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La industria turística y el narcotráfico en México: desde el pueblo Maya

Un militar vigila una playa de Acapulco. Foto: Alejandrino

Antes del avance del Estado, la nación maya Máasewáal supo vivir épocas de abundancia. Sin embargo, la escuela enseñó que la milpa era trabajo de gente pobre y el turismo masivo convirtió a los mayas en mano de obra barata. El arribo de turistas a ciudades como Cancún, Playa del Carmen y Tulum se convirtió en un mercado para el narcotráfico y narcomenudeo. En el mismo sentido, el megaproyecto del Tren (mal llamado) Maya destruirá a la naturaleza y expandirá la industria del turismo a las regiones rurales que hasta ahora viven de su producción y no sufren al crimen organizado. La esperanza anida en la organización comunitaria, las resistencias y las luchas por la defensa de la tierra.

Por Angel Sulub*

Debates Indígenas, 3 de abril, 2022.- Cinco décadas han bastado para transformar (una vez más) significativa y alarmantemente la vida de los pueblos Mayas de México. En 1970, la creación del proyecto Cancún convertiría a la Península de Yucatán en el principal centro de desarrollo turístico del país y en uno de los más importantes del mundo. El impulso al turismo masivo en el litoral caribeño constituyó un golpe más a las autonomías mayas que hasta 1940 mantenían el control territorial de la región.

Con base en sus formas propias de organización política, espiritual, militar y comercial, el pueblo maya logró mantener al margen al Estado mexicano, al cual resistió desde 1850 (tres años después del gran levantamiento armado de los mayas, conocido como La Guerra de Castas). Las incursiones militares mexicanas pretendían invadir el centro de gobierno maya: el pueblo de Noj Kaj Santa Cruz Xbáalam Naj K'ampokolche' (actualmente, Felipe Carrillo Puerto).

La nación maya Máasewáal permaneció en libertad y ajena a la vida política de México. De este modo, fortaleció sus formas comunitarias de trabajo de la tierra, mantuvo la ritualidad en sus centros ceremoniales que los cohesionaba como pueblo autónomo, profundizó sus relaciones comerciales con Honduras Británica (actualmente Bélice) y puso en práctica su diplomacia para entablar acuerdos con otros Estados y expulsar a los mexicanos de su territorio.
 

Mapa de la Península de Yucatán elaborado en 1861. Foto: Mapoteca Manuel Orozco y Berra

Memorias de abundancia

Cuentan las abuelas de los pueblos mayas que vivieron su infancia y juventud con abundancia y riqueza. Sus padres y abuelos trabajaban en las milpas y nunca faltaban alimentos. En una milpa se cultivaba maíz, frijol, jitomates, calabazas, chiles, camotes, jícamas, yuca, lentejas y otros tubérculos. En los solares de las casas, existía un sinfín de árboles frutales, plantas alimenticias y medicinales. Como si fuera poco, también se criaban animales en la casa.

La cosecha satisfacía las necesidades de alimentación y lo que sobraba se vendía en los mercados de los pueblos cercanos. El dinero de la venta alcanzaba para comprar telas e insumos para bordar los coloridos hipiles que las mujeres portaban y los trajes de los hombres. Era común ver a las mujeres ataviadas con cadenas de oro y lujosos aretes de filigrana; y a los hombres con sus trajes y sombreros finamente elaborados. La indumentaria maya posee un alto simbolismo espiritual. Lamentablemente, la abundancia del pasado contrasta con la actualidad de los pueblos mayas, cada vez más empobrecidos y explotados.

Cuentan las abuelas que la miseria inició cuando llegó la escuela impuesta por el Estado mexicano: los maestros enseñaron que la milpa era de gente pobre y que, para salir adelante y superarse, era necesario estudiar y encontrar un buen trabajo.

La educación se desarrollaba también en la milpa, que era el espacio de trabajo, ritualidad, socialización y aprendizaje. Los niños y los jóvenes eran guiados por los abuelos en el amor por la tierra, las semillas y el sentido de comunidad. Cuentan las abuelas que la miseria inició cuando llegó la escuela impuesta por el Estado mexicano: los maestros enseñaron que la milpa era de gente pobre y que, para salir adelante y superarse, era necesario estudiar y encontrar un buen trabajo.

Hoy, bien le va, el buen trabajo que el sistema le ofrece al maya es la oficina de un gran hotel de firma española. Sin embargo, en verdad es un empleo esclavizante en el que se intercambia una sonrisa ensayada por una generosa propina. En la actualidad, las propinas son el principal ingreso económico de la mayoría de los trabajadores mayas del sector turístico.
 

