Las normas internacionales de propiedad intelectual que protegen intereses privados se han convertido en verdaderas trabas del desarrollo para los países más pobres del mundo, y también en instrumentos ruines contra la biodiversidad, la conservación del planeta y la salud de millones de seres humanos.
Martin Khor, líder histórico de la asociación Third World Network de Malasia, recomienda a los países en desarrollo romper estas reglas y desarrollar legislaciones nacionales propias que hagan contrapeso a las políticas corporativas de la OMC.
Khor, ensayista y economista de la Universidad de Cambridge, es uno de los activistas sociales más destacados en los rubros de comercio, desarrollo y medioambiente. Fue catedrático de Economía en la Universidad de Ciencias de Malasia, es miembro del South Centre y del International Forum on Globalization, y fue vicepresidente del Grupo de Expertos en Derecho al Desarrollo de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
En una breve visita a Bolivia, Khor brindó una conferencia sobre las consecuencias que acarrean los acuerdos de propiedad intelectual para la salud, el medio ambiente y los planes de desarrollo de los países del denominado tercer mundo.
Antecedentes
Hasta 1994, antes de la entrada en vigencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el sentido común decía que la propiedad intelectual era un mal necesario. Se reconocía que el inventor que invirtió tiempo y dinero para crear algo nuevo debía ser compensado con patentes o derechos de autor para recuperar sus gastos. Esa fue la lógica base para incentivar las creaciones, aunque también se reconocía que el público gozaba de más derechos que el privado.
Para equilibrar los derechos del tenedor de la propiedad intelectual y la sociedad, antes de la OMC cada país era libre de escoger el sistema que deseaba. Es así que muchos países pobres y en desarrollo excluyeron las patentes sobre medicinas, formas de vida (animales y plantas), alimentos y semillas. Es sorprendente saber que países como Alemania y Suiza no reconocían patentes sobre drogas y químicos hasta los años 60 y 70 del siglo pasado. De esa forma, excluyendo ciertos ámbitos y fijando límites a las patentes, los Estados alcanzaron el equilibro entre derechos de innovador y de la sociedad.
El panorama cambió cuando las multinacionales y sus gobiernos contragolpearon y sacaron las normas de propiedad intelectual de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y las incluyeron en el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT), antecesor de la OMC.
Fue una enorme victoria para los defensores de la propiedad intelectual catalogar como derecho del tenedor de una patente el control monopólico de su invento por algunos años. No debería haberse llamado derecho sino privilegio de la propiedad intelectual, opina Khor.
Fue fácil engañar a los negociadores que solo conocían de comercio y muy poco de propiedad intelectual. De esta forma, el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC o, en inglés, TRIPS) se convirtió en el anexo 1C del Convenio por el que se crea la OMC.
El ADPIC se convirtió en un instrumento más poderoso que OMPI y el poder se transfirió a la OMC. En la OMPI los países no están obligados a firmar acuerdos, pero si no siguen las reglas de la OMC se exponen a castigos como por ejemplo el bloqueo de sus exportaciones.
Khor observa que en la actualidad el ADPIC está causando serios problemas en al menos en tres áreas fundamentales: las tecnologías industriales, los medicamentos y la biodiversidad.
Tecnologías industriales
Muchos países del primer mundo alcanzaron el desarrollo copiando tecnologías aplicadas en otros países, como Corea y otras naciones asiáticas por ejemplo. Incluso en la agricultura los granjeros y pueblos indígenas tuvieron la posibilidad de intercambiar semillas y conocimientos libremente sin la traba de la propiedad intelectual. Si tuviéramos propiedad intelectual hace 10 mil años solo los peruanos y bolivianos estarían comiendo papas y cada vez que comen arroz deberían pagar regalías a los asiáticos, ironiza Khor.
