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Mundo: Calentamiento global, COP 15 y las que vengan, pero el estilo de vida no se toca

Por Luis E. Sabini Fernández*

Las lucubraciones sobre el calentamiento global o “cambio climático” como más eufemísticamente se lo suele designar, arrecian. Se habla de invertir cientos de miles de millones de dólares en “contener” el proceso, mitigarlo, apostando a energías renovables

(otro eufemismo para referirse esta vez a combustibles elaborados con vegetales provenientes de cultivos tradicionalmente aplicados a la nutrición de seres vivos, con alimentos en suma); a la hidroeléctrica, con los consiguientes trastornos ambientales, sociales, que provoca la erradicación de población afectada; a la nuclear, que a su vez plantea el creciente peligro que implica desde el costo ambiental y humano de la extracción de material radiactivo hasta la ubicación final de los desechos sin peligro para la humanidad presente y nuestra descendencia, una cuestión que todavía no ha podido resolverse en el mundo entero, y que tal vez sea irresoluble.

Otra forma de encarar la problemática del calentamiento global que se proclama cada vez más a los cuatro vientos es la de la formación de hipotéticos sumideros de carbono, para lo cual algunos entusiastas proponen plantaciones de monocultivos forestales, aunque nadie haya podido todavía asegurar que semejantes depósitos quedarán allí seguros y nadie haya siquiera encontrado un método eficaz de conocer la verdadera magnitud de tales depósitos. ¿Acaso no hay tala, no hay incendios, no hay vejez?

Curiosamente, estos aspirantes a modificar el clima mediante el secuestro de carbono provienen de los grandes consorcios transnacionales (que son precisamente los que han contribuido de modo principal a la disparada de CO2 en nuestra atmósfera, y a unos cuantos gases más, producto de la industrialización desatada sin consideraciones ecológicas) que sistemáticamente hablan de “reforestación’, un concepto engañoso porque incluye plantaciones de monocultivos forestales y hasta los de jatropha o los mismísimos sojales.

Los técnicos del sistema que nos rige buscan vías aún más rebuscadas para ver de bajar la emisión de CO2 a la atmósfera. Amparados en el optimismo tecnológico, aquéllas reciben el nombre de biogeoingeniería.

Hay investigadores recibiendo ingentes sumas para investigar la remoción de CO2 del aire “fertilizando” los mares con hierro, que se supone estimulará el crecimiento de algas oceánicas que a su vez “secuestrarán” el dióxido de carbono; hay quienes han proyectado “inyectar” sulfatos en la estratósfera para ensombrecer el aire, aunque este proyecto naufragó en el puerto, pues antes de poder estimar su incidencia en bajar la presencia de partículas de CO2 se alcanzó a verificar que tales sulfatos dañarían el ozono, ya muy debilitado, y facilitaría la expansión de radiactividad ultravioleta, que los investigadores temen ya ha aumentado considerablemente a causa de factores antropogénicos.(1)

Hay proyectos para capturar CO2 directamente del aire, mediante sodio o potasio, que se consideran buenos absorbentes del dióxido de carbono.

Almuth Ernsting y Deepak Rughani en su trabajo Climate Geo-engineering with ‘Carbon Negative’ Bioenergy. Climate saviour or climate endgame? (Geoingeniería climática con bioenergía de ‘carbón negativo’: ¿salvación climática o jugada final?),(2) analizando las opciones ofrecidas desde la biogeoingeniería consideran que esto del secuestro de carbono desde el aire es el menos delirante de todos los proyectos para achicar la cantidad de CO2.

La empresa Global Research Technologies (GRT) e investigadores de la Universidad de Columbia construyeron un prototipo para secuestrar unas 90.000 ton. anuales de CO2, estimando que con 250.000 de tales instalaciones se podría absorber todo el CO2 emitido a la atmósfera por la red de combustión mundial. Claro que Ernsting y Rughani nos advierten que el monto de energía para semejante secuestro es enorme y que tanto su costo energético como financiero es abrumador.

Como se ve con esta rapidísima ojeada, los proyectos e intentos de frenar el aumento de partículas de CO2 en el aire son variadísimos, costosísimos e insegurísimos. En muchos casos, incluso, podríamos llegar a una enmienda peor que el soneto.

