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El enfoque biocultural en las alternativas al desarrollo

Taricaya. Foto: Andina.

A propósito del Día Mundial de la Vida Silvestre, 3 de marzo

Rodrigo Arce Rojas

No hay celebración del Día Mundial de la Vida Silvestre sin reencontrarnos cotidianamente con la naturaleza a la que pertenecemos. Hasta que sepamos apreciar la alegría de las voces escuchadas, el guiño de las estrellas, el canto de las ballenas y las sonrisas de las amarilis. 

3 de marzo, 2023.- Frecuentemente nos encontramos frente a situaciones en las que los objetivos e intereses polarizados entran en colisiones y tensiones que derivan en problemas o conflictos. Cada uno de los actores consideran que sus objetivos, métodos y necesidades son legítimos y que por lo tanto se consideran dueños de la verdad. Esta realidad se presenta en múltiples campos de la sociedad donde aparecen pugnas, por ejemplo, entre conservación y desarrollo, economía y ambiente, vida humana y vida silvestre, diversidad y homogeneidad, lo moderno y lo tradicional, los conocimientos científicos y los conocimientos tradicionales, entre otras situaciones.

Esta forma de pensar lineal y reduccionista viene de la epistemología positivista y el enfoque de la ciencia normal que busca colocar todo en casillas, empaquetar las definiciones, y dar soluciones únicas y deterministas desde la causalidad. Es un pensamiento binario y dicotómico que piensa desde el encasillamiento disciplinario en un contexto en el que la propuesta capitalista neoliberal es hegemónica y hace creer que no existen otras formas de hacer desarrollo si es que no se aplican ciegamente y sin murmuraciones sus propuestas. No es de extrañar entonces que las voces disidentes rápidamente sean descalificadas y catalogadas como enemigas del desarrollo.

Un campo específico en el que se aprecian estas tensiones refiere al campo de los derechos humanos y su relación con el ambiente. Hasta ahora ha primado una ontología disyuntiva que separa el ser humano de la naturaleza y que termina poniendo toda la llamada naturaleza al servicio del ser humano y no se concibe otra forma de relación. Bajo esta perspectiva la naturaleza mercantilizada debe tener propiedad, debe tener precio y debe tener mercado. Muchas propuestas de la industria del desarrollo, que incluye a la conservación capitalista, se inscriben en este paradigma antropocéntrico y neoliberal.

Por ejemplo, a mediados del año pasado (2022) las Naciones Unidas han reconocido “el acceso a un ambiente sano, adecuado o ecológico”, en otras ocasiones se habla que las comunidades locales deben ser partícipes de los beneficios derivados del aprovechamiento de la biodiversidad, o si no también de soluciones basadas en la naturaleza, entre otras expresiones.  Aunque estas propuestas constituyen un cambio cualitativo importante respecto a la situación anterior todavía son incompletas porque siguen siendo fuertemente antropocéntricas.

Por supuesto que todos queremos un ambiente sano, adecuado o ecológico, y habrá que trabajar en esa dirección, pero también hay que incorporar los derechos de la naturaleza, el derecho a que la naturaleza sea respetada en cuanto a su composición, estructura y funciones, en cuanto a ser protegida, conservada, restaurada, no solo por que es importante para la humanidad, sino también por sus valores intrínsecos, porque formamos parte de una gran familia de la vida que compartimos un origen común, porque hemos co-evolucionado de manera conjunta, porque sociedad y naturaleza estamos interrelacionados profundamente y somos interdependientes y codependientes.

Respecto a la distribución equitativa de los beneficios derivados del aprovechamiento de la biodiversidad debemos decir que suena justa y equitativa pero no es completa si es que no cuestiona el paradigma que sostiene la premisa que refiere a la mercantilización de la naturaleza, si no cuestiona el tipo de relacionamiento sociedad y naturaleza que ha llevado a que la naturaleza se convierta en recursos naturales, recursos genéticos, bienes y servicios ecosistémicos para el ser humano únicamente, capital natural para generar riqueza de los seres humanos, aunque ya sabemos solo un grupo privilegiado de humanos que acumula ganancias y poder. Metafóricamente podríamos decir que la expresión suena a “ven a mi fiesta, diviértete y disfruta como nosotros” aunque nunca nos preguntaron si queríamos ir a la fiesta o qué tipo de música preferiríamos. Peor si la compensación es una invitación a relajarse en las “exigencias sociales y ambientales.”

