En medio de las consecuencias provocadas por el COVID-19, hay muchas razones para mirar a las comunidades indígenas y obtener lecciones para que nuestros sistemas alimentarios sean más sostenibles, diversos y resilientes.
Por qué los sistemas alimentarios globales deben parecerse a aquellos de los pueblos indígenas
Landscape News, 29 de diciembre, 2020.- Cuando el Gobierno de la India implementó medidas de confinamiento para proteger a los ciudadanos de la transmisión del COVID-19, el abastecimiento regular de alimentos a las comunidades rurales se interrumpió.
Rápidamente, Nawraj Gurung, coordinador de Lok Chetna Manch, organización rural para el desarrollo sostenible en el Himalaya oriental de la India, comenzó a notar un interés renovado en los alimentos indígenas tradicionales.
“Debido a que la circulación de vegetales empaquetados y procesados se detuvo, las personas en las comunidades tuvieron la oportunidad de reconsiderar los sistemas alimentarios tradicionales como cultivos anteriores, vegetales locales y productos comestibles silvestres”, explicó Nawraj.
Los residentes de la India rural recurrieron a los hábitos alimentarios nativos para contrarrestar los efectos de la pandemia, con los que podían confiar en un sistema alimentario resiliente y fuerte. Mucha de esa fortaleza se basaba en la diversidad inmensa del territorio indígena.
Esta es solo una de las historias que ilustran cómo la disrupción no es ajena a las sociedades indígenas, que han tenido que lidiar por siglos con eventos enormes y repetitivos como desastres naturales, enfermedades nuevas, persecución, marginalización y conflictos.
Su resiliencia proviene de su dependencia arraigada en una cultura que tiene un profundo respeto por la tierra; que ha dado forma a un sistema socioecológico distinto y promovido la diversidad de cultivos y ganado que administran.
En lugar de resistirse al cambio, los pueblos indígenas son los innovadores originales de la nutrición humana, la adaptación al clima y la supervivencia de cara a cambios arriesgados.
En medio de las consecuencias provocadas por el COVID-19, hay muchas razones para mirar a las comunidades indígenas y obtener lecciones para que nuestros sistemas alimentarios sean más sostenibles, diversos y resilientes.
Variedades locales de maís en el Paisaje Cultural Rabai (RCL, por sus siglas en inglés), Kenia. El RCL alberga más de 59 especies alimentarias autóctonas como vegetales, frutos silvestres y cereales. Foto: Chemuku Wekesa
La bendición de la biodiversidad
Muchos territorios indígenas están ubicados en algunas de las regiones con mayor diversidad medioambiental del mundo. A pesar de que las tierras indígenas representan menos del 22 % del área terrestre mundial, los estudios señalan que son el hogar de más del 80% de toda la biodiversidad.
Y mientras el resto del planeta afronta los impactos provocados por la rápida pérdida de biodiversidad, en los territorios indígenas esta está disminuyendo a una tasa significativamente menor.
Las comunidades indígenas llevan mucho tiempo promoviendo la diversidad en sus territorios tradicionales. En India, una red de bancos comunitarios de semillas protege y da acceso a más de 4000 variedades nativas de arroz.
Mientras que en Estados Unidos, la nación cheroqui se convirtió en febrero en la primera tribu nativa americana en depositar sus semillas “reliquias” en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard: muestras de frijoles, maíz y calabazas culturalmente significativas.
Las sociedades indígenas han afrontado los tiempos de crisis basándose en la amplia biodiversidad agrícola que tienen disponible. En el sudeste de Kenia, el Paisaje Cultural Rabai (RCL, por sus siglas en inglés) alberga una cantidad de variedades únicas de vegetales y cultivos básicos.
Especies vegetales como el caupí silvestre y el arbusto fibroso mrenda son cosechados junto con variedades únicas de maíz, yuca y camote. Los cuatro bosques sagrados Kaya en el RCL también producen más de 25 tipos de frutas silvestres.