Todas las “soluciones” imaginables, como se ve, salvo una bastante clara y directa: emitir menos CO2. Consumir menos. Viajar menos en auto, más en bicicleta; apostar más a transportes públicos y de entre ellos, a los que produzcan menos CO2 (barcos, trenes, buses, aviones, en ese orden).

Achicar fletes y que por lo tanto, los perros y gatos porteños no puedan ya ingerir productos alimenticios provenientes de EE.UU., que tengamos que comer bananas misioneras y no ecuatorianas, limitar en una palabra la mundialización (que en realidad está avanzando) del mercado y apostar más a mercados locales o regionales. Claro que “los chicos con tristeza” no van a poder consumir lecchi de Japón o caña de bambú de la cuenca del Yang-Tse-kiang. También tendremos que aprender a conformarnos con higos o damascos riojanos y perdernos los turcos (que sin duda son muy ricos…).

Pero de eso no se habla. Es pecado. O caca.

Por otra parte, nos consta que el sistema mundializado, la OMC, el G8, los consorcios transnacionales y el gobierno que mejor los representa, el de EE.UU., no lo permitirían. Por eso, sencillamente, ni aparece la opción. Mediáticamente, pasamos por aquel repertorio de “soluciones”, jamás por reconocer la desnudez del problema…

En la búsqueda de “soluciones” se está buscando lisa y llanamente la preservación de lo que existe.

Lo que existe es una humanidad integrada como nunca antes, interrelacionada de modo tal que cada uno de nosotros percibe hoy en día al resto de la humanidad mucho más nítidamente que en cualquier otro momento de nuestra historia.

Cuando uno registra semejante red interconectiva, y no estamos hablando solamente de las redes electrónicas, aunque también, sino de la velocidad lograda en las comunicaciones y en los transportes, en los “hechos de conciencia”, un movimiento espontáneo de nuestro imaginario es suponer que junto con semejantes avances tecnológicos tiene que haber habido paralelos avances en la calidad de vida de los humanos en general.

Pero allí encontramos una problemática distinta. La humanidad sigue muy dividida entre centro y periferia, entre enriquecidos y empobrecidos. Y dentro de los empobrecidos, que son considerable mayoría de la humanidad, los hay que están peor que antes de tanto despliegue tecnológico.

Ése es ya un dato preocupante. Pero otro, igualmente problemático es que aun aquellos que se podría considerar que han tenido algún avance, alguna mejora en sus vidas junto con el desarrollo de la economía humana del siglo XX, se han separado de los enriquecidos mucho más que antes.

Mirados más globalmente, la brecha entre enriquecidos y empobrecidos se ha acentuado brutalmente, se ha convertido en corte profundísimo que se ahonda permanentemente. Entre incluidos y excluidos. Entre privilegiados y discriminados.

Del Requerimiento al Renunciamiento

En una palabra, que los “perdedores” de los que tanto les gusta hablar a algunos winners, son cada vez más y están peor.

Pero como se trata de preservar esta gallina de huevos de oro, que se llama sistema económico mundial globalizado, corporativo, expulsor de mano de obra y de contaminación a manos llenas, todas las soluciones que glosamos se dedican a anudar las relaciones asimétricas y a fijarlas, un poco más allá del medio milenio ya transcurrido.

Las conferencias de cambio climático, las viejas CCC de la ONU, ahora anglificadas hasta en su sigla COP (Conference of Parties), mostraron en Copenhague su rostro más verdadero: mucho más que enfrentar los trastornos climáticos antropogénicos interesa mercantilizar “lo que se da”. Y allí, entonces, de lo que más se habló fue de cómo vender y comprar “bonos de carbono”, una entelequia de dudosa existencia pero indudable atractivo.

Mucho más que tener que abordar el desvalor de la contaminación y encarar su control, achique, y pensar y contribuir a forjar un mundo sin contaminación.

La “solución” de los sumideros de carbono tiene rasgos tentadores para los privilegiados del planeta: se piensa en “tierras del sur” para establecerlos. No será porque falten tierras en el norte. Probablemente sea porque no pueden domeñar sus afanes solidarios...

Veamos tres ejemplos.

1) Ya a comienzos de los ’90 un trabajo de investigación y prospectiva lo anunciaba: “Por lo menos 500 millones de ha tropicales son obtenibles para mitigar el calentamiento global.” (3) Esto sí que es disponer del mundo a su antojo.