Está bien pensar y actuar en torno a las soluciones que nos ofrece la propia naturaleza, es parte de su generosidad y bondad. Pero también es importante pensar en soluciones basadas en la convivencia con la naturaleza, en la ética del cuidado mutuo. Se requiere por tanto soluciones orientadas a la felicidad de los ecosistemas y especies que están seriamente afectados por la deforestación, el cambio de uso de la tierra, el uso de agrotóxicos, la contaminación e incluso de la corrupción institucionalizada que sustenta desvergonzadamente la deforestación, la pérdida (exterminio) de biodiversidad, la agresión a los derechos de los pueblos indígenas y de las poblaciones indígenas en condición de aislamiento voluntario, entre otros factores.

Está bien todos los avances respecto a los derechos humanos que se generaron en el marco de una perspectiva antropocéntrica que nadie cuestionó. No obstante, ahora tenemos otra realidad, pues hemos caído en cuenta que la naturaleza no se ha hecho solo para servir a los intereses de los seres humanos, que la naturaleza tiene valores como tal, que la vida en la naturaleza es compleja, fabulosa y sorprendente por las múltiples interrelaciones en el tejido ecológico y tejido social (sistemas socioecológicos), que las plantas son seres sensibles e inteligentes que tienen unos 20 sentidos (como lo afirma Stéfano Mancuso, connotado investigador de Neurobiología vegetal, o Mónica Gagliano, o Suzanne Simard, entre otros), que se comunican y que toman decisiones (Mancuso, 2017). Ahora ya sabemos que cada vez es más difícil separar la vida humana de la no humana (Maldonado 2022a, 2022b, 2021a, 2021b, 2016).

Los derechos en general deben entenderse como interdependientes. No puedo hablar únicamente del derecho al desarrollo y el derecho a la autodeterminación si es que ello implica afectar la vida humana y no humana.  Lo mismo vale para la justicia. No puedo hablar de justicia social si es que se hace a costa de los ecosistemas, tengo que incorporar la justicia ecológica para que todas las especies de la tierra, tanto humanas como no humanas sean consideradas y respetadas. No puedo hablar de justicia ecológica si es que se sustenta en injusticias epistémicas, cognitivas, ontológicas, lingüísticas. No puedo hablar de una ética capitalista como la única válida si es que esa forma de pensar y comportarse termina por empujar a las especies silvestres a la extinción. Cuánta indignación y dolor al saber que estamos amenazando a los polinizadores y no hacemos lo suficiente para revertir esta situación crítica. Como cuando la casa se quema por el calentamiento global y encima estamos viendo qué negocios pueden prosperar de “esta oportunidad.”

El estado actual del conocimiento nos lleva a entender la importancia de reconocer el tejido de la vida que se plasma a través del entendimiento de los sistemas socioecológicos, de los sistemas complejos adaptativos. Consecuentemente tiene sentido hablar de territorios, de paisajes y de enfoques bioculturales. Bajo la perspectiva del reconocimiento de la importancia de los derechos humanos e indígenas y los derechos de la naturaleza es importante su integración bajo la forma de los derechos bioculturales, de una ética biocultural que nos reconoce a todos los seres humanos y los otros que humanos como dignos de consideración y de respeto. Este enfoque recoge los aportes del encuentro de saberes, del conocimiento ecologizado, de reconocer que somos cohabitantes en la tierra y que todos compartimos el deseo de florecimiento pleno (Rozzi, 2016, 2019). Esto no es posible hacerlo desde el modelo de desarrollo actual y de ahí la pertinencia de explorar las posibilidades de las alternativas al desarrollo. Nuevas formas de pensar, actuar y relacionarnos con la naturaleza de la que formamos parte pero que negamos obstinadamente.

Referencias:

- Maldonado, C. 2022a. Ciencias de la Complejidad y Salud 1: Qué son las ciencias de la complejidad. Características [Video]. YouTube. 2 horas. 1 min., son., color. Consultado 4 en. 2022. Disponible en (195) Ciencias de la Complejidad y Salud 1: Qué son las ciencias de la complejidad. Características - YouTube

- Maldonado, C. 2022b. Biosemiótica  y complejidad. Colección Complejidad y Salud, Vol. 14. Bogotá, Colombia. Universidad El Bosque. 160 p.

