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Sudamérica: Más allá de celebraciones, los indígenas latinoamericanos, por Isabel Soto Mayedo

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 Grafico: Ataque a Moteczuma de Red Mexicana

Prensa Latina, Redacción Central, 19 abril 2006.- Mientras algunos celebran el Día Americano del Indio, los pueblos autóctonos de esta región continúan demandando el fin de la discriminación hacia ese amplio sector de población.

Aunque estos constituyen más de la mitad de los habitantes en los países situados al sur del Río Bravo, constantemente padecen el irrespeto a sus derechos, sobre todo en lo referido a la posesión y explotación de la tierra legada por sus ancestros.

 

En Guatemala, Ecuador y Perú las comunidades originarias rebasan el 50 por ciento; en Bolivia, el 45 por ciento, y en México, el 30 por ciento.

 

Estas cifras explican por qué se considera lo indígena parte de la identidad nacional, pese a que sus exponentes carecen de oportunidades y se ven obligados a sortear los intentos de ridiculizar o, cuando menos, tergiversar sus valores ancestrales.

 

A pesar de las constantes alusiones a la multiplicidad étnica por políticos y funcionarios estatales, los mayores índices de pobreza en esas naciones se ubican en estas comunidades y en las integradas por negros, según organizaciones humanitarias.

 

Resulta paradójico que algunos insistan en celebrar esta jornada, presumiblemente dedicada a los aportes de los aborígenes a la cultura latinoamericana, cuando siguen sin resolverse los principales problemas que afrontan sus descendientes.

 

Desde el siglo XIV hasta estos días, el Estado y las clases dirigentes mantienen a estas comunidades sujetas al aislamiento territorial, atraso y falta de equidad, aseguran.

 

Esto, y el papel desempeñado por medios de comunicación masiva y otros factores, también ha favorecido que los indígenas enfrenten además la expansión de los prejuicios racistas, estereotipos y expresiones lingüísticas que tratan de denigrarlos.

 

El Día Americano del Indio fue instituido en 1940, durante la celebración del primer Congreso Indigenista Interamericano, en Patzcuaro, México.

 

En esa conferencia participaron representantes de poblaciones autóctonas del continente, quienes acordaron crear el Instituto Indigenista Interamericano, con sede en México y dependiente de la Organización de Estados Americanos.

 

Lejos de enriquecer a Europa y América, la llegada de los hombres provenientes de los territorios allende el Atlántico estimuló la dispersión de los pueblos autóctonos de esta parte del planeta.

 

Escudados tras su ventaja militar, los europeos aprovecharon la diversidad de lenguas, costumbres, religiones y la disgregación geográfica de los nativos para despojarlos hasta de gran parte de sus elementos culturales.

 

La imposición de los códigos de la cultura hispanoportuguesa, marcada por la impronta del catolicismo, fue un rasgo distintivo de este proceso, que redundó en el despojo progresivo de tierras a los naturales de estas tierras.

 

Obligados a sortear los obstáculos impuestos por el sistema de explotación colonial, muchas comunidades oriundas de lo que ahora conocemos como Latinoamérica terminaron asimilando los patrones de las sociedades europeas y hasta algunas tradiciones.

 

Pero a pesar de las pretensiones de los sectores de poder desde entonces, la presencia del indígena se hizo cada vez más visible en el panorama de estos países.

 

Sobre todo en las últimas décadas, la organización y lucha de estos grupos sociales recobró mayor fuerza y coherencia, en la misma medida en que se consolidaron organizaciones orientadas a la reivindicación y autogestión de principios relacionados con la unidad, tierra, cultura y autonomía.

 

Latinoamérica está plagada de muestras de lo que fueron capaces de construir nuestros primeros padres, como identificara el intelectual guatemalteco Manuel Galich a los creadores de civilizaciones capaces de asombrar a los contemporáneos.

 

A pesar del saqueo a que han sido sometidos desde los tiempos coloniales y del demoledor paso del tiempo, las maravillas arquitectónicas que legaron siguen en pie como prueba de la grandeza de los primeros pobladores del continente.

 

El patrimonio intangible americano cuenta además con múltiples leyendas transmitidas vía oral de unas generaciones a otras, algunas de ellas recogidas en los códices mayas y aztecas, que lograron salvarse de la hoguera de los inquisidores españoles y lusitanos.

 

Recuerdan la suerte que corrieron muchas de esas mujeres y hombres, convertidos en extraños en sus propios lugares de origen, los testimonios de mestizos como el Inca Garcilaso de la Vega o de españoles como Fray Bartolomé de las Casas.

 

Estos y otros denominados Cronistas de Indias legaron parte de la historia americana, pero también conceptos que pocas veces suelen ser rebatidos como merecen.

 

En las obras de algunos de ellos, llegados a estas tierras como parte de los conquistadores, predomina la visión fatalista sobre las culturas americanas y su supuesta propensión a la dominación foránea.

 

Al mismo tiempo, se sobredimensionan los ritos relacionados con los sacrificios humanos y otros que pudieran desmeritar a los que terminaron vencidos por la fuerza de la espada, los arcabuces y hasta los perros, con la cruz de los católicos por delante.

 

 

Fuente: Prensa Latina 

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