En 1969, se creó el Fondo de Promoción e Infraestructura Turística (Infratur) con el objetivo de desarrollar la actividad económica en Cancún. Foto: Reportur

La industria de la muerte

Con la creación de Cancún y el surgimiento de nuevos polos turísticos como Playa del Carmen y Cozumel, también llegó el infierno de la criminalidad al territorio maya. Para el pueblo Maya, el turismo representó la transición violenta desde la autosuficiencia alimentaria a la dependencia del trabajo en el sector de servicios: mesa de entradas en hoteles, mozos en restaurantes o vendedores en la playa.

La industria turística significó una ruptura con la vida ancestral: desde el desmantelamiento de las formas de cultivo hasta la ruptura de las relaciones entre las comunidades. Los espacios sagrados comenzaron a llamarse “zonas arqueológicas” y se convirtieron en escenarios turísticos de las agencias de viajes. El turismo forzó la migración de las juventudes hacia los nuevos centros urbanos y, paulatinamente, se abandonó la milpa maya que había sido, desde tiempos ancestrales, el espacio más sagrado y esencial de la vida comunitaria de los pueblos.

El turismo representó la transición violenta desde la autosuficiencia alimentaria a la dependencia del trabajo en el sector de servicios.

Los mayas se convirtieron en la mano de obra barata que sostiene los centros urbanos. Son los mayas quienes construyen los hoteles, las viviendas, las carreteras y toda la infraestructura que da soporte a la industria turística. Son los mayas quienes sirven en los restaurantes, limpian las playas y lavan los baños públicos. Los mayas son la servidumbre en un territorio que les fue arrebatado. Y también son los mayas quienes viven el infierno de la criminalidad: desde niños son tentados en el consumo de drogas, el narcomenudeo y el tráfico de drogas controlado por los carteles que han tomado el control de las ciudades.

El turismo masivo, la urbanidad y el progreso que llegaron con el capitalismo a tierras mayas, arribaron también con carteles de droga, trata de personas, mafias extorsivas y turismo sexual. Al igual que las empresas turísticas, estos grupos delincuenciales vienen a tomar su tajada de las ganancias económicas que giran en torno al sol y la playa del Caribe mexicano.
 

Protesta de trabajadores del Hard Rock Riviera Maya. La industria del turismo representó una transición violenta entre la autosuficiencia alimentaria y la precarización en hoteles y restaurantes. Foto: Cancún Mío

Turismo y narcotráfico

La ciudad de Cancún y la Riviera Maya se han convertido en verdaderos paraísos del turismo y fiesta, pero también del narcomenudeo. La presencia de droga en todas y cada una de las discotecas, bares, restaurantes, centros nocturnos, playas y plazas comerciales han marcado la dinámica social de las zonas populares y marginales de la ciudad. De este modo, se fueron convirtiendo en territorios de disputa, de ajustes de cuentas, de desapariciones forzadas y de ejecuciones por el control de las plazas de droga.

En los últimos años, esta violencia creciente e imparable en torno al narcotráfico ha alcanzado a las zonas consideradas libres de violencia. En 2021, se registraron balaceras en la zona hotelera de Cancún, en la Quinta Avenida de Playa del Carmen, en restaurantes de Tulum y Puerto Morelos repletos de turistas. En todos los casos, hubo personas muertas y heridas, entre turistas, gente local y narcomenudistas. El aumento de la criminalidad ya ha provocado que países como Alemania y Estados Unidos hayan alertado a sus ciudadanos sobre los riesgos de visitar el caribe mexicano.

La presencia de droga en todas y cada una de las discotecas, bares, restaurantes, centros nocturnos, playas y plazas comerciales han marcado la dinámica social de las zonas populares y marginales de la ciudad.

Sin embargo, la presencia de los carteles de droga en Quintana Roo no se limita a los espacios urbanos y turísticos. En los últimos años, su presencia ha alcanzado a las regiones rurales donde tienen el control del paso de droga que llega desde Centroamérica y Suramérica. En estos territorios en los que aún habitan los pueblos mayas se ha instalado la violencia. En Felipe Carrillo Puerto, la antigua ciudad sagrada y capital del pueblo maya, se perpetraron 13 ejecuciones durante 2019, lo cual es algo inaudito para esta comunidad. Los asesinatos obedecieron al arribo de un cartel de drogas que sacó de la plaza a los narcomenudistas locales. Esta situación se repitió en otros lugares en donde se acelera la turistificación como es el caso de Bacalar. En esta población conocida por su laguna de agua cristalina se han establecido dos carteles internacionales y uno local, que establecieron acuerdos con los gobiernos locales para mantener el orden comunitario.

Al sur de Quintana Roo, en la frontera con Belice y Guatemala, se ha instalado un corredor estratégico para el arribo de avionetas cargadas de droga con destino a México y a Estados Unidos. Para las comunidades mayas, esta situación significó un resquebrajamiento de su tejido comunitario ya que la cooptación de autoridades agrarias para facilitar el aterrizaje de aeronaves ha desencadenado conflictos internos muy graves. Asimismo, la disputa por el territorio ha provocado el desplazamiento forzado de un grupo de pobladores de la comunidad Maya Balam, que son ex refugiados de la guerra civil de Guatemala (1960-1996). Cuatro décadas más tarde, enfrentan el inicio de un nuevo conflicto armado desatado por el narcotráfico.
 