2) El “cambio climático” parece haberse convertido en la mejor coartada de una neocolonización, más abarcadora, si cabe, que la que ya se ha configurado. Y si la primera fue para “cristianizar” y “llevar el progreso”, ésta se presenta para salvarnos del fuego… climático. Por ello, declara la vanguardia del mundo empresario: “Junto a la venta de tierra y bosques podemos ofrecerles opciones para arrendar o actuar como intermediarios en joint-ventures para la reforestación.

El arriendo presenta la ventaja adicional de ser una excelente opción para el flujo de dinero al contado para la compañía, en tanto la reforestación sirve para generarle ahora los créditos necesarios y más tarde el beneficio de la cosecha de la madera.(4) ” […] Esperando hacer negocios en el futuro próximo para nuestro mutuo beneficio, saludamos a Ud. atte. ”Demetre Calimeris. Director OMNI Consultoria Imobiliaria Ltda., Brasilia D. F.”(5)

3) Lo dice con indisimulada sinceridad, que uno no sabe si atribuir a una mentalidad colonialista inveterada e inconsciente o a un descaro ético irrefrenable, un analista del Instituto Di Tella (6) “Es importante otorgar créditos de carbono no solamente a la expansión del bosque [sic, se refiere a monocultivos forestales, que NO son bosque, precisamente] que es hasta ahora un proceso marginal sino además prestar apoyo financiero explícito al mantenimiento de los grandes recursos forestales de América Latina, África y Asia.

Los grandes bosques tropicales están todos hoy localizados en países en desarrollo y bajos ingresos. Si se pretende que renuncien a nuevos desarrollos productivos que les generen ingresos y empleos, es necesario implementar mecanismos globales de financiamiento que les compensen por este renunciamiento.”

Hace 500 años se sometía a la periferia que había tenido “la suerte” de entrar en contacto con “el progreso” mediante el “Requerimiento”.(7) Ahora, tras una relación de siglos, se propone mantener la dualidad de la humanidad mediante el “Renunciamiento”.

¿Qué mejor solución para la minoría que dispone de todos los medios tecnoculturales que preservar lo suyo en tanto “el sur” renuncia “a nuevos desarrollos productivos” y se mantiene en el estado de dependencia cultural y económica en que está desde hace 500 años?

Hemos espigado tres ejemplos de la incursión que el centro planetario ha organizado y está llevando a cabo sobre las tierras “del sur”. El último, el de Guadagni, lo hemos recogido de Clarín Rural,(8) que no tendrá la virtud de la serenidad ni mayores preocupaciones por los victimados por el sistema, pero desnuda sinceramente los mensajes de sus privilegiados.

La atomización o el sálvese quien pueda: lo particular domina lo público

Las CCC o COP hasta esta última reflejaban las relaciones de poder existentes. Las delegaciones nacionales con mayores influencias, como la de EE.UU., que suele andar con su séquito de seguros seguidores,(9) podían tener mayor incidencia.

También podían tener capacidad para forjar alguna resolución agrupamientos de países; tanto la UE como agrupaciones del Tercer Mundo han tenido ocasionalmente relevancia.

Pero el encuentro de Copenhague ha sido un sincericidio. Cada delegación nacional ha salido a defender lo suyo, remedando un homo hominis lupus, cada gobierno el lobo para otro gobierno, y de ese modo hasta algunos agrupamientos como el Grupo de los 77, que en los ’90, junto con China, procurara enfrentar las asimetrías gozadas por el Primer Mundo, ha perdido relevancia.

China salió a defender su “desarrollo nacional” prescindiendo de toda consideración ajena. EE.UU. ni siquiera deliberó en reuniones, sencillamente vino con un documento que ofreció a firmar con estilo de úkase imperial: ámalo o déjalo. Algunas delegaciones, sobre todo africanas, conscientes de la infecundidad de todo el encuentro, se retiraron.

Lo que salió de Copenhague fue una declaración no vinculante, un texto que no se mete con las emisiones de CO2, el verdadero motivo de la consulta, no dice entonces una palabra sobre la contaminación progresiva del planeta. Apenas formula: “que el alza de la temperatura media global respecto a los niveles preindustriales no debe sobrepasar 2 grados centígrados, “freno” absolutamente insuficiente o mejor dicho egoísta y miopemente dispuesto a partir de una visión desde el norte templado.

