Desafortunadamente, la realidad demuestra fehacientemente que los mencionados avances legislativos son letra muerta, y que en la implementación de las políticas públicas la simulación y la manipulación política han sentado sus reales; el resultado de todo ello ha sido el reforzamiento de una integración asimétrica de los pueblos indígenas y una clara tendencia a la desaparición de sus lenguas y culturas.
Las reflexiones anteriores derivan de haber leído un bien documentado estudio realizado por los doctores Pedro Bracamonte, Jesús Lizama y Gabriela Solís, profesionales pertenecientes al Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).
En el libro Un mundo que desaparece, los autores ofrecen de manera plausible un conjunto de elementos históricos, económicos, demográficos y socioculturales para dar cuenta de la situación por la que atraviesan 800,000 mayahablantes de la Península de Yucatán.
La obra constituye un excelente material que nos permite comprender los complejos procesos de inserción, cambio, adaptación y supervivencia en que ha estado inmerso el pueblo maya peninsular, con la característica de que en la descripción y el análisis ofrecidos se articulan el enfoque diacrónico con las tendencias actuales que orientan la dinámica de la que es partícipe subalterno este importante grupo étnico.
El estudio que comentamos describe el contexto socioeconómico en el que los mayas se desenvuelven, caracterizado por el abandono de la milpa tradicional, la crisis dilatada de la producción agropecuaria, el boom de la actividad turística en el Caribe y la migración de miles de campesinos mayas en busca de un salario para sobrevivir.
Singular importancia reviste el capítulo referido a la educación, en el que se expone cómo el sistema escolar sigue imponiendo la castellanización forzada y propiciando el desplazamiento del idioma maya, lo cual ha conducido a negar la transmisión de la lengua madre en el seno familiar y a la consecuente disminución del número de hablantes de esa misma lengua.
Igualmente, el estudio examina la dinámica de cambio-adaptación-supervivencia que experimenta la cultura maya contemporánea, señalando que: "El mundo cotidiano cambia vertiginosamente; los padres son milperos pero los hijos son cholos; el h-men pide por la lluvia a los señores del mundo maya y los jóvenes se encomiendan a la santa Muerte; la vigencia del binomio fractura-continuidad se constata en las localidades indígenas".
La conclusión de los autores es estremecedora; señalan que la tendencia que orienta la relación entre la población maya y su contexto es la de un mundo que desaparece, dado que le han expropiado sus territorios, se sigue aplicando el desplazamiento de su lengua y los antiguos ejes de su supervivencia colectiva, material y cultural, se han debilitado.
Su advertencia final debe llamar la atención de todos: si esta dinámica continúa, el único futuro para la población maya será la aculturación; "su lengua y su cultura serán muescas del pasado, y sus templos y palacios, museos al aire libre para divertimiento y beneficio ajeno".
Desde luego, los investigadores señalan la necesidad de aplicar acciones que reviertan la tendencia hacia una pérdida irreparable de la cultura maya; "la esperanza -indican- se aferra al hecho de que entre los mayas peninsulares aún persiste una fuerte identidad cultural y lingüística".
Adherido a esta esperanza, concluyo este comentario con un fragmento de un poema de Miguel León-Portilla, estudioso de los grupos étnicos de México:
Cuando una lengua muere, ya muchas han muerto y muchas pueden morir, la humanidad se empobrece.
Mérida, Yucatán, enero de 2012.
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* Doctor en Educación, catedrático y ex director de la Universidad Pedagógica Nacional en Yucatán
Tomado de Diario de Yucatán
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