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Justicia Climática en la COP 20

Por Luis Hallazi*

23 de noviembre, 2014.- Conforme se acerca el mes de diciembre nuestras luces de consumo navideño se encienden y quizás alguna conciencia climática aparezca. Se trata que del 1 al 12 de diciembre se reúnen representantes de 194 países en Lima para ocuparse en un borrador de documento que permita ser base de un acuerdo a los serios problemas de calentamiento global

; corroborado por sendos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre elio Climático (IPCC), un panel de científicos que va por su quinto informe y que en el terreno ya cuenta con millones de personas que desde hace un tiempo empiezan a sufrir las consecuencias.

Es paradójico que Perú, un país terriblemente desigual, sin huella industrial que le preceda, considerado uno de los países más vulnerables en el mundo (tercero según Instituto Tyndall Centre), con  pérdidas de glaciares de 30% a 50% de su superficie en razón de los últimos 30 años; sea el anfitrión de esta reunión, pero además se pretenda cargar de mayor responsabilidad y forzar a negociaciones no muy claras, solo por poseer bosques amazónicos que podrían ser la esperanza para el planeta. Si existe alguna certeza a estas alturas del calentamiento es que los países pobres son los que menos han contaminado, pero al mismo tiempo los que empiezan a pagar las consecuencias del cambio climático, sin recursos para mitigar y adaptarse; una injustica más, pero ahora climática.

Si partiéramos en asumir esa injusticia, las negociaciones podrían tomar otro rumbo y quizás habría un acuerdo que empiece por mantener la temperatura por debajo de los 2ºC, y hasta el 2050 podríamos reducir las emisiones entre 40% y 70% a nivel mundial, si siguiéramos ese camino, según los estudios de IPCC hasta el 2100 disminuirían a nivel cero. Sin embargo la realidad es otra, ningún país ni empresa transnacional contaminante, es decir ninguna economía poderosa asumirá sus responsabilidades contaminantes del pasado, ni parece interesar las de futuro. Pero además, su estrategia es aún más irresponsable, aprovechar estos tiempos climáticos para hacer negocios “verdes” y utilizar a las economías de varios países pobres y emergentes para fortalecer un modelo depredador que ya empezó a acumular serias violaciones de derechos humanos y que en sus mismos países hace aguas.

Esta situación se agrava mucho más si como contraparte esos países pobres y emergentes tienen gobernantes sin conciencia ambiental y que menos aún se toman en serio la alarmante crisis climática. Perú, país anfitrión de la COP 20 es el mejor ejemplo, de parecida forma como lo fue México en la COP 16, nada de esas posturas parecen cambiar, solo el clima y los efectos desgarradores en distintas partes de planeta, que conforme pase más tiempo será difícil evitar.

Bajemos al llano, en Perú la resolución del Ministerio de Ambiente que declaró de interés público la COP 20 tiene como objetivos en primer orden el posicionamiento político del país, la atracción de nbso online casino reviews inversiones, promoción de negocios verdes, ingresos económicos para el país y en último orden un objetivo poco comprensible cambio climático e inclusión social. Bajo estos objetivos se utilizarán aproximadamente US$ 77 millones del presupuesto público, con un aporte de US$ 20 millones de la ONU. Planteado en esos términos de flagrante confusión no nos extraña que el 92% de peruanos no sepa que es la COP 20 (Encuesta Datum, noviembre).

Lo que ya constituye un caso de incoherencia alarmante es que el mismo año que Perú es anfitrión de una reunión internacional que supuestamente trata de poner límites a la emisión de gases de efecto invernadero, es decir gases contaminantes producidos principalmente por países ricos; ese mismo año el Gobierno peruano impulsa acciones en contra de la legislación e institucionalidad ambiental, a través de reformas normativas, llamados paquetazos que flexibilizan y debilitan los mecanismos de defensa que salvaguardan el medio ambiente y los derechos de pueblos indígenas, agudizando cada vez más un modelo básicamente extractivo y contaminante. No haciendo ninguna reflexión sobre cuál sería el papel que deberían jugar economías emergentes en plena era del cambio climático; e incluso interpelarnos a nosotros mismos peruanos, latinoamericanos de clase media que queremos consumir sin conciencia ambiental.

