Servindi, 15 de julio, 2011.- El documental "Nacimos el 31 de diciembre", dirigido por Priscila Padilla denunció la burla cometida por funcionarios del registro civil que pusieron nombres burlescos a miles de indígenas wayúu cuando estos tramitaron sus cédulas de identidad.
La cinta estrenada a fines de junio pasado revela que durante las décadas de los sesenta y noventa los registradores pusieron a indígenas nombres propios como "Paraguas", "Arrancamuelas" o "Gorila", a modo de burla.
"Cuando los registradores les preguntaban en español a los indígenas qué nombre querían, ellos lógicamente no entendían y se quedaban callados, entonces lo que hacían era que les imponían un nombre como 'Payaso', 'Bolsillo' o 'Tarzán'" refirió la directora.
"Si tú no hablas español y te coloco un nombre como ése, me estoy burlando de ti", sostuvo Priscila Padilla quién basó su reportaje en el libro "Manifiesta no saber firmar", de la escritora wayúu Esthercilia Simanca.
La literata calcula que los indígenas afectados serían más de 5 mil. Sin embargo, se sabe que otras etnias indígenas de Colombia y México padecieron circunstancias similares.
Además de los nombres insólitos, la mayoría de cédulas wayúu concluye con un "manifiesta no saber firmar".
Según Simanca, muchos funcionarios no les preguntaban si sabían escribir. "Algunos sí sabían, pero de pronto por su fenotipo indígena estampaban sus huellas y listo", asegura.
Dado que los indígenas miden el tiempo con las lluvias o los ciclos lunares, gran parte de ellos desconoce su fecha exacta de nacimiento, lo que causó problemas en el registro.
"Se creó el rumor de que cuando una persona no sabe su fecha de nacimiento se le coloca que nació el 31 de diciembre", por lo que así figura en las cédulas de un gran número de ciudadanos wayúu.
Intereses políticos
La vejación denunciada se produjo sobre todo entre las décadas de los sesenta y noventa. En ese periodo, en época de elecciones, los políticos locales registraban en masa a indígenas para obtener votos a cambio de bolsas de comida y falsas promesas, como casas, hospitales o escuelas.
Aunque la compra de votos continúa siendo habitual en Colombia, el número de cédulas comenzó a disminuir a comienzos del siglo XXI. El cambio se produjo gracias a la alfabetización y mayor conocimiento del proceso de registro por parte de los aborígenes, que ahora tienden a anotar el día que nacen sus hijos y estampan su firma.
El director nacional del Registro Civil, Jin Anthony Cotrino Sossa, sostuvo que esas cédulas existen pero prefiere no valorar la actitud de los funcionarios, pues carece de elementos para emitir un juicio.
Recuerda que los indígenas afectados avalaron su documento de identidad con su huella y que la legislación no pone ningún tipo de impedimento a los nombres.
El cambio de nombre se puede realizar ante una notaría que eleva esa petición a escritura pública y luego se legaliza ante la Registraduría, que expide un nuevo documento de identidad, con un costo aproximado de 50 dólares.
Pero el trámite es engorroso para los wayúu, quienes suelen vivir en asentamientos lejos de los núcleos urbanos, por lo que deben gastar más en transporte.
"Si cualquiera de estos ciudadanos se ha sentido denigrado tiene que elevarnos una solicitud para que iniciemos una investigación y le demos toda la orientación del caso, pues de momento no ha habido ninguna denuncia formal", concluye Cotrino.
El pueblo originario wayúu está conformado por alrededor de 300 mil personas, que se encuentran dispersas en un extenso territorio que ocupa parte de Colombia y Venezuela, en la península caribeña de La Guajira.
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