Por Roger Rumrrill
12 de enero, 2011.- “El petróleo empobrece. Los diamantes, el gas y el cobre también. Los países pobres que cuentan con abundantes recursos naturales suelen ser subdesarrollados. Esto ocurre no a pesar de sus riquezas naturales, sino debido a ellas”, escribe el destacado analista de la globalización Moisés Naím
y para reforzar lo dicho cita las palabras del venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que decía que el petróleo no es el oro negro sino el excremento del diablo.
En efecto, una suerte de maldición pesa sobre muchos de los países de África, Asia y América Latina ricos en materias primas, pero castigados por una endémica corrupción, con gobiernos autoritarios, altas tasas de pobreza, exportadores sólo de materias primas y con estados capturados por el gran capital nacional y extranjero. Se cuentan con los dedos de la mano los países que siendo ricos en petróleo, han logrado conjurar la maldición. Uno de ellos es Noruega.
El boom minero y la ilusión exportadora que vive el Perú y que le hace fantasear al presidente García soñando que estamos a un paso “del primer mundo” es, para muchos pueblos andinos-andinos, con frecuencia una maldición por los devastadores impactos ambientales en sus tierras, ríos y lagos y porque en vez de mejorar su nivel de vida la minería los está empobreciendo aún más.
Para varios pueblos indígenas de la Amazonía, el petróleo es el excremento del diablo. Según un reciente estudio efectuado por la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y Propuesta Ciudadana, Loreto ha recibido a lo largo de 31 años 6,400 millones de soles por concepto de canon. Sin embargo, el 56 por ciento de la población es pobre.
Pero entre los pobres extremos están los pueblos indígenas que sobreviven en las provincias y los distritos de donde se extrae el 90 por ciento del petróleo que produce el Perú, particularmente en los distritos de Morona y Andoas, abrumados por la pobreza y los terribles impactos de la contaminación, la hepatitis “b” y otros males.
Es posible conjurar la maldición del petróleo como el excremento del diablo. Lo primero que habría que hacer en Loreto y el resto de la Amazonía, es barrer la hedionda corrupción que infesta la mayoría de los Gobiernos Regionales y buena parte de las alcaldías distritales, distribuyendo con equidad la riqueza, evitando el dispendio en gastos corrientes y en obras suntuarias e invirtiendo en la clave del desarrollo humano: en buena salud y en Educación de calidad.
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Fuente: Diario La Primera
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