Ahora el ADPIC impide a los países copiar las tecnologías, lo que limita su posibilidad de desarrollo industrial. Por ejemplo, las empresas chinas que producen DVD y otros reproductores fueron enjuiciadas por la multinacional Sony. Por cada 100 dólares vendidos, las empresas chinas tienen que pagar 80 dólares en regalías o derechos de autor, es decir que por cada dólar de venta 80 centavos van a parar a las arcas de las multinacionales.
Medio ambiente
Los derechos de propiedad intelectual también tienen serias implicaciones para el medio ambiente, como lo demuestra la experiencia de compañías de la India impedidas de utilizar refrigerantes sustitutos a los CFCs, prohibidos por el protocolo de Montreal porque destruyen la capa de ozono.
Empresas hindúes que fabrican equipos de aire acondicionado y refrigeradores se juntaron para producir el químico sustituto, pero se enteraron de que estaba patentado por una compañía norteamericana. El consorcio negoció la licencia y ofreció pagar la regalía, pero la empresa no dio el permiso a menos que pague una regalía cuatro veces más alta que el precio de mercado. Y aunque pagara el alto costo, la empresa norteamericana condicionó al conglomerado indio el uso del químico a la previa venta del 60% de la empresa.
Khor piensa que la misma tragedia se replicará en la búsqueda de tecnologías industriales amigables frente al cambio climático, tema de interés número uno a nivel mundial en los próximos dos o tres años. Los países ricos reclaman a los menos desarrollados el cambio de tecnologías y formas de usar energía, y prometen ayudar con el desarrollo tecnológico, pero respetando siempre los derechos de propiedad del sector privado.
Para ser franco, un país que quiere desarrollar su industria tiene que romper las reglas de propiedad intelectual. Desconociendo estas reglas es que se desarrollaron los países de Europa y también Estados Unidos, recuerda el especialista.
Medicamentos
Debido al monopolio del tenedor de patentes los precios de los medicamentos contra el sida son muy altos. Un tratamiento patentado cuesta 12 mil dólares por paciente al año, cunado el mismo tratamiento con genéricos cuesta 120 dólares al año en India.
Las reglas de la OMC permiten a los países en desarrollo producir medicamentos genéricos aunque exista una patente de por medio, siempre y cuando el país emita licencias obligatorias que son parte integral del sistema de patentes. Si el gobierno determina que el precio de un fármaco es demasiado alto debido a las patentes, entonces puede emitir una licencia obligatoria para una empresa, agencia del estado u ONG para que produzca o importe medicamento genérico.
Tailandia ya aprobó tres licencias obligatorias para que el gobierno produzca dos medicamentos contra el Sida y uno contra los males cardiacos. Las farmacéuticas internacionales se enojaron bastante; admiten los genéricos para el Sida, pero no para otras dolencias, pese a que las reglas de la OMC autorizan la emisión de licencias para cualquier enfermedad, por cualquier razón, sin necesidad de emergencia sanitaria y por interés publico.
Después de tres años de investigación, el gobierno tailandés instaló su propia industria farmacéutica y está produciendo genéricos, excepto versiones de aquellas drogas patentadas por las multinacionales. Las autoridades tienen en lista licencias obligatorias para otros 30 fármacos. En África, Ghana, Zimbaue y otros países también se emitieron licencias obligatorias.
En América Latina no se han aprobado licencias obligatorias. Brasil casi lo hizo dos veces, pero la empresa que vendía el fármaco con patente bajó su precio por mucho para evitar las copias. Sin embargo, la verdadera razón por la que no hay licencias obligatorias en la región es que está próxima a Estados Unidos y siente mucho más la presión política, interpreta Khor.
Según Khor, no es necesario fijar un tiempo limite para una licencia obligatoria sino pagar regalías. En Malasia esta regalía es del 4% sobre el precio de venta, que no es mucho. En Indonesia es 1% y en Tailandia el 0,5%. En Tailandia no se fijó una fecha límite para la fabricación de genéricos, en tanto que en Malasia se impuso un término de dos años para importar, aunque existe la intención de producir localmente.