Como resultado de eso tenemos normas como la Ley 30230, impulsada por el Ministerio de Economía y Finanzas, que debilita las funciones del organismo de fiscalización ambiental (OEFA), reduce los niveles mínimos de instrumentos que nos ayudan a identificar la contaminación del agua, aire y suelo (ECA, LMP), sustraen las funciones de instituciones especializadas que buscan categoriza zonas de gran biodiversidad para poderlas proteger; arrebatan re-centralizan la posibilidad de ordenar el territorio; facilitan a través de procedimientos especiales el acceso y uso de derechos de propiedad pública y privada a favor de proyectos de inversión, liberando las tierras y territorios de propiedad de comunidades nativas y campesinas, al igual que facilitar el traspaso de tierras del Estado para entregarlas a proyectos de inversión. Y últimamente aprobando reglamentos en materia de hidrocarburos y minería que flexibiliza los estándares ambientales, elaborando proyectos de Ley que pretenden recortar la superficie del Parque Nacional Cerros de Amotape, marcando un pésimo precedente y poniendo en peligro un conjunto de bosques y manglares de la vertiente del Pacifico.

Lo cierto es que con tal prontuario, no hay discurso bien intencionado que valga ni en lo más alto del podio de la COP 20. Todas estas acciones del país anfitrión han puesto en serio riesgo la legitimidad de estos eventos; sabiendo además que viene precedido de un fracaso rotundo como fue la COP 19 en Varsovia. Bajo esas circunstancias no sé qué tanto pueda servir un borrador de documento para la COP 21 en Paris, más aún si apenas se llevan trabajando dos capítulos.

Hay sin duda una gran responsabilidad de los anfitriones por empezar a darle sombra a esta reunión; por lo que parece ser, que esta COP dejará un gasto excesivo en logística y seguridad para los visitantes, además de algunas inversiones verdes que sigan ejerciendo más presión en los bosques y pueblos amazónicos. Lo único que quizás pueda quedar para el recuerdo, es una movilización masiva el 10 de diciembre que ponga sobre la mesa qué está en juego en la actual crisis climática. Por lo demás la elite internacional y nacional parecen más ocupados en encontrar otro planeta, apostando por esa supuesta habilidad del ser humano, para superar lo imposible.

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*Luis Hallazi es abogado y politólogo, especialista en derechos humanos y en mecanismos para el ejercicio de un derecho transformador.

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Fuente: Alainet: http://www.alainet.org/active/78925

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Incoherencias?.. Son insostenibles acciones como consecuencia no de un mundo globalizado sino de un gobierno globalizado.

EL GRAN NEGOCIO DEL CAMBIO CLIMATICO

El año pasado un satélite de la Nasa registró en la Antártida 92,9º bajo cero. La segunda temperatura más baja de la historia. Incluso en los veranos marcianos, en sus polos, la climatología resulta más benigna. A la vez, el periodo que va de 1983 a 2012 el más cálido en 1.400 años, según las conclusiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. En este mundo extremo, en el que la nieve cae como estalactitas y en el que la OCDE advierte de que casi la mitad de la población mundial vivirá en 2030 en condiciones graves de estrés hídrico, algunos se preparan para hacer (mucho) dinero.

