Reflexión bicentenaria en el mes de la patria
«A 200 años, hay que refundar el país para incluir a todos los peruanos con una práctica de inclusión real y abandonar el doble discurso perverso cuyo resultado significa perpetuar la exclusión. Los pueblos indígenas en buena cuenta EXISTEN y su existencia no requiere de la legitimación de un Estado que los menosprecia, ignora, margina e invisibiliza.»
… lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
Por Ana María Pino Jordán*
5 de julio, 2020.- Casi al final de la cuarentena, va apareciendo en el canal estatal de televisión, una agenda para recordar el bicentenario de una epopeya cuyo resultado más trascendente fue la conformación de la República del Perú. Uno de sus programas iniciales estuvo dedicado a resaltar el mérito de una científica peruana que integra el equipo de la NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de USA) casi como para indicar el camino hacia “el país que imaginamos”.
Nuevamente, y para variar, miramos fuera de nosotros, de nuestra realidad, de lo que somos como país, de lo que tenemos, para disfrutarlo y dejar de llorar por lo que no somos o no tenemos, típico de una sociedad neurótica, que aún le falta aceptarse para realizarse. Somos un país diverso y esta diversidad es la que nos debería enriquecer en el intercambio; recordemos que la uniformidad nos empobrece. Tenemos una herramienta útil y valiosa para fortalecer nuestra diversidad, la clave y el modo es la interculturalidad.
Tenemos una herramienta útil y valiosa para fortalecer nuestra diversidad, la clave y el modo es la interculturalidad.
Haciendo uso de ella, hay que precisarla, porque “interculturalidad” es un término muy ambiguo; la reflexión que se plantea será desde una concepción de interculturalidad que considera el derecho a la diferencia; es decir, el derecho de "ser" y "estar" de cada cultura en diálogo permanente y cotidiano, básicamente porque vivimos y desarrollamos nuestra vida en Puno, una de la varias regiones bio-diversa natural y cultural, contenida en un país (comunidad imaginada, como lo mostrado por Anderson), con un modelo de Estado que determina un orden colonial para las sociedades que cobija, en donde “todos somos iguales” pero “algunos somos más iguales que otros”.
Desde hace algún tiempo, hay el convencimiento que mientras nos domine ese orden colonial; es decir, mientras sigamos colonialmente subordinados, no rompamos las cadenas que “ya no las llevamos en los pies sino en las mentes” como diría Arturo Escobar, será imposible considerar al otro como igual; en consecuencia, uno de los enfoques para “celebrar el bicentenario” es cambiar hacia vindicar y reivindicar la "Deuda histórica de la República para con sus pueblos originarios".
uno de los enfoques para “celebrar el bicentenario” es cambiar hacia vindicar y reivindicar la "Deuda histórica de la República para con sus pueblos originarios".
Desde el colegio sabemos que la gesta independentista fue conducida básicamente por los criollos que en ese tiempo eran los hijos de españoles nacidos en América, razón por la que sufrían discriminación en España y su gran reivindicación era la "igualdad" ya que España vivía de sus colonias.
Últimamente se hizo visible que tanto San Martín como Bolívar eran mestizos por línea materna; el primero indígena y el segundo negro y que su gran discrepancia fue el tipo de república que planteaban, sobre la base de su propia lectura del tipo de sociedad que albergaba la América.
San Martín proponía un Monarquía parlamentaria y Bolívar una República. Sabemos que la cosa se definió en Guayaquil y que San Martín se retiró dejando la gesta independentista bajo la conducción de Bolívar. El resto es bien conocido también.
La República se construyó mirando a Europa, bajo inspiración de la Revolución Francesa. Su base política fue la ciudadanía.
La República se construyó mirando a Europa, bajo inspiración de la Revolución Francesa. Su base política fue la ciudadanía. Los ciudadanos borraron por decreto las diferencias entre criollos, mestizos, negros, indígenas, culíes. En la práctica, ciudadanos eran considerados los hombres blancos, letrados y con poder económico. Al menos en la Colonia, las reformas Toledanas establecieron la República de Españoles y la República de Indios y, a pesar de lo discriminatorio que podía ser, cada quien sabía dónde se ubicaba y qué le correspondía.
