueron sus cartas de mayor debilidad. El desmoronamiento y división internos del PRI fueron factores de coyuntura para cosechar la victoria de nuestros pueblos. Mientras el PRI vivió su peor debilitamiento, la Coalición por el Bien de Todos intensificó su fortalecimiento y capacidad de movilización social. Indudablemente, en la cosecha de nuestros votos, el factor Andrés Manuel López Obrador, coadyuvó en la coyuntura del 2006. Se cumplió e hicimos cumplir el adagio popular: No hay PRI que dure cien años ni pueblo que lo aguante.
La campaña comunitaria. Siempre tuve plena conciencia que las elecciones federales del 2 de julio serían un verdadero campo de batalla y un escenario de guerra política. Sabía que la única manera de vencer al candidato del tricolor era bajar al suelo social y enfrascarse en una lucha directa. Bajar al suelo social implicó tener pies, vista y oídos en el terreno de los acontecimientos. Demandó tejer una red de alianzas en el campo comunitario. Quien teje la telaraña de los pueblos y encuentra la hebra de los ásperos caminos, difícilmente es vencido. Avanzamos de pueblo en pueblo, de voz en voz y nuestra palabra se expandió. No nos esperaba mucha gente en las reuniones, sino muchas reuniones con la gente. La nuestra, fue una campaña austera pero con mucha dignidad. Más que dar, recibimos del manto protector de los pueblos: consejos, alimentos, esperanza, dignidad y coraje. El díptico casero Marcos: una historia de dignidad, se convirtió en un verdadero proyectil de nuestra propaganda política. Fue un espejo humano para despertar sentimientos de rabia e indignación; también se hizo fuente de inspiración para cargarnos de valor, dignidad y coraje. Nuestra campaña comunitaria penetró en el corazón y en el alma de los pueblos. Sabía bien que entrar en el lenguaje de los pueblos, era una manera de desarmar al enemigo. Con esta fortaleza no podrían detenernos hacia nuestra victoria del 2 de julio.
El derrumbe de paradigmas. A la luz de mi modesta experiencia en el campo electoral observé derrumbarse varios mitos. Hace meses iniciamos una batalla frontal, en la cual nos enfrentamos al poder y demostramos que no siempre triunfa el dinero sobre la dignidad de los pueblos. Hasta Napoleón se equivocó cuando dijo que las guerras políticas se ganan con tres cosas: Dinero, dinero y más dinero. La fórmula del dinero no siempre es suficiente para conquistar una batalla electoral. El engaño y autoengaño es el mejor camino a la derrota. El candidato del PRI presumió ser el mejor posicionado de su partido a nivel nacional y la derrota del 2 de julio le hizo abrir los ojos a una realidad adversa. El mito de las encuestas es una aproximación que no siempre es certera. La realidad es mucho más compleja que cualquier muestreo tendencioso. Fue aparatoso el derrumbe de porcentajes en las preferencias electorales. Los primeros datos colocaron a nuestro adversario del PRI en 39, 29, 9 y hasta sólo 6 puntos de ventaja en el Distrito VI. La verdadera encuesta que cuenta es la del 2 de julio. Los resultados preliminares y finales hicieron pedazos la fantasía de las encuestas. Confirmó que los pueblos pobres e indígenas son impredecibles e inconmensurables. Nuestra experiencia del 2 de julio hizo sepultar paradigmas en el esquema clásico de hacer campaña. No hicimos apertura y tampoco cierre de campaña al estilo tradicional; y ello no impactó negativamente en los resultados electorales. En lugar de comprometer dinero, comprometimos nuestra palabra e insistimos en que había llegado el momento de hablar con la verdad. Hicimos conciencia que había llegado la hora de los pobres. Vivimos el tiempo de los pueblos olvidados. Este tiempo es nuestro tiempo. Llegó la hora de enaltecer nuestra dignidad. Por el Bien de México y por el Bien de Guerrero, nos propusimos triunfar y coronamos con gloria el sueño de nuestros pueblos.
Notas:
*Artículo de opinión publicado en El Sur, Acapulco, Guerrero 27 agosto de 2006.
** Diputado Federal electo.
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