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Julio César Arana Del Aguila
Por Juan Manuel del Aguila Tafur

En relación con Julio César Arana del Aguila, gran riojano, gran amazónico y gran peruano, es bueno tener en cuenta que hasta hoy no se ha escrito una Historia como tal. Fue, principalmente, un comerciante, un profesional del comercio y político. Como comerciante fue, desde los 14 años de edad, vendedor de sombreros de paja bombonaje, fabricados en Rioja y Moyobamba; luego regatón (vendedor minorista navegante por los ríos amazónicos), comprador y vendedor de mercancías varias necesarias para la actividad cauchera en las zonas de los ríos Huallaga, Marañón, Purús, Acre, Yavarí, Napo, Putumayo, Caquetá, Caraparaná, Igaraparaná y demás tributarios del Amazonas; comprador de caucho, especialmente de jebe débil y su exportación a los mercados de Inglaterra y Los Estados Unidos de América; financiador de la actividad cauchera usando los contratos de habilitación o avío por los cuales sus empresas entregaban mercancías varias para pago futuro con caucho. Llegó a ser uno de los empresarios más ricos de la Amazonia Peruana y Presidente de la Cámara de Comercio de Loreto. Como político fue Alcalde la Provincia de Maynas (Iquitos), Presidente de la Junta Departamental y Senador por el Departamento de Loreto. Sus detractores fueron de diversa clase. Comerciantes, como los caucheros colombianos (por citar algunos, Crisóstomo Hernández, Benjamín Larrañaga, Gregorio Calderón). Políticos colombianos, interesados en arrebatar al Perú la zona ubicada entre los ríos Putumayo, Caquetá y Amazonas, como que lo consiguieron con el Tratado Salomón – Lozano (1927) al cual se opuso Arana. Los ingleses, quienes subrepticiamente llevaron semillas de caucho del Brasil a Ceylán y Malasia (sudeste asiático) generando competencia con el caucho amazónico, hasta que el año 1912 lograron la caída de los precios del caucho amazónico y la quiebra de las empresas caucheras. Los estadounidenses, quienes tenían interés por independizar a Panamá de Colombia (tomar nota de lo ocurrido en el navío Winsconsin, 1902) consiguiendo de esta forma la autorización de Panamá para la construcción del canal, ofreciendo a Colombia hacer valer sus oficios para que sea compensada con la zona ya descrita (Putumayo, Caquetá, Amazonas), lo que ocurrió con el tratado Salomón-Lozano. No fue, pues, inocente la aparición en la zona del rio Putumayo e Iquitos de los estadounidenses el ingeniero Walter Hardenburg y su amigo W.B. Perkins. Como el Perú no podía repeler la invasión colombiana autorizó a Julio César Arana del Aguila que armara su propio ejército para defender el territorio peruano ya mencionado, donde sus empresas tenían sus centros de acopio de caucho, que le proveían sus habilitados. Las empresas comerciales, de las cuales era socio Julio Cesar Arana del Aguila, recolectaban caucho en la gran hoya amazónica, mientras él viajaba en plan de negocios de Iquitos a Manaus, Belem do Pará, Nueva York, Londres, Biarritz y Lima. Esos viajes duraban meses pues era en barco y todavía no existía el Canal de Panamá. Para llegar de Iquitos a Lima el viaje era en barco a Yurimaguas, luego por camino de herradura a Moyobamba, Rioja, Chachapoyas, Celendín, Cajamarca, Pacasmayo y en barco al Callao. Duraba más de dos meses. O también por barco yendo de Iquitos a Belem do Pará, bordear el Brasil para pasar del Océano Atlántico al Océanos Pacífico por el Estrecho de Magallanes y navegar hasta el Callao. Todos los detalles de sus negocios quedaba en manos de sus administradores, habilitados o aviados y subhabilitados o subaviados, quienes eran comerciantes independientes de las empresas de Arana. En Iquitos, el Juez le abrió un proceso penal y en el parlamente inglés, “Cámara de los Comunes” le fue abierto, también, un