Servindi, 14 de agosto, 2022.- Este fin de semana compartimos un sugerente y aleccionador cuento sobre la crisis ambiental y la necesidad de resolverla, que repasa de algún modo los imaginarios de civilización.
Si bien el autor considera que el cuento se dirige especialmente para los niños, creemos que no es así. Estamos seguros que lo disfrutaran personas de todas las edades que se animen a leerlo y compartirlo.
Sin duda, cuentos de esta naturaleza son material valioso para la educación ambiental y reflejan no solo la especial formación de su autor, sino también sus valores y compromisos, factores por los que nos enorgullece tenerlo como colaborador.
La Nueva Tierra
Por José Luis Aliaga Pereira*
Antes, mucho antes, había hombres y mujeres que no se preocupaban por cuidar la tierra. Eran muy pocos los que se interesaban en protegerla. Esos pocos hablaban en plazas, en calles de la ciudad y del campo que deberíamos proteger los bosques, los cerros, las llanuras, los animales, el agua, la vida; pero la gente no entendía y continuaban destruyendo la Mamapacha sin compasión, conociendo, incluso, que era un grupo muy pequeño el que se beneficiaba de este crimen.
Era tanta la preocupación de los que se reunían para charlar acerca de este problema que fueron perseguidos y se enfrentaron a la policía; hasta algunos fueron detenidos y otros asesinados solo por explicar el motivo por el que se debe cuidar la naturaleza; pero los que ostentaban el poder no entendían y seguían empeñados en extraer el oro, la madera, el petróleo sin importarles que con ello contaminaban ríos, plantas, animales, tierra y a toda la humanidad.
El Consejo de Ancianos que eran los que más se preocupaban por cuidar a la madre naturaleza, nuevamente llamó a reunión; pero, esta vez, lo hicieron en las alturas de un cerro, de un Apu. Encendieron cuatro fogatas, chaccharon su coca, bailaron, agradecieron a la Pachamama y llamaron a los espíritus para que les alumbren con sus ideas, para que les aconsejen qué hacer. Y, después de varias noches de cánticos, de homenajes por todo lo que les daba, los Apus enviaron al espíritu mayor de todos los espíritus.
Al inicio de su aparición se asustaron mucho porque llegó luego de una intensa humareda que salió de en medio de las cuatro fogatas como si emergiera un volcán en erupción; pero, después, se tranquilizaron al ver que de esa humareda brotaba, como un trueno, una potente voz que les decía: ¡Ustedes me han llamado y el Dios de los Apus me envió!
— ¡Gracias Taita! ¡Gracias Taita! —exclamaron todos, inclinando sus cuerpos en señal de respeto.
— ¿Qué os preocupa? ¿Por qué irradian, por qué siento tanto temor en sus cuerpos? —preguntó el espíritu del Apu Dios.
— ¡Oh, Dios de la Mamapacha amada! ¡Oh amado nuestro! Hemos acudido para que nos ayudes porque, a pesar de que tantos miles de veces les hemos explicado, los que dominan el mundo no entienden que no debemos seguir matando, cual carniceros, la tierra. ¡No escuchan nuestro clamor! Ya no tenemos fuentes de agua, nuestros animales se mueren de sed, vivimos menos con la sangre contaminada porque eso es lo que pasa con nuestra agua, con nuestras plantas. Queremos que nos aconsejes, Apu amado, ¿qué podemos hacer?
El espíritu, el Dios de los Apus, con su potente voz les dijo:
— Lo que ustedes piden es algo muy delicado y difícil de realizar. Tienen que estar convencidos, seguros de lo que afirman.
— ¡Oh, Dios de los Apus! Mire usted, solo ceniza y fuego nos acompañan, ya nada sirve de lo que tenemos y, eso, a muchos ¡poco les importa!
El Dios de los Apus miró y comprobó que todo lo que decían era verdad; luego, les dijo:
— Tienen toda la razón. Están destruyendo la creación que les beneficia, que les da vida. Les aconsejo que caben un hoyo profundo y ancho y allí construyan una inmensa casa. Luego todos ingresen allí llevando sus frutos más preciados, más buenos, agua limpia, animales sanos y algunas que otras herramientas de labranza porque el cielo caerá sobre la tierra.
Exodo en el film En Principe de Egipto
Todos los que defendían la Mamapacha estuvieron de acuerdo y el resto, los que no la defendían, se comenzaron a reír y a burlar, cuando vieron lo que estaban haciendo. No creían que se iba a caer el cielo sobre la tierra. Pero al décimo día, cuando el último hombre cerró la puerta del hoyo, sucedió lo que estaba anunciado: El cielo comenzó a crujir. Era un sonido que se hacía cada vez más fuerte y que los oídos de la gente no podían soportar. Hubo lugares en los que crecieron los ríos, otros en los que se cayeron los montes y bastantes en los que se incendiaron los bosques. Entonces todos los que quedaron fuera del hoyo se desesperaron y fueron corriendo hasta la puerta del hoyo a la que llamaron con desesperación:
Infierno. Fuente: https://mitologia.fandom.com/es/wiki/Infierno
— ¡Déjenos pasar, por favor! Tengan compasión por nosotros, ¡déjenos pasar!
Los que estaban dentro del hoyo por más que querían abrir la puerta no lo podían hacer porque estaba herméticamente cerrada.
Los de fuera se arrodillaron y pidieron perdón, pero, lamentablemente, ya era muy tarde su arrepentimiento.
A los tres días que la tierra fuera sepultada por el cielo, otra vez, apareció el espíritu de los Apus anunciado que todo había sido corregido, que la gente mala había desaparecido y que la tierra había sido curada en un santiamén.
Los hombres buenos, poco a poco, comenzaron a escarbar con palas, con picos y hasta con las uñas para llegar a la superficie de la Nueva Tierra.
Cuando la cabeza del más viejo de los que cuidaban la tierra salió del hoyo, se decepcionó porque vio que todo era arena, que la tierra nueva era un inmenso desierto. Se preocuparon. Y, otra vez, apareció el Dios de los Apus y les dijo:
— Ustedes son hermanos de los que fueron castigados, ustedes trabajarán día y noche para que la tierra compruebe su lealtad.
Y así lo hicieron. Día y noche trabajaron. Todos entregaron su corazón, se esforzaron mucho. Hasta que un día se sorprendieron con la aparición de una gran serpiente. Era una serpiente de colores, con los ojos alegres, que se arrastraba contenta como si estuviera bailando música celestial. Tras la serpiente, por el camino que dejaba, mejor dicho, por la huella profunda que dejaba, crecía un río, un inmenso río que a su vez, con el tiempo, dio origen a grandes bosques que eran cuidados por los pobladores. Muchos afirman que el camino, que dejaba esa gran serpiente y que se convertía en río, era el llanto de los quedaran fuera del gran hoyo y que fueron aplastados.
Y fue así cómo los pobladores se unieron y ahora viven en armonía con todo lo que les rodea.
Imagen: Río Yelloswtone
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendín, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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