“Debido a la rica agrobiodiversidad en el RCL, la seguridad alimentaria y nutricional de la comunidad Rabai no ha sido afectada por la pandemia del COVID-19”, afirma Chemuku Wekesa, investigador del Instituto de Investigación Forestal de Kenia (KEFRI, por sus siglas en inglés).
En la actualidad, los pueblos indígenas en regiones primarias de origen y diversidad de especies agrícolas continúan usando la diversificación de cultivos como base para sus sistemas alimentarios.
El Parque de la Papa ha inspirado a otras comunidades indígenas a proteger su patrimonio biocultural en otros lugares del mundo. En Jark, Tayikistán, los agricultores han creado el paisaje biocultural Parque de la Manzana, luego de una visita al Parque de la Papa en 2010. Foto: Alimek Otambekov, INMIP.
En Cusco, Perú, el Parque de la Papa fue establecido en el año 2000 por seis comunidades quechuas como un ”Paisaje de Patrimonio Biocultural” para reconocer y conservar mejor las miles de variedades tradicionales de papas nativas de la región.
Este esfuerzo, liderado por la Asociación ANDES, no solo ha detenido la pérdida de biodiversidad, sino que también ha conseguido cuadruplicar la seguridad de la diversidad de la papa.
Hoy en día, el Parque de la Papa alberga la colección más grande de diversidad de papas conservadas in situ a nivel mundial.
Agricultores indígenas de la alde de Lingsey en el distrito de Kalimpong caminan entre los campos de la variedad local de arroz denominada "Adday". Foto: Nawraj Gurung
Mucho que aprender
¿Cómo estas historias y los conocimientos detrás de ellas están llegando a los líderes, a los responsables de la toma de decisiones y a las empresas que las necesitan, con el fin de crear un mejor sistema alimentario mundial?
La respuesta recae, nuevamente, en ampliar lo que las naciones indígenas ya han creado entre ellas. La Red Internacional de Pueblos Indígenas de Montañas (INMIP, por sus siglas en inglés), por ejemplo, convoca a las comunidades indígenas de todo el mundo para compartir sus experiencias, conocimiento tradicional e innovaciones con el objetivo de enfrentar amenazas comunes.
La Iniciativa de los Pueblos Indígenas para la Evaluación Biocultural del Cambio Climático (IPCCA, por sus siglas en inglés) tiene una misión similar. La IPCCA actúa como un foro para el intercambio de conocimiento biocultural para ayudar a los pueblos indígenas a hacer frente particularmente a las amenazas climáticas extremas de la actualidad.
Con sede en Perú, el Yachay Kuychi Pluriversity es una institución que actualmente está trabajando para hacer que los modelos de estos grupos crezcan.
Traducido como “el Arcoíris de Sistemas de Conocimiento”, el Pluridiversity es una institución educativa intercultural e internacional emergente que promueve la diversidad alimentaria, con el fin de proporcionar a todos los pueblos indígenas y a los agricultores a pequeña escala la investigación, herramientas y capacitación que necesitan para conservar la diversidad de cultivos y crear formas nuevas e innovadoras.
Hay mucho por aprender de las comunidades indígenas del mundo, especialmente cuando se trata de la resiliencia de los sistemas alimentarios. Al promover un contexto de colaboración, se abre la oportunidad de lograr avances para mitigar la crisis climática, frenar la pérdida de biodiversidad y avanzar hacia un mundo sostenible y resiliente.
El Parque de la Papa fue establecido en el 2000 en Cusco, Perú, por seis comunidades quechuas para proteger y mantener las variedades de papa autóctonas de la región de la Cordillera de los Andes y usarlas como base para la innovación y el cambio. Foto: Asociación ANDES.
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Publicado en Landscape News el 4 de setiembre de 2020: https://bit.ly/3rFUt3w
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— Servindi (@Servindi) December 16, 2020
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