El distrito de Tambopata (Madre de Dios) posee dos problemas al mismo tiempo: es el más afectado por la minería ilegal y el dengue. ¿Puede existir alguna relación entre ambos?
Por Renzo Anselmo
Servindi, 5 de marzo, 2020.- Un reciente informe del portal de investigación Ojo Público ha confirmado con cifras y fuentes lo que se venía anunciando en el Perú: el dengue está golpeando el corazón más vulnerable de la Amazonía.
Según el reportaje, solo en tres de regiones de esta zona del país —Madre de Dios, Loreto y San Martín— se concentra el 77% de los 10.228 casos reportados al 25 de febrero; siendo Tambopata, en Madre de Dios, el distrito más afectado con 2.224 casos.
Tambopata: El distrito más afectado por la minería y el dengue
Tambopata no es solo uno de los cinco distritos que ha presentado una tendencia particular de crecimiento de casos de dengue en los últimos cuatro años; sino que además es una de las zonas más afectadas por la deforestación que ocasiona la minería ilegal.
Geográficamente, es uno de los cuatro distritos que conforma la provincia del mismo nombre en Madre de Dios, región que entre el 2013 y el 2016 registró la pérdida de 30,500 hectáreas de bosques producto de la minería ilegal.
A ello se suma que Madre de Dios se ubica en el puesto 24 de las 26 regiones que cuentan plenamente con las necesidades básicas humanas; las que incluyen vivienda, agua y saneamiento, cuidados médicos básicos, nutrición y seguridad personal, informa Ojo Público.
Es a partir de este punto donde surge la interrogante que da pie a este análisis: ¿Es posible que la minería haya intensificado el brote masivo del dengue?
¿Qué dicen los expertos sobre la posible relación minería-dengue?
Aunque los estudios sobre esta relación aún son escasos, un informe del Colegio Médico del Perú señaló que «los recintos mineros son los lugares propicios que favorecen la proliferación de enfermedades asociadas al consumo de “agua sucia”».
Estos cúmulos de agua contaminada por desechos orgánicos e inorgánicos, «generan […] enfermedades en las que el agua sirve de base ecobiológica para su desarrollo por destrucción del bosque y generación de nuevas zonas de estancamiento y colecta de este líquido elemento, que incrementan patologías como la malaria, el dengue, leishmaniasis, etc», señala el documento.
Estas patologías que, son consideradas por el Ministerio de Salud como enfermedades metaxénicas —transmitidas al huésped humano por un portador animado no humano denominado vector—, constituyen los principales problemas de salud en el país.
Entre ellos, el caso de la malaria o paludismo es el que más llama la atención por presentar un alcance regional y estar ligada, en su propagación, a la actividad minera.
A continuación, presentamos el caso de dos países latinoamericanos.
Venezuela: La malaria y la minería de oro
«En Venezuela se unen dos excepciones trágicas: es el único país amazónico que ha aumentado su tasa de deforestación en los últimos cinco años, y donde además han aumentado los casos de paludismo en el continente, junto a Haití y República Dominicana», señala un reportaje del portal Mongabay en el 2016.
Siendo Venezuela uno de los países que hace cincuenta años era presentando como uno de los principales implicados en la batalla contra la malaria y el primero en ser reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por haber erradicado esta enfermedad en la mayor parte de su territorio; la noticia era lamentable.
A noviembre del 2015, el país reportaba 122 mil casos de malaria; mientras que la tasa de deforestación se había elevado de 1.521 kilómetros cuadrados (2005-2010) a 1.742 (2010-2013). La razón de este incremento de cifras era una sola: la explotación ilegal de oro en el sur de Venezuela.
La razón de este incremento de cifras era una sola: la explotación ilegal de oro en el sur de Venezuela.
«Si alguien tiene el dinero, “compra” una mina, que no es más que cualquier espacio en medio de la selva. Luego la deforesta, y con unas bombas hidráulicas, trae agua del río para abrir fosas con mangueras que disparan a fuerte presión», explica el portal.
Enseguida, cuentan que los mineros improvisan unas chozas hechas con bolsas de plástico y ramas, que les sirven de refugio; mientras otros cuelgan hamacas con mosquiteros impregnados de un insecticida no nocivo.
«A los pocos días o semanas, se abre una nueva mina y la anterior termina como una laguna artificial, donde el mosquito Anopheles obtiene un nuevo criadero para sus larvas. La cercanía entre los focos de infección y los mineros eleva la tasa de contacto, una de las causas de las altísimas cantidades de nuevos casos reportados cada semana que implican un crecimiento de 50 % desde el 2014», resalta Mongabay.
La investigadora en Ecología de Infecciones por Insectos Vectores de la Universidad Central de Venezuela, María Eugenia Grillet, trabajó por ese tiempo junto a su equipo para hallar la relación entre la minería y la malaria en 112 localidades del municipio Sifontes, que reportaba entonces el 55% de los casos en Venezuela.
las localidades con mayor presencia minera y de pérdida de bosques en sus alrededores eran las mismas que poseían más casos de paludismo.
«Concluyeron que las localidades con mayor presencia minera y de pérdida de bosques en sus alrededores eran las mismas que poseían más casos de paludismo. La pérdida de capa vegetal provoca una mayor promoción de hábitats de mosquitos, aumentando así la tasa de contacto hombre-vector», señala Mongabay.
Al 2020, la situación en este país no ha cambiado. Un reporte de Infobae que data de febrero pasado, advierte que la propagación de la malaria «tiene una estrecha correlación con el aumento repentino de la minería ilegal en el sur de Venezuela».
«Los mineros suelen vivir a la intemperie, lo cual aumenta su exposición a los mosquitos. Los pozos mineros deforestados, que se llenan con agua de lluvia, son propicios para los mosquitos que transmiten la malaria», informan.
Colombia: Las zonas con mayor producción de oro, son también las que presentan más casos de malaria
El caso de Colombia no dista mucho de la realidad que padece Venezuela respecto a la relación del virus de la malaria y la minería ilegal.
En abril del 2016, el repunte de esta enfermedad en Colombia, hizo que el entonces ministro de Salud, Alejandro Gaviria, reconociera la responsabilidad que tuvo la minería ilegal en aquella situación.
«El país tenía más o menos controlado el tema de la malaria, pero a consecuencia de la minería ilegal, hemos tenido desde el año pasado algunos problemas al respecto», dijo, según recoge el portal Telesur.
Para entonces, un informe del Observatorio Nacional de Salud (ONS) de Colombia que buscaba «poner a prueba si estos dos eventos [minería y malaria] se encuentran relacionados», reveló que los municipios del Chocó con mayor producción de oro, también presentaban en promedio el mayor número de casos de malaria anualmente.
Si se eligió a Chocó para realizar el estudio, fue porque —además de ser uno de los departamentos más importantes en la producción de oro del país— en el 2015 más de la mitad de los casos de malaria se presentaron ahí, siendo, además el departamento con mayor tasa de mortalidad por malaria.
El estudio analizó la asociación entre la producción de oro en los municipios del Chocó y la incidencia de malaria entre 2007 a 2014 y halló que «a mayor cuartil de producción de oro, los municipios tienen mayor riesgo de presentar casos de malaria».
Bajo estos antecedentes en dos países de la región, cabe preguntarse si es momento de que, en el Perú, el sector de salud, inicie una investigación seria que evalúe la posible relación entre la minería ilegal y la propagación del dengue en la Amazonía.
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