Las reglas actuales indican que los países pueden acceder a los datos de prueba. Esto es muy importante porque si no se permite al productor de genéricos acceso a estos datos, sería el fin de la industria genérica.
En las negociaciones de los TLCs, Estados Unidos insiste en que el país apruebe legislación nacional que impida a un productor de genéricos utilizar datos de prueba. Si el país en cuestión no acepta esta condición entonces no hay TLC. Si se revisan los acuerdos con Perú, Chile y Colombia, todos tienen esta condición. Un estudio reciente de Perú indica que las industrias locales de genéricos perderán el 80% de su mercado. La lección que deja todo esto es que no se debe firmar un TLC si se quiere fortalecer la industria de genéricos, recuerda Khor.
Biodiversidad
El primer problema en algunos países ricos en biodiversidad es el robo o biopiratería. Los materiales más importantes robados por empresas del primer mundo no son las hojas o las plantas sino el material biológico, los microorganismos de la tierra.
Las compañías suelen extraer el material genético de los microorganismos, hacen la secuenciación de los genes y los van patentando. Hace cuatro años el periódico inglés Guardian estudió que medio millón de genes humanos ya habían sido patentados.
El caso más reciente en este acápite, en el que Bolivia puede jugar rol protagónico, tiene que ver con la salud y la Organización Mundial de la Salud (OMS). La gripe aviar, que podría matar hasta 800 millones de personas en todo el mundo, es el origen de la controversia.
El hecho es que la vacuna contra este mal será patentada tomando en cuenta la enorme demanda en los países ricos. Las empresas multinacionales y Estados Unidos ya han reservado mil millones de dosis para sus habitantes y clientes. La preocupación de los países en desarrollo es que su población puede morir por falta de vacunas, lo que da a este problema una dimensión extremadamente sensible.
La OMS exige que los virus extraídos a los pacientes en Indonesia –país donde existen más casos de gripe aviar en seres humanossean enviados a laboratorios aprobados por la organización. En atención a este requisito, muchas muestras recogidas en Indonesia fueron enviadas a un centro especializado en el análisis del virus en Atlanta, Estados Unidos. En otras palabras, se traspasó la investigación a empresas privadas sin permiso de Indonesia.
Hace poco una empresa australiana ofreció al Ministro de Salud de Indonesia dosis a 20 dólares cada una. Indonesia necesita 100 millones de dosis, pero no tiene los 2.000 millones de dólares para pagar por las medicinas.
Ahora Indonesia intenta hacer respetar su condición de país de origen del virus, un componente importantísimo para cualquier vacuna que se descubra en el futuro. Indonesia dice ser el dueño y centro originario del virus, que también es parte de la biodiversidad, y por tanto argumenta tener el derecho soberano de uso. Reclama que si se desarrolla una medicina en el futuro los beneficios debieran compartirse.
El gobierno no está interesado en lucrar con la futura vacuna, sino que pide a la OMS que no permita que el producto se patente y se comercialice. Las autoridades argumentan que una sola empresa no puede ser proveedora para el mundo entero, sino que debe divulgarse el conocimiento para que cualquier país pueda producir la vacuna y todo el mundo tenga acceso a ella.
Cuando surgió este caso, el secretario general de la OMS debería haber defendido los derechos de Indonesia, pero no lo hizo y ahora Indonesia amenaza con dejar de enviar las muestras hasta que se firme un acuerdo para compartir beneficios. La OMS llamará a los países para resolver la crisis y se prevé que el secretario pedirá que se firme el acuerdo sin previa negociación.
Actualmente trabajan dos destacados profesionales latinoamericanos contrarios a las patentes en el departamento de Salud de la OMS, pero designaron a un norteamericano como encargado de la unidad de propiedad intelectual, cuya tarea es matar la unidad. En esta controversia, Bolivia puede jugar un papel central y ocupar el ojo de la tormenta, pues un boliviano es presidente del directorio de la OMS.
Fuente: Fundación Solón Blog
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