Las históricas tropas que dirigió Andrés Avelino Cáceres, en el centro del país, son atractivos turísticos del valle del Mantaro en el mes de la patria. Foto: El Peruano
Al establecerse la República, bajo la cortina de que todos eran ciudadanos en el sistema republicano, se incrementó la vulneración de derechos de todos los no blancos, al punto de convertirlos en "no seres", como diría Fanon.
Los que conformaron la República olvidaron que antes de llegar sus ancestros, América estaba habitada por diversos pueblos que construyeron social e históricamente sus propias visiones del mundo a las que dieron un horizonte de sentido propio también y en función de ello, organizaron para su convivencia diversas formas de administración y gobierno.
Desde el colegio también ubicamos culturas que alcanzaron distintos desarrollos; tenemos en nuestra zona lo que con ojos eurocéntricos llamaron Señoríos (por ejemplo los 8 aymaras), Reinos o Imperios como el Huari-Tiahuanaco o el Inca. Sin embargo, estas experiencias históricas fueron invisibilizadas, desconocidas por considerarlas inferiores, a la hora de definir la forma de Estado que le seguiría a la independencia. Las consecuencias las vivimos hasta ahora porque las formas de gobernabilidad en el “Perú profundo” subsisten al punto que, hasta hace poco, Albó y Taylor señalaban por ejemplo a la Comunidad Campesina como un Mini-Estado en conflicto.
las formas de gobernabilidad en el “Perú profundo” subsisten al punto que, hasta hace poco, Albó y Taylor señalaban por ejemplo a la Comunidad Campesina como un Mini-Estado en conflicto.
Por eso consideramos que la República mantiene una "Deuda Histórica" con sus pueblos originarios porque los mantiene invisibles, irreconocidos en su derecho de ser y existir; y no sólo en su condición de pueblos, con una cultura propia y diferente, sino en su condición de seres humanos.
La República les debe a sus pueblos originarios, desde el territorio hasta todo lo que cabe en 2 siglos de olvido pasando por “patentes” como la domesticación de la papa, maca, cañihua, quinua, quihuicha, pallar, yuca, entre otros cultivos; del cuy, la alpaca, llama, entre otras especies de animales, tecnologías diversas como la textil, con toda su cadena productiva, el chuño, charqui, chalona, que dieron paso al reconocimiento de la gastronomía peruana y a que tengamos “productos bandera” como la fibra de vicuña; el uso de plantas medicinales como la quina, uña de gato, ayahuasca, ni que decir de maravillas como Machu Picchu, Chan-Chan, Sechín, Caral, Kuelap, entre otras.
Foto: FAO
Hacer visible las diferencias, a las que todo pueblo (en la acepción de Pueblo de la Declaración Universal de Pueblos Indígenas) tiene derecho, implica la ardua tarea de decolonizarnos en nuestra vida cotidiana, nuestros discursos y nuestros programas, para que la independencia sea una realidad palpable aun cuando vivamos en un mundo globalizado y en un planeta a punto de colapsar por el imperio de una nueva colonización: la del poder del capital y el consumo de objetos.
Implica también que los pueblos indígenas, que en su cotidianidad mantienen un orden como mini-estados, sean parte de ese “Estado Peruano” pero en igualdad de condiciones, respetando las diferencias, desprendiéndose de cualquier tutela porque son “achachilas”, “abuelos sabios”, y hace tiempo dejaron de ser menores de edad y están lejos de ser discapacitados sociales y/o políticos. A 200 años, hay que refundar el país para incluir a todos los peruanos con una práctica de inclusión real y abandonar el doble discurso perverso cuyo resultado significa perpetuar la exclusión. Los pueblos indígenas en buena cuenta EXISTEN y su existencia no requiere de la legitimación de un Estado que los menosprecia, ignora, margina e invisibiliza.
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* Ana María Pino Jordán es promotora del espacio cultural La Casa del Corregidor e investigadora del grupo de estudio Interculturalidad.
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— Servindi (@Servindi) February 27, 2020
"Bicentenario debe cerrar herida y deuda histórica con los #PueblosIndígenas". @aidesep_org compartió pronunciamiento → https://t.co/l2dTiPuvQb pic.twitter.com/SbQzuPxA7a
— Servindi (@Servindi) August 10, 2018
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