El calentamiento global aumenta la posibilidad de padecer alergias, incrementa los déficits nutricionales, multiplica la exposición de la población a catástrofes ambientales y enfrenta a millones de seres humanos al desabastecimiento de agua y alimentos. Frente a esta situación, la industria actúa de dos formas: adaptándose o innovando. Y ambas pueden ser muy lucrativas. Por eso ante esta “nueva normalidad” algunos emprendedores han lanzado diseños innovadores como barreras contra tormentas marinas, islas y penínsulas artificiales o plantas desalinizadoras. El negocio lo abarca casi todo. Desde energías renovables (solar, eólica, marina) hasta sistemas para manipular el clima (geoingeniería).

Pero al lado de quienes crean viven quienes, sencillamente, aprovechan las nuevas oportunidades. La previsible carestía de agua está provocando que cada vez más países e inversores acaparen tierras en África y Latinoamérica para asegurarse reservas acuíferas. La plataforma Land Matrix ya contabiliza 35,64 millones de hectáreas de tierras (casi cuatro veces el tamaño de Portugal) acaparadas en el mundo. Además, como señala el periodista McKenzie Funk, quien acaba de publicar Windfall (The Booming Business of Global Warming), “el deshielo en el Ártico abre paso a la explotación de las petroleras” y a nuevas rutas de navegación y comercio, lo cual, a la vez, podría avivar la tensión geopolítica entre los países de la zona.

Los expertos alertan además sobre los efectos de este fenómeno en la producción global de alimentos. “El cambio climático minará la producción mundial de alimentos, la convertirá en más imprevisible y veremos con mayor frecuencia periodos de escasez. La crisis alimenticia de 2008 es un buen ejemplo. Compañías como Cargil, que controla el negocio del grano, Monsanto [también habría que sumar a Bayer y Basf], primer fabricante de semillas genéticamente modificadas, o Yara, que domina el mercado de los fertilizantes, obtienen ya beneficios récord”, avisa Devlin Kuyek, experto de la ONG Grain. Y advierte: “El control de las multinacionales resulta cada vez más extremo”. Para lo discutible y para lo encomiable. En el sector del automóvil, los coches híbridos impulsados por General Motors, Honda, Ford y, sobre todo, Toyota sitúan a estos fabricantes como otros de los ganadores del calentamiento global.

La quiniela de vencedores incluye también a otras industrias. Giles Money, de la gestora Schroders, espera que “la industria de la iluminación por led [consume mucho menos que las luminarias tradicionales] crezca significativamente este año”. Habla, incluso, de un 30% para los próximos ejercicios y cita también al sector de la construcción, sobre todo en los mercados desarrollados, y al comercio electrónico, cuya baja huella de carbono, según Money, permite a los distribuidores mejores precios. Por su parte, Luciano Diana, gestor del fondo Pictet Clean Energy, abre la conversación con un recuerdo. “El mundo gasta de media el 8% de su riqueza en energía, pero dos terceras partes se pierden antes de llegar al usuario”, sostiene. Bajo estas condiciones, el gran beneficiado del cambio climático será la eficiencia energética. Y ahí estarán las compañías de gas natural comprimido y licuado, que es más barato y limpio que el petróleo o las empresas relacionadas con el ahorro de energía en la industria (Fanuc, Rockwell Automation o Delta Electronics).

Son nombres que forman frases, que construyen párrafos que crean páginas que escriben la novela del negocio del cambio climático. Y en ella, los seguros y las empresas que manejan información meteorológica harán caja. Por eso, Monsanto adquirió el año pasado la firma Climate Corporation, que suscribe seguros meteorológicos para granjeros. La idea es vender información a los agricultores que emplean sus semillas modificadas genéticamente. Quien conozca el tiempo (una buena oportunidad de negocio, por cierto, para el operador español de satélites Hispasat) ganará millones. A esa carta también juegan los grandes del seguro como AON, AIG, Zurich, Swiss Re o Lloyd’s. Esta última ve la cuenta de resultados fuera. “El cambio climático tendrá más impacto en otras partes del mundo antes que en el Reino Unido. Al ser Lloyd’s una aseguradora global tenemos la responsabilidad de analizar estos impactos y asegurarnos de que todo, incluyendo precios y pólizas, va en consonancia con estos cambios”, indica Trevor Maynard, alto ejecutivo de Lloyd’s.