Ya se sabe que las sociedades asentadas en zonas tórridas del planeta, continentales o insulares, carecen del margen que esta resolución parece considerar. Ya hay declaraciones de quienes viven en Bangla Desh o Tuvalu de que sólo un grado de ascenso estable se les traduce en inundaciones y otras alteraciones totalmente fuera de control.

Resulta difícil acordar sobre las propias magnitudes en curso, pero en general los climatólogos están de acuerdo en que no se ha llegado (todavía) a un ascenso promedio de un grado de temperatura desde los tiempos llamados preindustriales (digamos, desde 1750 hasta nuestros días). Con este calentamiento “mínimo”, ya para muchos inevitable e irreversible, estamos presenciando un claro derretimiento en los polos, un achique permanente de las superficies heladas árticas.

El temor que el polo norte, sencillamente desaparezca en cuestión de pocos años está en el temido horizonte de muchísimos análisis que se preguntan cómo vamos a ser afectados cuando se quiebre el ritmo del frío fuerte que determina hoy en día el clima planetario. Me parece evidente que semejante cataclismo no va a pasar inadvertido para las formas de vida que nos acompañan. Ni nos va a pasar inadvertido.

Uno de los artículos más conmocionantes, publicados en Nature,(10) en 2004, estimaba en un millón la desaparición de especies del planeta en las próximas décadas sobre la base de un calentamiento de 2 grados. Un millón, de especies, parece un guarismo suficientemente aterrador.

En su relevamiento, los ecólogos firmantes se referían a la desaparición de la mitad de las especies arbóreas del Cerrado brasileño, por ejemplo, al 60% de las especies vegetales hoy conocidas en el Parque Nacional Kruger de África, a una cuarta parte de todas las especies de aves europeas y así siguiendo. Por cierto, que los procesos que acaben con los nichos para diversas especies son procesos abiertos, nadie conoce ni puede conocer su desenlace y por lo tanto cualquier estimación, como la misma publicada en Nature cae por su peso. Es decir, que puede ser muchísimo peor que lo “previsto” por Thomas y asociados.

Ahogando la biodiversidad

Un dato en el que todos los investigadores están de acuerdo es que la búsqueda de nuevos nichos para los individuos de cualquier especie es una tarea que los supera radicalmente: es decir un desplazamiento hasta un nuevo hábitat reclama de un tiempo que no condice con el ritmo del calentamiento global.

Las especies buscan permanentemente su sobrevivencia, pero las limitaciones para ello son generalmente infranqueables. La presencia de urbanizaciones o monocultivos gigantescos bloquean las migraciones de muchos individuos de cualquier especie, vegetal o animal, para reafincarse.

Por ejemplo, se ha verificado que algunos árboles de clima frío se desplazan, es decir van fructificando en suelos más altos dado que dejan de hacerlo las semillas que caen hacia suelos más bajos. De ese modo, el bosque de esa especie va “subiendo una cuesta”.

Ese desplazamiento tiene muchas limitaciones, espaciales, de competencia, pero, sobre todo, es más lento que el ritmo por el cual mueren los individuos de esa especie por el calentamiento climático.

Las estimaciones de Thomas y asociados han llevado a un conocido biólogo, Edward Wilson, a hablar de un “tiempo de soledad”, con una humanidad cada vez menos acompañada por la miríada de animales y plantas que nos acompañan y permiten nuestra vida, aunque la urbanización embote nuestra apreciación sobre esa dependencia básica que tenemos… y gozamos. (11)

Volviendo al descorazonador pero significativo resultado, o falta de, del encuentro de Copenhague en diciembre 2009, la mercantilización desatada como “la solución” se advierte en muchos órdenes. Por ejemplo, la insistencia en consignar sumas de dinero como remediación, dinero a ser entregado sobre todo bajo la forma de tecnología por parte de los países enriquecidos a los empobrecidos para atender, adaptarse o acomodarse al calentamiento global.

Esta instancia de la ONU ha sido una de las que más claramente ha asumido el diseño del resto del mundo en función del núcleo de las sociedades enriquecidas.

