Por Chris Lang*
4 de julio, 2010.- Patrick Birley, Director Ejecutivo de European Climate Exchange (empresa líder en el comercio de carbono en Europa y a nivel internacional, sic de su página web), sabe un par de cosas sobre el comercio de carbono. O debería saber. Dice que alrededor del 95 por ciento de la comercialización de carbono del mundo se hace a través de su empresa. Por lo tanto, haríamos bien en escucharlo cuando habla sobre mercados de carbono.
Esto es lo que tiene para decir sobre el comercio de carbono: “No reduce ni en una sola tonelada del carbono liberado en la atmósfera. No tiene nada que ver con eso. Es una cuestión de topes. El sistema de topes es lo que produce, a largo plazo, una disminución de la cantidad de carbono liberado en la atmósfera.”
El que habla no es un anarquista anti-mercado ni anti-globalización. Es el director de European Climate Exchange hablando en Irlanda en noviembre de 2009, durante un evento organizado por el Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos. Pero si el comercio de carbono no reduce las emisiones de carbono, ¿para qué sirve entonces?
Desafortunadamente, sobre este punto la presentación de Birley fue un poco más vaga. “Hay gente que gana y otra que pierde dinero,” explicó. Claro que él es uno de los que ganan. “Yo soy ciertamente una empresa con fines de lucro que apunta a generar las mayores ganancias posibles para sus accionistas, y eso no me avergüenza en absoluto.”
Pero el comercio de carbono no se trata sólo de hacer dinero. Luego de repetir que su empresa no hace nada por reducir la cantidad de carbono liberado en la atmósfera, Birley dijo: “Estamos ayudando a aquellos que reducen su carbono a gestionar los riesgos asociados.”
En una de las diapositivas de su presentación, titulada “¿Quién es el mercado?”, Birley detalla cuatro grupos: administradores de fondos de alto riesgo, inversores, arbitrajistas y especuladores. ¿Alguien recuerda la crisis de los créditos subprime? ¿Acaso no fue disparada precisamente por esos fabricantes de ganancias que gestionan los riesgos de otra gente con dinero de otra gente?
A comienzos de este año entrevisté a Jeff Horowitz, fundador de Avoided Deforestation Partners, una organización con sede en Estados Unidos, que trabaja para que las compensaciones de carbono forestal se incluyan en la legislación climática de ese país. Le pregunté a Horowitz por qué estaba a favor del comercio de créditos de carbono de los bosques, siendo que éstos no reducen las emisiones ni pueden hacerlo. En cinco largos párrafos, la única respuesta que dio a esta pregunta fue argumentar que “sin la capacidad de producir compensaciones REDD creíbles y ambientalmente de peso, los objetivos de reducción que los políticos podrían lograr disminuirían significativamente.” Patrick Birley también espera que el comercio de carbono “haga que la industria esté dispuesta a aceptar una disminución mayor en cuanto a los topes.”
Pero cuando observamos esos topes, encontramos poca o ninguna evidencia que respalde este argumento. Durante el fiasco de las negociaciones climáticas de la ONU en Copenhague a fines del año pasado, Estados Unidos y un puñado de países más presentaron al mundo el Acuerdo de Copenhague. Dicho Acuerdo menciona REDD, pero quienes lo escribieron tomaron el ya frágil límite del Protocolo de Kyoto y lo devolvieron tan lleno de agujeros que apenas se lo reconoce como un tope.
Un análisis del Potsdam Institute for Climate Impact Research, publicado en abril en la revista Nature, reveló que: “Los actuales compromisos nacionales de reducción de emisiones que acompañan el Acuerdo de Copenhague no limitarán el calentamiento global a dos grados Celcius. De hecho, implican un aumento de la temperatura global media de más de tres grados Celcius en este siglo.”
La industria contaminante es, al menos a veces, muy honesta acerca de sus motivos para apoyar el comercio de carbono. American Electric Power (AEP) es el mayor quemador de carbón de Estados Unidos. En 2008, Diane Fitzgerald, directora de medio ambiente y seguridad de AEP, explicó a la revista Time: “Compararemos las compensaciones forestales con proyectos como la energía renovable, y tendremos que tomar la mejor decisión financiera.”
Un año después, Michael G. Morris, presidente de AEP, dijo al Washington Post: “Cuando Greenpeace dice que la única razón por la cual American Electric Power quiere hacer esto es porque no quiere cerrar sus centrales a carbón, mi respuesta es, ‘Por supuesto, porque nuestras centrales a carbón sirven a nuestros clientes de manera muy efectiva en cuanto a la relación costo-beneficio’.” La industria quiere que haya comercio de carbono para no tener que reducir las emisiones. Al mismo tiempo, la industria contaminante puede aparentar que está haciendo algo cuando compra créditos de carbono.
Se espera que este comercio de una mercancía que nadie puede ver represente un mercado de 3 billones de dólares para 2020. Esto si el mercado no colapsa antes. El fraude de 7 mil millones de dólares destapado recientemente en la UE ilustra la posibilidad de que se involucre el crimen organizado. Comercializar carbono no reducirá las emisiones pero permitirá que la industria siga empleando tecnologías contaminantes.
Si se lograra reducir significativamente las emisiones, poner fin a la exploración en busca de nuevos combustibles fósiles, no construir nuevas centrales energéticas a carbón y realizar un cambio estructural hacia la producción de energía renovable, tal vez entonces el comercio de carbono pasaría a ser una atracción secundaria, sin gran relevancia. Pero, tal como están las cosas, nada de eso está sucediendo, y el comercio de carbono permite a la industria seguir funcionando como de costumbre. Es para eso, y para ganar dinero, que sirve el comercio de carbono.
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* Chris Lang, http://chrislang.org
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Fuente: Boletín del Movimiento Mundial por los Bosques - WRM - http://www.wrm.org.uy Recibido de EcoPortal.Net: http://www.ecoportal.net/content/view/full/93976
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