Ahora bien, una de las habilidades del capitalismo es su destreza para transformar un problema en un activo financiero con el que ganar dinero. Ya sea tangible, como el agua, o inasible como el dióxido de carbono. Aun así, para los inversores en el cambio climático la clave habita en el agua. Las emisiones de carbono son invisibles. Pero los glaciares que se derriten, el agua que se evapora o las lluvias que caen torrenciales son el auténtico rostro del cambio climático.

A partir de 2006, después de que Al Gore, ex vicepresidente de Estados Unidos con Bill Clinton, presentara el documental Una verdad incómoda y que el deshielo en el ártico alcanzara en aquellos días su nivel récord, la industria financiera “reaccionó” a su manera. En solo dos años se lanzaron 15 fondos que invertían en agua y sus aledaños. En un suspiro reunieron 13.000 millones de dólares (9.492 millones de euros) y los grandes de la industria Goldman Sachs, UBS o Credit Suisse ficharon a analistas hídricos. Algo insólito. El agua iba a ser el petróleo de la nueva centuria, dijeron. En verdad, “una puerta abierta al hidrocolonialismo”, ironiza Gustavo Duch, coordinador de la revista Soberanía Alimentaria. De hecho, Goldman Sachs escribió en 2008: “A riesgo de ser alarmistas, vemos paralelismo con la economía maltusiana [Esa apocalíptica teoría que advierte de que no hay recursos para todos]. Globalmente, cada 20 años el consumo de agua se duplica”.

Con el paso del tiempo, los fondos han suavizado esa posición tan dramática. Y durante la crisis financiera algunos productos especializados en energías renovables y cambio climático sufrieron salida de capitales. DWS —gestora del Deutsche Bank— transformó su DWS Climate Change Fund por un más genérico DWS Invest Clean Tech, que gestiona algo más de nueve millones de euros.

Aun así, los analistas del banco privado Julius Baer estiman que solo en Suiza hay bajo gestión 50.000 millones de francos (40.900 millones de euros) en fondos asociados al calentamiento global. “Y han crecido” —afirma la entidad helvética— “más de un 30% anual durante los últimos cinco años”. Es más, el fondo que gestiona las pensiones danesas acaba de anunciar que invertirá 188 millones de euros en proyectos que luchen contra el cambio climático.

Al fin y al cabo, los estrategas financieros del mundo piensan de forma más sencilla de lo que creemos. Casi nada es compleja econometría, sino pura lógica. “No existe ningún sustituto del agua a ningún precio. Y no se puede fabricar”, narra, en el libro Windfall, John Dickerson, un antiguo analista de la CIA y fundador del fondo especializado en agua Summit Global Management. Bajo este escenario, el agua se siente huérfana —carece de una legislación que la proteja internacionalmente— y los inversores han puesto el ojo en ella. Uno de los resultados es un boyante negocio que mueve más de 300.000 millones de dólares (219.000 millones de euros) y cuyos beneficios se reflejan en los principales índices de Wall Street. En los últimos diez años —describe la gestora Fidelity— el S&P Global Water ha dado más dinero a los inversores que el petróleo, el gas o las materias primas. Incluso ha superado en rentabilidad al S&P 500, que agrupa a la crème de la crème de las grandes corporaciones estadounidenses.

A estas alturas del problema pocos dudan del potencial económico de la unión del hidrógeno y el oxígeno. “En algunos países existe un mercado para los derechos del agua, pero vemos poco valor ahí. Sin embargo, hay mucho por invertir en compañías activas en el ciclo del agua. Infraestructuras (diseño de plantas de tratamiento, válvulas, tuberías), reciclaje así como tecnologías relacionadas con este elemento (filtración, desinfección, control de la calidad)”, desgrana Jens Peers, jefe de Inversiones de la gestora Mirova. Aquí encajarían, por ejemplo, las españolas Abengoa o Gamesa. “Todo lo relacionado con el desarrollo de nuevas tecnologías bajas en carbono tiene potencial”, resume Peter Sweatman, director ejecutivo de la consultora Climate Strategy.