- Maldonado, C. 2021a. La extraña naturaleza de la vida Biología cuántica, complejidad, vida, salud. investigaciones en complejidad y salud. Bogotá, Colombia. Universidad El Bosque, 3 (9): 1 -65. (99+) La extraña naturaleza de la vida | Carlos Eduardo Maldonado - Academia.edu

- Maldonado, C. 2021b. La naturaleza está viva: ¿Qué es el organicismo? Le Monde Diplomatique 213: 18-19. (99+) La naturaleza está viva. ¿Qué es el organicismo? | Carlos Eduardo Maldonado - Academia.edu

- Maldonado, C. 2016. Pensar como la naturaleza. Una idea radical. Uni-pluri/versidad 16 (2): 41-51. (PDF) Pensar como la naturaleza. Una idea radical (researchgate.net)

- Mancuso, S. 2017. El futuro es vegetal. Barcelona, España. Galaxia Gutenberg. 240 p.

- Rozzi, R. 2016. Bioética global y ética biocultural global. Cuadernos de Bioética,  XXVII 2016/3ª: 339-365 pdf (aebioetica.org)

- Rozzi, R. 2019. Áreas Protegidas y Ética Biocultural. In: Cerda, C, Silva, E y Briceño, C. (Eds.). Naturaleza en sociedad: Una mirada a la dimensión humana de la conservación de la biodiversidad. Santiago de Chile, Chile.  Ocho Libros. p.5-74. (99+) ÁREAS PROTEGIDAS Y ÉTICA BIOCULTURAL | Ricardo Rozzi - Academia.edu

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OPINION Y EXPERIENCIA PERSONAL. EL FUTURO DE MANEJO DE PISCIGRANJA CON PECES Y TARICAYA ES EL FUTURO. TARICAYA O CHARAPITAS SON MEJOR EXPERIENCIA QUE TENGO. SIGAN ADELANTE.

LOS HUMANOS NATURALES

Los humanos naturales no somos arborícolas. Aunque mi abuela haya descendido de ellos: arrumados y aislados, bajo una tormenta de palmas, entre las copas, hábiles, gráciles, atrayentes, voladores entre ramas,primos de las ardillas, de los monos, de las iguanas, de los huatines, de las zarigüeyas, de las borugas, quienes danzan danzan día y noche alrededor del rey. El rey baila, dijo Luis XIV.

Son los nómadas. Calvino cita en el barón rampante que se podía atravesar Europa sin poner un pie en el suelo. Cuán libres, Cuán felices, nuestros abuelos.

Pero no nacimos en una nube, ni en un nido entre las ramas, ni en una corriente de agua (algunos si, ah!), ni entre el bus de un viento maléfico, nacimos en una gruta.

Nuestra abuela, nuestra guagua, nuestra madre, nuestro vientre.

Bajo tierra colocamos las ollas, los enseres, acercamos el fuego y creamos el calor, salimos al bosque y regresamos con las nueces, las verduras, los frutos y las raíces.

Los humanos naturales tenemos dos pisos térmicos como habitaciones: uno caliente y seco a 30° a la sombra y otra sobre las montañas al lado de una barboteante y caudalosa chorrera entre palmas, robles y cedros.

Masticamos con piedras los cereales germinados; los esparcimos húmedos sobre piedras cuencas; en la oscuridad, vemos las levaduras deshidratar las harinas, deyectando sus alcoholes y mutando en harina áurea, la base de nuestro pan, que emerge del fondo del fuego, del fogar, del hogar.

Estos arboricolas abuelos se bajaron de los palos, los tumbaron y así se fueron volviendo sucesivamente trochadores, arrancapalos, aplanamontes, carpinteros y al fin ingenieros, arquitectos
y guadañadores.

Con ello se inventaron las tumbas vivientes de hierro y concreto armados y mientras las construyen se separan en trabajadores manuales e intelectuales, se apelativan ciudad, civitas, el sitio de los civiles por oposición a los agrarios. Y fundaron la guerra como un método de vida que en espiral destruye lo que intentamos. Así arrasan el planeta.

Los humanos naturales, hemos sobrevivido a varias de extinciones de estas lacradas civilizaciones decamileniales.

La abulia es un germen que convoca a los civilizados. No quieren saber lo que deberían hacer con lo que los abasteció la vida. Saben que han devenido ladrones y tras ello se desencadena el germen: robo, mentira, ebriedad, droga y lujuria.

Los humanos naturales no somos responsables de la vida: Solo sus disfrutadores sin tacha. Nos acompaña el contento, el misterio, la sombra, el silencio, la salud.

Contemplamos la agonía del imperio, y nos evadimos para la salvaguarda de nuestra libertad, de nuestra salud, de nuestra alegría."

Lorenzo Alberto Santamaria, enero 2020
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