Los españoles no sólo alienaron a la población incaica, sino que diezmaron fÃsicamente a la población con los métodos de la esclavitud y las enfermedades que trajeron: tuberculosis, viruela, cólera, gonorrea, sÃfilis, peste, lepra, fiebre amarilla, piojos, pulgas, ratas, etc. En el tiempo que llegaron los españoles a América, las enfermedades en España eran consideradas castigo divino y las curaciones se realizaban con resos, avemarias, penitencias, golpes de pecho, aleluyas, etc.; en la misma época en América ejercian la medicina cientÃfica: operaciones del cerebro, implantación de dientes, practicaban la cuarentena etc. Cuando llegaron los españoles, el hemisferio occidental tenÃa 53.9 milloness de habitantes y el imperio incaico 15.7 millones (Denevan 92) y cuando fueron expulsados quedaron menos de 1 millón. Implantaron la religión a sangre y fuego; al nativo que no iba a misa los domingos lo azotaban públicamente, conducta contradictoria porque a los nativos los consideraban personas sin alma. Al declarar Benedicto XVI que los nativos anhelaban a cristo silenciosamente, difunde otro pensamiento mágico, en que se sustenta la religión católica.
Los españoles no sólo alienaron a la población incaica, sino que diezmaron fÃsicamente a la población con los métodos de la esclavitud y las enfermedades que trajeron: tuberculosis, viruela, cólera, gonorrea, sÃfilis, peste, lepra, fiebre amarilla, piojos, pulgas, ratas, etc. En el tiempo que llegaron los españoles a América, las enfermedades en España eran consideradas castigo divino y las curaciones se realizaban con resos,
avemarias, penitencias, golpes de pecho, aleluyas, etc.; en la misma época en América ejercian la medicina cientÃfica: operaciones del cerebro, implantación de dientes, practicaban la cuarentena etc. Cuando llegaron los españoles, el hemisferio occidental tenÃa 53.9 milloness de habitantes y el imperio incaico 15.7 millones (Denevan 92) y cuando fueron expulsados quedaron menos de 1 millón.
Implantaron la religión a sangre y fuego; al nativo que no iba a misa los domingos lo azotaban públicamente, conducta contradictoria porque a los nativos los consideraban personas sin alma. Al declarar Benedicto XVI que los nativos anhelaban a cristo silenciosamente, difunde otro pensamiento mágico, en que se sustenta la religión católica.