Lejos de España, en las gélidas tierras de Islandia, cuando sus habitantes miran a su alrededor, saben que son dueños de un tesoro. Tienen 25.000 veces más agua per cápita que los Emiratos Árabes. Y el brillo de sus glaciares ha atraído a inversores daneses, kuwaitíes, ingleses, chinos. Todos con una misma idea: usar viejos buques petroleros para transportar el agua. El cambio climático les permite acceder a más líquido y a la vez el deshielo abre caminos antes bloqueados.

Este fenómeno suena como una sinfonía a oídos de las grandes petroleras. “Repsol está presente en el Ártico en línea con su estrategia de diversificación geográfica”, cuenta a través del correo electrónico la compañía. La topografía de su presencia se “limita” a Alaska. En este santuario natural cuenta con 93 bloques en el mar de Chukchi, 67 en Beaufort y 231 en la zona de North Slope. En total, 391. Aunque todavía ninguno se encuentre en producción, el año pasado la empresa añadió 46 nuevos bloques en North Slope. Una evidencia del potencial que avizoran. “Lo que hace Repsol allí, con su presencia, es garantizarse un lugar a la espera de que el cambio climático haga el negocio todavía más accesible”, señala Sara del Río, de Greenpeace.

Este es el porvenir, el presente transita algo más tranquilo. “No se han identificado riesgos físicos relacionados con el cambio climático tan potentes como para provocar una modificación sustancial de nuestras operaciones”. Así lo sostiene la firma de transportes UPS, uno de los futuribles beneficiados, junto a sus competidores (TNT, DHL, FedEx), del deshielo ártico al abrirse nuevas rutas.

Aunque quizá lo más preocupante sea que el calentamiento global no solo deja vencedores y vencidos en la economía sino también en la geopolítica. “En todos los análisis Rusia es un ganador del cambio climático. Su tundra será cultivable, el deshielo permitirá acceder con mayor facilidad a los recursos naturales y facilitará las líneas de transporte”, enumera Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano. “Por el contrario España será uno de los perdedores. Habrá más presión desde el Sáhel por las hambrunas, y la subida del mar provocará que el litoral mediterráneo español se transforme en marismas y aumente el riesgo de malaria”.

LA GRAN ESTAFA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL, JA,JA,JA,...SOLO SON EUGENISTAS QUE QUIEREN REDUCIR LA POBLACION DEL PLANETA.
NOS QUIEREN VENDER ALGO COMO EL CARBONO Y PAGUES DINERO.
EL CUENTO CHINO DEL CALENTON GLOBAL.
EL CO2 ES VIDA. NO ES PELIGROSO ES PURA PROPAGANDA MEDIATICA.
SE ESTA ACERCANDO UNA GLACIACION ESA ES LA VERDAD.
EL IPCC ES CIENCIA PODRIDA, ES UNA ESTAFA, ES UN FRAUDE.
LOS INFORMES DEL IPCC SON FALSOS.
EL SOL ES ELCULPABLE DEL CALENTAMIENTO, NO EL CO2.
EL CALENTAMIENTO ES NATURAL Y MINIMO.
EL CO2 NO ES TOXICO.
LO QUE LLEGA ES UNA GLACIACION.
SE VIENE UNA MINI ERA GLACIAL EN EL 2030.
NOS ESTAMOS ENFRIANDO Y NO HAY NINGUN CALENTAMIENTO.
LO QUE LLEGA ES UNA ERA GLACIAL...JA,JA,JA,...NO ESTAN VENDIENDO CEBO DE CULEBRA A LOS PERUANOS.