Esta nueva configuración de la periferia planetaria al servicio del centro privilegiado de consumo del planeta se escuda bajo nombres de “prestigio” como “transferencias de tecnología”. Prestigio elaborado pacientemente desde las usinas ideológicas del FMI, el BM, el USAID, el Consenso de Washington, el encuentro de Davos, la red mediática principal y el pensamiento colonizado que campea entre dirigentes de los países periféricos.

Tácitamente, se reconoce que la periferia está allí, en el planeta, para atender las necesidades primermundianas. Como nos lo “enseña” Alieto Guadagni.

Voces pequeñas, pero solidarias y discordantes contra el pensamiento único

Desde este punto de vista no deja de ser significativo que prácticamente los dos discursos que en Copenhague más procuraron plantear las cuestiones de fondo en lugar de encarar una mera mercantilización y valuación en dinero de procederes y procedimientos para mantener todo como está, que campeó en la mayoría de las representaciones de los países enriquecidos, provinieran de dos gobiernos de la periferia planetaria, de la “nuestra”; el de Evo Morales, presidente de Bolivia y el de Hugo Chávez, su par en Venezuela. (12)

Por ejemplo, se oyó en Copenhague el reclamo por “los derechos de la Madre Tierra” subrayados por el embajador de Bolivia ante la ONU (Pablo Solón Romero).

La delegación boliviana fue de las pocas que advirtió que un acuerdo aceptando el calentamiento de 2 grados, resultaba criminal para buena parte del planeta; “Si decimos que nuestra meta debe ser dos grados y (hasta) 450 partes por millón (de partículas de dióxido de carbono en la atmósfera), eso para África significa […] que se viene una catástrofe.”

Según Robert Corell, que dirige el Programa de Cambio Global, en Washington, la humanidad ha gozado de una estabilidad climática aun mayor que la que mencionáramos antes, desde el comienzo de la industrialización.

Corell considera que en los últimos diez mil años no se puede hablar ni siquiera de un grado de diferencia promedio en todo el período. Recordemos que diez mil años es más o menos el período desde que los humanos se han sedentarizado e iniciado cultivos y cría de animales domésticos. Son “el momento” de nuestra humanidad más presente, al menos hasta el ascenso en picada de la civilización tecno del último siglo.

El strip-tease del capital: siguiendo al rey Midas

Lo que condujo finalmente a este engendro de encuentros cumbres organizados por la ONU como sitios de mercado y puja comercial se expresa prístinamente en la consigna que usan algunas redes empresariales: “Convertir los riesgos en oportunidades”. (13) Traducido al castellano crudo: convertir riesgos ambientales provocados por nuestra ambición (o angurria) en oportunidades para satisfacer (un poco más, otra vez) nuestra ambición (o angurria).

Connie Hedegaard, ministra de Clima y Energía del país anfitrión, Dinamarca, lo dice sin pelos en la lengua: “Nosotros, los políticos profesionales del mundo, tenemos una responsabilidad, la de alcanzar un acuerdo climático creíble y global ahora en diciembre de 2009. Pero es la sociedad de los negocios la que puede liberar las herramientas que permitan hacer realidad nuestra visión. Los negocios pueden proveer las soluciones inteligentes que posibiliten que podamos vivir en un mundo moderno y sustentable.” (14)

Esta organización de “los líderes mundiales” tiene como objetivo “demostrar como la política unida a negocios innovadores puede llevar adelante una transformación de la economía, estimular la creación de trabajo [sic] y soluciones con «bajo uso» de carbono.

El CCC parece estar muy atento a la cantidad de dióxido de carbono, ¿o procura alarmarnos a nosotros para mejor hacer negocios?: “Los científicos en todo el mundo están alarmados por el ritmo con que cambia el ecosistema mundial. Aceleración a una velocidad cada vez mayor, el cambio climático es el riesgo más grande que enfrenta hoy en día la economía mundial y nuestro futuro planetario. Al mismo tiempo, se avizora una profundísima depresión con lo cual estamos enfrente a dos dificultades inminentes. Los riesgos que enfrentamos pueden convertirse en oportunidades si el mundo de los negocios y los gobiernos trabajan juntos para desarrollar las políticas necesarias y las asociaciones correspondientes.” (15)

Y cuando muchos aprendimos a descubrir el sinsentido del desarrollo perpetuo o indefinido, que choca con la conciencia cada vez más insoslayable de los límites del planeta en que vivimos, estos optimistas nos plantean: “El desarrollo verde es el único desarrollo que nos podemos permitir.” (16)

La clave de esta comercialización de la contaminación nos la presentan Efraín Peña y Lincoln Bent, en “El mercado de carbono”, en la revista colombiana Perspectiva (17).