La violencia y la criminalidad crecen en Quintana Roo. Fotos: Por Esto!

El tren que no es maya

El mayor megaproyecto que hoy se está imponiendo en el sureste de México es el llamado Tren Maya, la obra más importante para el actual gobierno. El tren turístico de pasajeros y de carga pretende atravesar cinco estados: Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. A lo largo de sus 1500 kilómetros, conectará los polos turísticos de Cancún y Playa del Carmen; las zonas arqueológicas como Calakmul en Campeche, Chichen Itzá en Yucatán y Tulum en Quintana Roo; y ciudades coloniales como Mérida y Campeche. De este modo, el tren atravesará reservas naturales y comunidades rurales.

Este megaproyecto, cuya ejecución comenzó en 2020, violenta los derechos de libre determinación de los pueblos mayas: debió realizarse una consulta indígena al tener un impacto significativo para las comunidades, tal como lo establece el Convenio 169 de la OIT. Sin embargo, la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas de Derechos Humanos señaló que la consulta no se realizó adecuadamente. Además, violenta leyes y reglamentos nacionales relacionados con la naturaleza, el derecho al medio ambiente sano, el derecho a la información y la participación ciudadana.

Si bien el turismo genera una inconmensurable actividad económica, esta industria beneficia principalmente a las corporaciones que invierten en este modelo de desarrollo: los grandes hoteles, las empresas energéticas, la agroindustria y las inmobiliarias.

El tren (mal llamado) maya tiene como objetivo replicar el modelo de Cancún y la Riviera Maya en aquellas regiones rurales con bienes naturales excepcionales. El proyecto creará al menos 19 ciudades con vocación turística. Se pasa por alto el impacto ambiental, social, cultural y económico. Sin contar el incremento en la criminalidad y el narcotráfico. Si bien el desarrollo turístico genera una inconmensurable actividad económica, esta industria beneficia principalmente a las corporaciones transnacionales que invierten en este modelo de desarrollo: los grandes hoteles, las empresas energéticas, la agroindustria y las inmobiliarias.

A partir de la Cumbre Mundial de Viajes y Turismo del World Travel & Tourism Council llevada a cabo en Cancún en abril del 2021, la Secretaría de Turismo de Quintana Roo informa que se anunciaron inversiones de los principales grupos hoteleros a nivel mundial: “Se estima que para el 2022 nuestros destinos podrían contar con una oferta de más de 120.000 cuartos de hotel; prospectando una inversión turística de más de 2.300 millones de dólares”. El crecimiento turístico es la principal política económica de la región. Y la demanda turística de droga traslada inevitablemente la violencia de los grupos criminales a estos territorios.
 

Además del impacto ambiental, sociocultural y económico en los pueblos mayas, el Tren Maya incrementará la criminalidad y el narcotráfico en las zonas rurales. Foto: Debates Indígenas.

Del infierno a la esperanza

En términos geopolíticos, la Península de Yucatán es una región de relevancia para Estados Unidos. En este contexto, no se puede entender el narcotráfico sin prestar atención al fenómeno de la turistificación: los turistas son un mercado sumamente atractivo para los carteles de droga. Al aumento de la violencia y la criminalidad, debemos sumar la llegada de megaproyectos, financiados por corporaciones transnacionales, que generan graves daños ambientales, económicos y culturales.

En las últimas décadas, los pueblos mayas de Quintana Roo han vivido el despojo de sus tierras, la imposición de nuevas lógicas de vida, la modificación de sus dinámicas sociales relacionadas con la siembra y el cultivo del maíz, la dependencia del sector turístico que los esclaviza y la normalización de la violencia ejercida por los carteles criminales, tanto en las ciudades y como ahora en las zonas rurales. Los pueblos mayas han visto como su territorio ancestral se convirtió en un territorio de disputa por el control del tránsito de drogas y las plazas de venta de drogas.

A pesar de este panorama desolador, aún existe la esperanza. La esperanza está en la organización comunitaria, en las resistencias y en las luchas por la defensa de la tierra. En cada campesino que siembra maíz, en cada mayahablante y, en cada organización y colectivo que trabaja por el buen vivir de los pueblos. En todos y cada uno de los esfuerzos anticapitalistas y anticoloniales que se están articulando en el territorio maya anida la esperanza.

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* Angel Sulub es delegado maya ante el Congreso Nacional Indígena de México (CNI).

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Fuente: Publicado en Debates Indígenas el 1 de abril de 2022: https://bit.ly/3uTaV36

 

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