Con motivo del Día Internacional de la Mujer conmemorado cada 8 de marzo, la docente Elena Burga reflexiona sobre el rol de las mujeres indígenas y su liderazgo en medio de la crisis actual que atraviesa el Perú.
Por Elena Burga Cabrera*
8 de marzo, 2023.- Hace unos días, muchos quedamos impactados al ver las imágenes de mujeres aymaras marchando pacíficamente, llevando con ellas a sus hijos, y ser disparadas con bombas lacrimógenas por los policías, pese a que sus vidas no estaban en riesgo. Mujeres que no tenían ni una piedra en la mano y fueron violentamente reprimidas. Más impactados quedamos al leer el comunicado del Ministerio de la Mujer diciendo que las mujeres no deben “exponer” a sus hijos llevándolos a las marchas… y más impactados aún quedamos al escuchar las declaraciones del ministro de Educación, de quien se espera una voz mesurada e inteligente, diciendo que hasta los animales protegen más a sus hijos que las mujeres aymaras que están en las marchas.
Una sociedad sana, mínimamente defensora de su esencia de humanidad, ya hubiera salido masivamente a rechazar y protestar por estos tres hechos ocurridos precisamente a escasos días del 8 de marzo. Un gobierno, sea de derecha, de centro o de izquierda, con un mínimo de principios y sentido de patria, ya hubiera destituido a este ministro que denigra al sector educación; y una presidenta mujer, con un mínimo de respeto a las mujeres y con visión de igualdad étnica y de género, ya estaría pidiendo disculpas públicas a estas mujeres y sancionando a los responsables, tanto policías como funcionarios.
Están en las marchas porque han asesinado a sus hijos, hermanos, maridos, o al de sus hermanas, vecinas, amigas. Y no están precisamente buscando derechos a favor de las mujeres, más bien algo más básico, reconocimiento y visibilización como seres humanos, como mujeres y hombres que son parte de un pueblo originario del Perú.
Pero no pasa nada, más bien empieza la fiesta, la parafernalia del 8 de marzo en todas las entidades públicas y privadas, las “felicitaciones” por las redes y los wasap con las frases hechas de siempre. Celebración caricaturesca de una fecha que busca más bien reflexiones profundas sobre todo lo que falta aún por avanzar en el ejercicio de los derechos de millones de mujeres en el Perú y el mundo. Mujeres como las aymaras, quechuas, ashánincas, shipibas, shawis, entre otras que hoy, luego de una terrible pandemia que las ha dejado más empobrecidas, y en medio de una crisis política sin precedentes, salen a protestar ejerciendo un liderazgo particular, buscando hacer escuchar sus voces y visibilizarse como actores políticos, ejerciendo su derecho ciudadano a la protesta, y terminan cuestionadas en su rol de madres y protectoras de sus hijos e hijas. Llevan con ellas a sus hijos a las marchas, así como los llevan al trabajo, a la chacra, al mercado, a las reuniones del colegio… a todos lados. Están en las marchas porque han asesinado a sus hijos, hermanos, maridos, o al de sus hermanas, vecinas, amigas. Y no están precisamente buscando derechos a favor de las mujeres, más bien algo más básico, reconocimiento y visibilización como seres humanos, como mujeres y hombres que son parte de un pueblo originario del Perú (desde antes de la llegada de los españoles), como parte de este país que históricamente las ha ninguneado y les falta el respecto de mil formas.
Este es el Perú del bicentenario que hoy vivimos, más polarizados que nunca y donde las mujeres indígenas siguen siendo las menos respetadas y valoradas. De acuerdo al último censo 2017, más de 3 millones de mujeres de nuestro país se autoidentifica como miembro de un pueblo indígena u originario, lo que representa un poco más del 20% de la población total de mujeres. Asimismo, del total de personas que tienen una lengua originaria como lengua materna (4 millones y medio), el 52% son mujeres.
Este es el Perú del bicentenario que hoy vivimos, más polarizados que nunca y donde las mujeres indígenas siguen siendo las menos respetadas y valoradas.
Las mujeres indígenas han sufrido históricamente una serie de desigualdades, exclusiones y una triple discriminación: por ser indígenas, por su condición de pobreza y por ser mujeres. Y como mujeres indígenas y pobres son la población que presenta los más bajos niveles de acceso a la educación: el 22% no ha logrado concluir algún nivel educativo, y sólo el 38% cuenta con primaria completa (Censo 2017). También tienen los más altos índices de violencia: el 63,2% de las mujeres que se reconocen como nativa, indígena u originarias ha sufrido algún tipo de violencia (Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2018).
Hoy, muchas mujeres indígenas están asumiendo liderazgo en distintos espacios de la vida social y política de sus comunidades, pueblos, regiones y del país. Ellas tienen una mirada mucho más holística de los problemas y de las soluciones a ellos, que además va acompañada de una mayor garantía de sostenibilidad a mediano y largo plazo. En los proyectos que ellas emprenden, ahí donde se desarrollan programas sociales y se invierte en ellas, se evidencia que esto redunda con mayor fuerza en el bienestar y la mejor calidad de vida de su familia, es decir, de sus hijos e hijas. Un estudio realizado con las socias y socios de la Cooperativa "Esperanza del Bosque" del río Tahuayo - Loreto, (que elaboran artesanías con base en recursos del bosque amazónico) demostró que las mujeres reinvierten más del 70% de los ingresos que reciben en sus familias (en sus hijos); en comparación con los hombres, que reinvierten en promedio menos del 50%.
La tarea aún es enorme en el tema de la igualdad de género, más aún en el caso de las mujeres campesinas e indígenas. Ellas exigen al Estado y a la sociedad en su conjunto mayor participación en los espacios de concertación y diálogo, y en la toma de decisiones sobre sus demandas y necesidades. Hoy 8 de marzo, valoremos lo avanzando hasta el momento, hagamos evidente lo que aún falta por lograr, y tomemos acción desde el rol que nos toca en la sociedad para avanzar hacia esos logros.
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* Elena Burga Cabrera fue viceministra de Interculturalidad. Es educadora con estudios de maestría en Antropología y amplia experiencia de trabajo participativo con pueblos indígenas.
Comentarios
Muy cierto todo lo que
Muy cierto todo lo que escribe Elena Burga. Hay mucho por trabajar con respecto al cambio de chip con respecto a la MUJER, a su rol en la sociedad.
Me alegra que haya cambiado su modo de pensar, porque cuando fue viceministra o funcionaria del MINEDU, también celebraba a espalda de la mujer indígena.
Qué bueno que ahora tenga otra mirada y espero que de verdad haya un trabajo que cambie la situación de marginalidad de la mujer indígena, amazónica, andina o costeña. Éxitos.
Creo sinceramente que la
Creo sinceramente que la mujer indígena amazónica, andina o costeña de nuestro país, tiene una fuerza enorme para sacar adelante a sus hijos, a sus familias y a sus comunidades y muchas veces se siente realizada cuando logra una mejora en la calidad de vida de sus descendientes.
Existen miles de historias de mujeres indígenas migrantes, luchadoras, que en contextos nuevos inventan, crean y producen formas de sobrevivencia increíbles. Son las gestoras de las ollas comunes en situaciones de pobreza o de crisis, en general las autoras y vigilantes de la vida en nuestro país. A veces al lado de hombres que ponen el hombro y muchas mas veces, por si mismas, en colaboración con otras mujeres.
Elena excelente deducción
Elena excelente deducción sobre las mujeres indígenas, ciertamente se requiere mayor atención de parte del estado, felicito tu iniciativa para tratar este tema.
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