Los autores definen ese mercado denominado en inglés, por supuesto: “La Chicago Climate Exchange (CCX) es el único escenario en el continente americano en el que se pueden tranzar [sic] emisiones hoy. Uno de sus propósitos principales consiste en facilitar la comercialización de CER a través de su plataforma, con el agregado de contribuir voluntariamente a la reducción de gases generadores del efecto invernadero.

La dinámica de la CCX es la de una bolsa de valores tradicional, en la que oferentes y demandantes, privados y públicos, coinciden en un escenario para intercambiar un bien o servicio, sólo que en este caso lo que se tranza [sic, sic, tal vez los autores han unido creativamente la transacción y la trenza, una destacada figura del mundo de los negocios] son certificados de emisiones reducidas.

En ese sentido, una empresa que tenga como compromiso reducir sus emisiones a 10.000 tCO2e por año, pero que al momento de evaluar, emite 12.000 tCO2e por año, debe ir a una Bolsa de Clima a comprar certificados equivalentes a 2.000 tCO2e por año para compensar su excedente.”

No sabemos cuánto incide el calentamiento global en nuestras vidas, y cuánto va a incidir, pero sí sabemos qué y cuántos negocios se van a hacer en su nombre. Y qué sencillos son, como que 10 + 2 = 12.

Perlas de lo atroz

En ese universo en disolución que resultó el COP 15 de la ONU, en que ni siquiera se trató de encarar soluciones colectivas o grupales, resulta más que esperpéntico de una crueldad llamativa que se haya dispuesto que: “las naciones más pobres y los estados insulares en desarrollo podrán tomar acciones voluntarias para mitigar sus emisiones.” (18)

Como si el problema del calentamiento global que se está descargando en Tuvalu, Bangla Desh o en los atolones del Pacífico proviniera del calentamiento que tales sociedades habrían provocado y no fueran el fruto de las economías “calientes”, de la OCDE en general y de EE.UU. en particular.

Se les concede “el derecho” a regular sus propias emisiones, que se cuentan entre las más bajas del planeta. Si no fuera éticamente repugnante, habría que reír.

Otro llamativo rasgo que reitera el “encuentro” de Copenhague es el manejo de fondos, de montos para “enviar” a los pobres, para solucionarles el problema. Diez mil millones, cien mil millones de dólares… Esto no es más que una forma de anudar una mayor dependencia de los países periféricos respecto de los metropolitanos.

Ver al rey desnudo no es tarea fácil

Lo único que realmente puede ayudar a disminuir los efectos adversos del calentamiento global, el derretimiento de glaciares y polos es… que se contamine menos. Físicamente. Lo cual significa, volvemos a lo mismo, cambios en el estilo de vida, freno al despilfarro, vivir sin hipotecar lo que debería ser de nuestros nietos.

Pero como bien lo resumió el investigador ruso Boris Kagarlitsky (19): “Se necesita una estrategia diferente, así como medidas dirigidas a lograr resultados concretos y no a generar ganancias. […] Los estados que son responsables por el fracaso de la política económica mundial no tienen intención de admitir sus errores […].

En lugar de asegurar medidas concretas a adoptar para limitar las emisiones nocivas, el acuerdo crea un mecanismo de comercio para las cuotas de emisión que ha tenido el mismo efecto sobre la ecología como la venta de acciones en la economía.”

En resumen

La temperatura promedio desde mediados del siglo XVIII por lo menos y tal vez desde hace diez mil años no ha aumentado más de un grado centígrado. Pero el descalabro climático y meteorológico parece acentuarse ominosamente. Todos los datos estadísticos refrendan desequilibrios en aumento.

Organizaciones empresariales de la economía global gritan a los cuatro vientos todas sus “soluciones”, encarando un aumento de temperatura de dos grados, dados ya por inevitables, diciendo: -estamos llegando a los dos grados, pero nosotros tenemos los recursos para salvarnos.