Calentamiento global FRAUDE viene una Glaciacion
https://www.youtube.com/watch?v=a3rLXbyLRsc#t=2700

Arí, Pacha Mamanchikqa q'uñirichkanpunim, ¿imaraykutaq chayri? Ñuqanchik ari huchayuq kanchik, Pacha Mamanchiktaqa phiñachinchik ari, chayraykum q'uñirin.
Rimaq llaqtapis kanqa hatun huñunakuy COP20 sutiyuq, chaypiri, ¿hayk'a qullqitataq tukurinqaku?
Chay 196 mama llaqtakunamanta huñukuq runakuna ama ari wichq'asqallaqa kachunkuchu, aswanpas Rimaq llaqtap k'ikllunkunata qhawarichunku, mama qucha qhawariq lluqsichunku, Ariq Qhipa k'iklluta, Amankay k'iklluta, Javier Prado k'iklluta purirquchunku, chaymantataq rimanakuchunku.
Kay pachanchiktari, ¿pitaq aswan qhillichanpas, q'uñichinpas? Achka qullqiyuqkuna ari chaytaqa huchakunku. Paykunari, ¿maypitaq tarikunku? Paykunaqa Palacio de Gobiernokunapi ari kamachikuqkunamanta kachkanku. ¿Pitaq sapa p'unchaw aswan aswan lastikukunata ruramun? Kikin kamachikuqkuna ari, mana apaykachanankupaqchu, aswanpas qhatunankupaq; chaymi hatun huchaqa.
Runaqa Tawantin Suyupipas, Greciapipas, Romapipas, huk hatun kallpasapa qhapaq llaqtakunapipas, ¿qhuyakunatari llamk'arqankuchu? Quri qullqillata maskarqankuchu? Chay runakunari, ¿mayhinatataq tiyarqankupas, kawsarqankupas? ¿Llakisqachu? ¿Muchuspachu? ¿Unquspachu? ¿Pacha Mamam q'uñirichkan nispachu? Mana riki. Chayqa ñawpa kawsayman ari kutinanchik. Pacha Mamanchikqa much'anam karqan, chaymi inka runakunataqa "indio ignorante, que besa la tierra" nispa nirqankupas. Pacha Mamaqa mamanchikpuni ari, chayraykutaqmi imaymanata ruruchipuwanchi, paymi uywawanchik, chayraykutaq ñuqanchikpas sumaqta, munakuspa Pacha Mamataqa uywananchik, paqtataq chaymanta hatun llakikuna rikhurimuchkanman. Pacha Mamap ukhuntaqa kichasunchik, mana quri qullqi hurqunapaqchu, aswanpas yurakuna, muhukuna tarpunanchikpaq. Unutapas paray pachapi tantananchik chiraw pachapaq, chaymi Pacha Mamanchik munakuyqa, manam COP20 nisqapi yanqapas qasi rimarpariychu. ¿Imaraykutaq ñuqanchik runakunari chaypi rimarinanchikpaq mana mink'asqachu kanchik? Chay huñunakuypi rimaqkunari, ¿manachu kay llaqtanchikta qhillichanqaku? Qhillinkutaqa wasinkuman apakapunanku. Kay hatun huñukuyqa ¿manachu huk, iskay runakunalla achka qullqi chaskinankurayku rurakuchkan? Chay Manuel Pulgar Vidalta tapurisunchikman, Espinar llaqtapi rimasqanmantari,¿hayk'añataq hunt'akun?
Machu payata "Pacha Mamanchikta ama qhillichaychu" nichkay pachaqa, ¿imaraykutaq uña irqichakunata mana yachachikunchu?
Kay Perú Mama Llaqtanchikpiqa musuqmantam mama kamachikuy rurakunan; kaqtaq kay llaqtaqa yapamanta paqarinan; huk rimaykunaqa yanqam.
Icha, ¿qam ima ninkitaqchus?

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