proceso público, por genocidio, donde declararon en contra de él el inglés Roger Casement y el estadounidense Walter Hardenburg; procesos que se cerraron porque no habían evidencias de que Julio César Arana del Aguila fuera el responsable; no le pudieron condenar por actos de sus habilitados y subhabilitados, pues las publicaciones periodísticas no son suficientes como pruebas. El era un estratega empresarial nato. Por eso es que fundó varias empresas como Arana, Larrañaga y Cía., Arana, Vega y Cía., J.C. Arana & Hermanos, en Iquitos; Casa Arana Bergman & Co, Nueva York, y la Peruvian Amazon Rubber Co., (1907), después llamada Peruvian Amazon Co., con sede en Londres (oficina en Salisbury House, London Wall, London E.C.); cuyo directorio estuvo conformado por los financistas ingleses Henry M. Read y Sir. John Lister Kaye, de Londres; por el comerciante peruano inglés John Russel Gubbins, de E & W. Hart, de Lima; por el naviero portugués Sebastián Clemente Barâo (Barón) de Sousa Deiró, de Goodwin, Ferreira & Cº Ltd., de Manchester; por el banquero francés Henri Bonduel, de 10 Rue de Aumale, de Paris; por Julio C. Arana y Abel Alarco, de J.C. Arana y Hermanos, de Iquitos, siendo Manager Abel Alarco; banqueros: Lloys Bank, London; Martin’s Bank Limited, London; London Bank of Mexico & South America, London; además tenía sucursales y representantes en muchas ciudades del extranjero. No está bien que se tome como referencia histórica novelas de literatos interesados en la difusión (ventas) de sus novelas. Las novelas no son textos de Historia escritos por historiadores. Las novelas son creaciones de los novelistas; son historias inventadas o historias adulteradas para que los lectores quieran adquirirlas y leerlas. Novelas sin compradores no es negocio. Las novelas históricas, algo tienen de verdad, pero no son necesariamente ciertas, pues la verdad ha sido adulterada de acuerdo a las necesidades del novelista. Por eso la novela “La Vorágine” del novelista colombiano José Eustasio Rivera Salas debe leérsela como tal, como novela. La novela “El sueño del celta” de Mario Vargas Llosa, es eso, una novela, no es un libro de Historia. Con suma claridad Mario Vargas Llosa en su “Elogio de la lectura y la ficción”, leído cuando le fue entregado el Premio Nobel 2010, habla claramente que un tema es la historia y otra la literatura, habla de “inventar historias”. Pregunté una vez a un guionista de cine sobre la modificación de la verdad histórica en las películas cinematográficas con motivo de la exhibición de la película Fitzcarraldo, de Werner Herzog, y él me contestó que si no se le adecuaba a los intereses de los cinéfilos éstos no lo verían y por tanto sería un mal negocio. Le dije, entonces, pero eso es antiético y me contestó que quizás porque él no era un historiador sino un guionista profesional. Algo parecido ocurre con los novelistas.
Julio César era un hombre hogareño, pulcro y autoeducado. Hablaba además del castellano, el inglés, el francés y el portugués. No debe olvidarse que fue el gestor de la Ley 5100, del 18 Mayo 1925, que creó el Colegio Nacional de Iquitos (CNI) cuyo primer director fue el riojano Pedro Antonio del Aguila Hidalgo, sobrino suyo. En Rioja e Iquitos existen calles con su nombre. Julio César Arana del Aguila nació en Rioja el 12 de Abril de 1864. Falleció en Lima (Magdalena del Mar) el 7 de Septiembre de 1952. Hijo de don Martín Arana Hidalgo y doña María de Jesús del Aguila Vásquez; ella, a su vez, fue hija de Segundo del Aguila y Patricia Vásquez. Sus hermanos fueron: Martín, Irene, Florinda y Natividad. Estuvo casado, en primera y únicas nupcias con el amor de su vida la dama riojana Eleonora Zumaeta. Fueron sus hijos Lilly, Luis, Julio y Angélica Arana Zumaeta.
Lima, 12 Mayo de 2012

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