Como cubriendo el hecho, cada vez más inocultable, de que la enorme maquinaria económica mundial incide y descontrola los equilibrios planetarios.

Y prometiendo, ante un clima que parece estar castigando cada vez más, en zonas tórridas, en tierras con pocos recursos defensivos, “la salvación”. Mediante montañas de dólares, de espejos refractarios o de algas deglutidoras. Pero jamás confesando el papel del sistema de segregación y privilegios.

Notas:

(1) Estas “soluciones” han sido analizadas por ETC Group, Gambling with Gaia [Jugando con la Tierra como apuesta], Ottawa, enero 2007.

(2) http://www.biofuelwatch.org.uk/docs/cnbe/cnbe.html Diciembre 2008.

(3) Richard A Houghton et al, Global Biogeochemical Cycles, vol. 7, no 2, 1993. “Current Land Cover in the Tropics and Its Potential for Sequestering Carbon”.

(4) Este “detallecito” de “la cosecha” echa por tierra la noción de sumidero. Lo atribuimos a la naturaleza de quien ofrece el negocio, que, como el escorpión, no puede contra su impulso mayor…

(5) Cit. p. Movimiento de Defensa de los Bosques Tropicales, boletín nº 38, WRM, setiembre de 2000.

(6) Alieto A. Guadagni , “El cambio climático al acecho”, Clarín Rural, 10/10/2009.

(7) Los “conquistadores” tenían la muy legal precaución de leerles a las diversas etnias y poblaciones con que iban entrando en contacto todo un documento, en latín, en presencia de escribano público, por el cual se incorporaba esa gente a la calidad de súbdito de la Corona española, con todos sus derechos.

Pero, se les advertía en la tan incomprensible frase final como había resultado toda la lectura, que si los nuevos habitantes del reino no cumplieran con todas las leyes, el peso de esa misma ley caería sobre ellos quitándole los hijos y la hacienda, adueñándose de sus mujeres, matándolos con justicia por ser el resultado de tanta maldad cerril por no haber sabido cumplir con… lo requerido.

(8) 10/10/2009.

(9) En las reuniones de la ONU sobre bioseguridad y seguridad alimentaria EE.UU. tenía a su lado y a su servicio al “Grupo de Miami”; Uruguay, Argentina, Chile, Australia y Canadá. En otros temas, EE.UU. mantiene un séquito más raleado, con microestados como las Islas Marshall o Palau, Taiwan o Israel.

(10) Chris Thomas et al., “Extinction risks for climate change”, Nature, Londres-Nueva York, no 427.

(11) Tanto la referencia al trabajo de Thomas y asociados como el comentario de E. Wilson están tomados de Sex grader [Seis grados], un libro de Mark Lynas dedicado a analizar escenarios planetarios para calentamientos de 1, 2, 3, 4, 5 o 6 grados (Ordfront, Estocolmo, 2007).

(12) Un artículo firmado por Fidel Castro, “La hora de la verdad”, contiene casi por entero las presentaciones de ambos presidentes sudamericanos amén de algún párrafo propio, así que para la lectura de Chávez y Morales, remitimos al texto compilado por Castro, profusamente difundido por internet.

(13) Es la consigna del Copenhagen Climate Council (Consejo de Copenhague sobre el Clima), en rigor un organismo nórdico [región definida por los estados nacionales de Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Finlandia) con sede en Dinamarca que procura la “colaboración” empresaria para solucionar los problemas climáticos provocados… por el mundo empresario.

(14) http://www.copenhagenclimatecouncil.com/(...)

(15) http://www.copenhagenclimatecouncil.com/

(16) Íd. n. 13

(17) www.revistaperspectiva.com/archivos/revista/No%2015/bent.pdf

(18) Los puntos de acuerdo de Copenhaguen, 19 diciembre 2009. Agencia Ideal.

(19) Instituto de Estudios de Globalización, Moscú.

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* Luis E. Sabini Fernández - Docente del área de ecología de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Editor de la revista futuros, del planeta, la sociedad y cada uno. revistafuturos.com.ar

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Fuente: Ecoportal.net: http://www.ecoportal.net/content/view/full/90951

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