El sitio Web de GRAIN ha publicado el artículo: ¿Privilegio para las empresas semilleras, represión para los agricultores? Aspiraciones de la industria semillera de cara a la próxima revisión del Convenio de la UPOV. Recomendamos la atenta lectura de este informe por que la adhesión al Convenio de la UPOV recisado en 1991 forma parte de las condiciones impuestas para la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. Publicamos la introducción al artículo pero el texto completo en español puede leerlo en el siguiente enlance: http://www.grain.org/briefings/?id=204 El sitio GRAIN contiene también este artículo en inglés y francés.
Los actores principales de la industria semillera mundial están quejándose y refunfuñando por las lagunas y vacíos que presenta el sistema de protección de las obtenciones vegetales, creado por ellos mismos en la década de 1960 como alternativa a las patentes. Los europeos quieren eliminar el derecho limitado que aún tienen los agricultores a guardar semilla. Los norteamericanos quieren restringir la cláusula que habilita mutuamente a los fitomejoradores a usar libremente y para fines de investigación las variedades comerciales de otros fitomejoradores.
En ambos casos, lo que se pretende es reducir la competencia y multiplicar las ganancias. A corto plazo, las víctimas serán los agricultores que probablemente terminarán pagándole US$ 7.000 millones adicionales cada año a las grandes empresas semilleras.
Pero a la larga todos perderemos con el control creciente de nuestros sistemas alimentarios en manos de grandes empresas transnacionales. Este informe rastrea los debates recientes al interior de la industria semillera, y explora qué ocurrirá si los derechos de obtentor de variedades vegetales se tornan indistinguibles de una patente.
Introducción
Ya no se podrá guardar y reutilizar semilla ni se podrá acceder libremente a variedades protegidas, ni siquiera para fitomejoramiento. En otras palabras, se eliminarán las dos diferencias principales entre los derechos de obtentor y las patentes industriales. Eso es lo que figura en primer lugar en la lista de aspiraciones de la industria semillera de cara a la nueva revisión del Convenio de la UPOV. (1)
Cuando el Convenio de la UPOV estandarizó por vez primera los derechos del obtentor de variedades vegetales en la década de 1960, se trataba más que nada de un tipo de propiedad intelectual semejante a los derechos de autor. Al propietario de la variedad se le concedía el monopolio de la propagación comercial y la comercialización de su obtención vegetal, pero otros usos quedaban fuera de su control. Los agricultores podían multiplicar libremente las semillas para su propio uso todas las veces que quisieran. Otros fitomejoradores podían asimismo utilizar libremente las variedades protegidas para desarrollar sus propias obtenciones y materiales vegetales.
La revisión del Convenio de la UPOV realizada en 1991 cambió radicalmente esta situación. Gracias al cabildeo exitoso de la industria semillera mundial, esa revisión transformó los derechos del obtentor de variedades vegetales en algo muy semejante a una patente. Guardar y reutilizar semilla protegida (el denominado privilegio del agricultor) quedó permitido solamente como una excepción opcional, se impusieron restricciones al uso de las semillas protegidas para fines de fitomejoramiento posterior, y los derechos monopólicos se extendieron para abarcar hasta los productos elaborados de la cosecha. Esta es la versión (conocida como Acta de 1991) del Convenio de la UPOV que se le está imponiendo actualmente y con celeridad a los países en desarrollo, a consecuencia del Acuerdo de la OMC sobre los ADPIC. [2]
No obstante, la industria semillera sigue inconforme, y en estos últimos años ha empezado a intensificar su cabildeo preparándose para darle el zarpazo final a los vacíos que aún quedan en el sistema de protección de los derechos del obtentor de variedades vegetales. De tener éxito, eso representará con toda certeza el fin del derecho de los agricultores a guardar y reutilizar semilla protegida cosechada de sus propios cultivos, probablemente el fin del derecho de otros fitomejoradores a acceder libremente a material vegetal protegido con derechos de obtentor, y un ajuste general de los amarres que redundará en períodos más largos de protección de ese derecho, mecanismos más estrictos para asegurar su observancia y un abanico más amplio de derechos monopólicos.
El presente informe de GRAIN rastrea los debates internos recientes de la industria semillera e intenta visualizar qué ocurrirá si los derechos de obtentor de nuevas variedades vegetales se transforman en patentes. ¿Devendrá superflua la UPOV y desaparecerá acaso lentamente? No necesariamente. La industria semillera es promiscua en su empleo de los derechos de propiedad intelectual (DPI) y le gusta disponer de muchas opciones. A juzgar por lo que ha venido ocurriendo en Estados Unidos, lo que el futuro nos depara no será optar por uno u otro tipo de derechos de propiedad intelectual, sino la combinación de dos, tres o más capas superpuestas de protección legal monopólica.
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