Arguedas vio y profetizó el canto y la música como importante y eficaz factor de cohesión social, como puente o amalgama de una alianza ideológica y política entre indios y mestizos, con clara e indubitable perspectiva de liberación nacional resume el investigador, traductor músico y cantante quechua Leonidas Casas, en un artículo publicado en la revista Ideele en 2011.
Por Leonidas Casas
Arguedas: vigencia y proyección
Éste es un desagravio al gran Amauta por los maltratos inferidos al mezquinársele el merecido reconocimiento por los 100 años de su natalicio. No solo se le negó llamar al 2011 “Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas”, sino también la denominación alternativa “Año del Perú de Todas las Sangres”, con el que estaba de acuerdo incluso Mario Vargas Llosa, su gran detractor.
Acaso debemos agradecer esta torpeza oficial, pues un importante número de gobiernos regionales y municipales, así como instituciones gremiales, académicas e intelectuales, le han dado a Arguedas la gratitud que el sectarismo ideológico y político le regateó.
Vigencia de Arguedas
El reconocimiento del Arguedas novelista, narrador, poeta, etnólogo, antropólogo, educador, traductor y lingüista quechua, recopilador-estudioso-promotor-periodista-defensor del folklore peruano, no solo tiene plena vigencia hoy, sino que, a cuarenta y dos años de su ausencia física, va ampliándose y profundizándose en sectores de intelectuales y artistas de todas las expresiones, así como entre maestros, estudiantes, obreros, campesinos e indígenas de todos los confines del Perú.
Sería muy largo enumerar las canciones campesinas en diferentes géneros andinos y en quechua; los festivales de arte y actividades culturales; los concursos de música, narrativa, poesía y ensayo realizados en su nombre en escuelas e institutos pedagógicos, así como las adaptaciones teatrales y traducciones de sus obras al quechua para su amplia difusión en ámbitos rurales.
La comunidad de Apongo (Ayacucho) le puso el nombre de José María Arguedas al bosque comunal plantado el 18 de enero de 1981. Andahuaylas, su tierra natal, organiza desde hace diez años un Festival de Todas las Artes que congrega no solo a poetas, músicos, cantantes, danzantes, pintores y teatristas de Cusco, Apurímac, Lima, Junín, Ica, etcétera, sino también a miles de alumnos de todos los niveles y a centenares de artistas de comunidades rurales.
Son incontables los círculos culturales, académicos, estudiantiles, gremios magisteriales y entidades artísticas de todo el Perú que enarbolan el nombre y ejemplo de Arguedas como símbolo de su trabajo. La lectura, discusión y difusión de su obra literaria, etnológica y cultural se amplía cada vez más. Posiblemente no haya autor que, con el correr de los años, gane más adeptos en todos los sectores sociales, en todas las edades y en mayores ámbitos.
La razón evidente es que la mayoría de peruanos se ve reflejada en sus obras literarias, sobre todo los indígenas, cholos, mestizos y migrantes que habitan los barrios populares de las grandes ciudades de costa y sierra.
Y no es solo porque se identifican con el lenguaje, las virtudes, defectos y peripecias de sus personajes, el paisaje, los mitos y leyendas, las canciones, música y danzas, los rituales, las razones y forma de sus luchas, sino además porque expresan también sus sueños y esperanzas.
Ningún autor ha contribuido tanto como Arguedas al conocimiento profundo de nuestro ser individual y colectivo, a la forja de nuestra identidad, a la constatación de nuestra múltiple diversidad social, cultural y lingüística.
Entre todos los factores que conforman nuestra compleja y rica personalidad, ocupan un lugar especial el canto, la música y la danza. Y, dentro de estas manifestaciones, el wayno, tanto indio como mestizo, el tradicional como el de autor conocido, en quechua y castellano.
Proyección de Arguedas
A contrapelo del esmerado reproche de Vargas Llosa en su Utopía arcaica..., Arguedas no es “un pasadista a ultranza” que “le inventó virtudes al indio torpe, ignorante y anclado en la edad de piedra”, que “atribuyó belleza a una música, canto y danza primitivos”, y “fabricó en su imaginación febril una sabia cultura allí donde solo había un cúmulo de supersticiones”. Tampoco es “un mal literato y peor científico social que preconiza el pesimismo y la derrota de las masas campesinas”, como algunos científicos sociales le enrostraran, cuya soberbia y miopía no se modificó en casi medio siglo. Mucho menos fue “un nacionalista recalcitrante, potencial neonazi, enemigo del internacionalismo proletario”, como lo calificaron trece años después de su muerte quienes emprendieron explícitamente “la histórica tarea de destruir el viejo Estado para construir otro nuevo, con nueva cultura”.
Arguedas fue el visionario y profético precursor de la sólida alianza entre dos sectores sociales históricamente antagónicos, es decir, entre indios quechuahablantes y mestizos bilingües “que vestían casimir en sus ciudades”, pero que, como migrantes en las grandes ciudades de la costa como Lima, eran igualmente despreciados y discriminados.
Esta alianza debía comenzar por la práctica común del wayno en quechua y castellano, acompañado con guitarra, charango y quena, cantando y tocando aquella música que expresaba sus emociones y sentimientos, tristezas y alegrías, sueños y esperanzas.
Arguedas no es, pues, solo el apasionado folklorista que promovió el amplio conocimiento y la revaloración de nuestras manifestaciones artísticas, de nuestras tradiciones ancestrales y mestizas, de la fecunda comunicación “en indio y cristiano, en quechua y castellano”, sino también el de la afirmación de nuestra identidad nacional superando divergencias, discrepancias y antiguos antagonismos.
En resumen, Arguedas vio y profetizó el canto y la música como importante y eficaz factor de cohesión social, como puente o amalgama de una alianza ideológica y política entre indios y mestizos, con clara e indubitable perspectiva de liberación nacional.
Éste es el legado más importante de Arguedas, cuyo acierto y vigencia comprenden, valoran y testimonian hoy las mayorías indígenas y urbano-populares, junto con maestros, estudiantes, pequeños comerciantes y empresarios y clase media, más allá de exquisiteces de intelectuales “cosmopolitas” y “gentes que más conocen Norteamérica y Europa que el Perú”, es decir, las minorías privilegiadas.
Ya sabemos en nombre de quiénes le regatearon el merecido reconocimiento, pretendiendo menoscabar y hasta silenciar su mensaje.
El Perú sigue escindido. Pero no por mucho tiempo más, si seguimos el camino trazado por Arguedas, “sin rabia” (sin violencia), como diría Rendón Willka, principal personaje de su novela Todas las sangres.
Coda
La semilla arguediana se multiplica como su “quinua de mil colores” en el crecimiento del folklore andino hasta alcanzar los actuales niveles de industria cultural tanto dentro como fuera del país, abriendo excelentes oportunidades a un arte hasta hace poco marginal. También florece en el quechua de poemas y narraciones nuevas; abre o ensancha puertas de universidades nacionales y extranjeras; canta en la privilegiada voz de Juan Diego Flórez; pisa la alfombra roja de Hollywood con Magaly Solier en La teta asustada; deleita a los niños peruanos, bolivianos y ecuatorianos en la adaptación quechua del cuento sinfónico Pedro y el lobo (Pedrucha pumawan) de Prokófiev por Miguel Hart-Bedoya. El incremento de la artesanía, el turismo cultural y vivencial, así como la revaloración de productos andinos emblemáticos por el boom nacional e internacional de la gastronomía peruana, sin duda tienen mucho del alma de este gran Amauta, llamado con justicia héroe cultural del Perú.
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Fuente: Revista Ideele Nº 205
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