El significado de desarrollo creado desde una mirada occidental blanca, niega y denigra las diversidades y las existencias de los pueblos originarios. Hasta ahora la visión de desarrollo sigue siendo utilizada para saquear y destruir los territorios y los bosques, medios de vida de millones de indígenas.
Editorial del boletín del Movimiento por los Bosques Tropicales (WRM)*
WRM, 16 de noviembre, 2020.- Este artículo busca reflexionar críticamente sobre el mal llamado desarrollo y alertar sobre las estrategias que vienen utilizando quienes lo promueven para adentrarse en los territorios.
Se sabe que el desarrollo impuesto por las agencias, organismos, bancos y programas —ahora camuflado junto a otras palabras como “sostenible” o “carbono neutral”— es instrumental al voraz avance del saqueo y la consiguiente destrucción de bosques y medios de vida de millones de personas.
En los últimos años, además, estos actores trabajan cada vez más en alianza al capital financiero, al que ven como aliado del desarrollo y lo refuerzan con recursos públicos.
No podemos olvidar que la noción de desarrollo fue proclamada después de la segunda guerra mundial, cuando Truman, expresidente de los Estados Unidos, aprovechó el desplome europeo y afirmó que los EE. UU. debería disponer de sus avances y progreso para el crecimiento de las zonas subdesarrolladas. Además, hizo un llamado a que todos los gobiernos sigan sus pasos en la búsqueda del desarrollo.
Fue ahí que al mundo lo dividieron en dos: los países desarrollados del Norte y los países subdesarrollados del Sur. Considerando el proceso histórico en el que esto se enmarca, estos dos bloques bien podrían haberse llamado: los colonizadores (del desarrollo) y las colonias (para desarrollar, o, mejor dicho, para saquear).
En esta cruzada desarrollista, fueron algunas entidades transnacionales y capitalistas, lideradas esencialmente por el gobierno de los EEUU y por el bloque del G-8, las que impusieron las reglas del desarrollo, principalmente para el Sur global.
El Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Bancos de Desarrollo regionales, entre otros evangelizadores, se consolidaron como actores absolutos (casi imperiales) de poder político y económico, llevando la biblia del desarrollo bajo el brazo.
Así, los Programas de Ajuste Estructural, dictados por el FMI y el BM, obligaron a los países del sur a imponer duras políticas para abrirse al mercado libre en nombre del desarrollo, progreso y crecimiento.
Luego, las Asociaciones Público-Privadas fueron, y siguen siendo, establecidas por los gobiernos al ser requisito para recibir préstamos de estas instituciones, a pesar que estas Asociaciones benefician cabalmente al capital privado a expensas del sector público. Los bancos y agencias de desarrollo suelen ser importantes accionistas en estas Asociaciones.
Es así que cientos de represas a gran escala, carreteras y vías de tren que atraviesan bosques y tierras comunitarias, plantaciones industriales de monocultivos, megaproyectos de infraestructura e incluso proyectos de exploración y extracción de minería, petróleo y gas, han sido financiados, legitimados y promovidos por estos actores del desarrollo.
El Banco Mundial, por ejemplo, ha promovido por décadas la titulación de tierras a través de la propiedad individual, lo que facilita, en su gran mayoría, la entrada de actividades industriales a tierras comunitarias y el debilitamiento de la organización y cohesión social.
En paralelo, los países del norte establecieron sus propias agencias de cooperación al desarrollo, tales como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ) o el Banco de Desarrollo del Estado Alemán (KfW), la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA), etc., para implementar y monitorear sus propias políticas externas e intereses de forma calculada en el sur.
Así, muchas empresas de plantaciones industriales provenientes del norte deben la supervivencia de sus actividades en los países subdesarrollados, en gran parte, a las donaciones de sus gobiernos.
Sin subvenciones, financiación barata y otros subsidios, estas plantaciones y plantas de celulosa extremadamente costosas nunca llegarían a producir. Algunos de estos subsidios se transfieren a través de agencias multilaterales antes de ser derivados al sector empresarial. En otros casos, fondos recaudados a través de los impuestos que pagan los ciudadanos en el norte se canalizan a través de agencias de cooperación al desarrollo a las arcas de estas empresas privadas. (1)
La noción del desarrollo, creada desde una mirada occidental blanca, niega o denigra a las muchas diversidades, existencias y visiones de ser en los territorios. Los territorios no-blancos y no-occidentales (que incluyen pluralidad de personas y pueblos, prácticas, bosques, espacios y tiempos de vida, ríos, historias, conocimientos) son constantemente subordinados, violentados y estigmatizados con el concepto del subdesarrollo.
Esto va de la mano de sociedades capitalistas cada vez más inmersas en una visión de crecimiento que es racista, clasista y patriarcal. Una visión que pregona ser universal y por tanto invisibiliza o silencia (casi siempre por la fuerza) a los territorios no-blancos, y que, en esencia, busca engrandecer a la economía capitalista de opresión.
Como reacción frente a la fuerte resistencia en el sur y a la presión internacional por la emergencia climática y ambiental, los actores del desarrollo comenzaron a apoyar el concepto de crecimiento verde. La ONU lanzó un llamado al crecimiento verde en 2011 y el Banco Mundial presentó en 2012 el reporte Crecimiento verde inclusivo, el sendero para el desarrollo sostenible.
Extremadamente funcional al capitalismo, ese cambio de retórica (más no de fondo) le ha permitido a la industria del desarrollo continuar y expandir sus prácticas, negocios y acumulación y, por tanto, el saqueo, la violencia y el despojo.
Asimismo, en las últimas dos décadas, los bancos y fondos de desarrollo han aumentado masivamente. Estos actores se han vuelto cada vez más entrelazados con las finanzas globales. La cartera de las instituciones financieras de desarrollo europeas se ha cuadruplicado, de 10 900 millones de euros en 2005 a 41 200 millones de euros en 2018.
Estas instituciones actúan cada vez más como cualquier otro inversionista, y ve al sector financiero privado como un actor del desarrollo y lo refuerza con recursos públicos. Así vemos una creciente participación de estos actores en la agroindustria y el acaparamiento de tierras. (2)
Más recientemente, algunos de estos bancos y fondos han creado sus propias empresas de gestión de activos. Estas son denominadas fondos de desarrollo o, mejor dicho, fondos de inversión y de capital.
El Banco Mundial creó su propia empresa para administrar dichos fondos, el Asset Management Company, que hoy administra US10 mil millones de dólares a través de 13 fondos. (3)
Más de 70 años después que Truman dividiese al mundo, la noción de desarrollo sigue siendo utilizada para saquear. Sus evangelizadores son impulsores clave de las políticas de privatización, que allanan el camino para que corporaciones y actores financieros puedan ingresar y destruir cada vez más territorios y bosques.
Esperamos que este artículo aporte a la reflexión para la construcción y fortalecimiento de alianzas entre movimientos y grupos de base en el rechazo a ese desarrollo colonizador, racista y patriarcal.
Notas:
(1) Ricardo Carrere y Larry Lohmann, 1996, Pulping the South.
(2) Focus in the Global South, TNI, Fian International, 2020, Rogue Capitalism and the financialization of territories and nature.
(3) Idem (2)
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Fuente: Boletín Nro. 252 – Setiembre - Octubre 2020 del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales: https://wrm.org.uy/es/boletines/
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