Tengo más preguntas que respuestas, nos dice Rodrigo Arce. "Reconozco entonces el valor transformador de las preguntas para construir una auténtica filosofía forestal, que no esté reñida ni divorciada de la ciencia forestal sino en diálogo fecundo para un ejercicio forestal con capacidad de pensar sintiendo y sentir pensando". Del valor transformador de las preguntas trata el siguiente artículo.
Por Rodrigo Arce Rojas
27 de octubre, 2019.- Fundamentalmente, somos una sociedad de afirmaciones porque no nos gusta la incertidumbre y por tanto hay que alejarla en tanto sea posible. Consecuentemente nos es más fácil aceptar conceptos que consideramos acabados y que ya no necesitan ser reflexionadas en el entendido que otros ya lo hicieron y por tanto lo que nos queda a nosotros es básicamente aplicarlos con grandes expectativas de éxito.
De esta manera subordinamos el valor de las preguntas o si las empleamos centralmente es cómo implementamos los conceptos que consideramos acabados pero no nos preguntamos de dónde viene esa afirmación que consideramos como verdades únicas, tampoco nos preguntamos en qué contexto nacieron esos conceptos, cómo se fueron construyendo y legitimando hasta convertirse en los dogmas o axiomas que rigen nuestro quehacer cotidiano actual.
Es por eso que en esta ocasión más que hacer afirmaciones, totalmente sujetas a la revisión y cuestionamiento, quiero formular preguntas, preguntarme personalmente, preguntar a los involucrados, preguntar qué tanto estoy captando la complejidad de la realidad forestal.
Desde una perspectiva institucional tenemos que aplicar disciplinadamente nuestra gran visión, misión y nuestros grandes objetivos. De esta manera esta estrategia operativa que resulta tan efectiva para conseguir espectaculares resultados desde nuestro propio compartimiento nos aísla de la complejidad del mundo y generamos nuestra propia burbuja a partir del cual interpretamos el mundo y generamos fabulosos planes y acciones para lograr que la realidad se encaje en lo que previamente hemos determinado.
Desde nuestra atalaya institucional tenemos claros nuestros objetivos. Surgen inmediatamente las siguientes preguntas ¿Nuestros objetivos están representando la complejidad de la realidad o son objetivos acotados a nuestro propósito institucional? ¿La suma de nuestros objetivos institucional completa lo que necesitamos para soluciones integrales? ¿Estamos seguros que los objetivos establecidos representan genuinamente los fines de los objetos o sujetos que decimos representar?
Cuando uno revisa los diferentes objetivos institucionales respecto a los bosques te puedes encontrar con los siguientes: contribuir al crecimiento del PBI forestal a la economía nacional, abastecer sostenidamente de madera a la industria forestal, conservar los bosques, contribuir a la lucha contra el cambio climático, generar ingresos para los pobladores locales, desarrollar modelos productivos sostenibles, entre otros.
Según el tipo de objetivo que nos fijemos algunos miraremos productos como los maderables o no maderables, servicios ecosistémicos o miraremos personas o grupos tales como pobladores locales, comunidades nativas, industriales forestales, productores, consumidores, entre otros. Así algunos tendrán el foco en la madera, otros en productos forestales no maderables, otros en el carbono, otros en las especies emblemáticas de conservación, otros estarán mirando a la gente. Asumimos que la suma de los objetivos institucionales contribuye a modelar y hacer la síntesis del desarrollo sostenible.
Entonces nos preguntamos ¿Cuál es el impacto real de nuestro objetivo institucional sobre los bosques? ¿En qué medida nuestros objetivos institucionales conversan con otros objetivos institucionales? ¿En qué grado nuestros objetivos institucionales impactan negativamente sobre otros objetivos institucionales? Una manera rápida de tener una idea sobre la efectividad de nuestros objetivos institucionales se refleja en el mantenimiento de los problemas forestales de frontera tales como la deforestación, la tala ilegal, el tráfico y comercio ilegal de la fauna silvestre, alteración y degradación de bosques, desertificación, entre otros. Otra manera es reflexionar sobre cuáles son los paradigmas dominantes sobre los bosques ¿Prima su conservación? ¿Prima su transformación? ¿Prima su eliminación? ¿Podemos sustentar con evidencias que estamos logrando la conservación de los bosques? ¿Podemos sustentar que el desarrollo está asociado a la conversión de los bosques a opciones productivas más rentables?
Nuestro lenguaje, legitimado económica, social y políticamente, da cuenta de un esquema de pensamiento y estructura psicológica de personas y de grupos. Así, por ejemplo, si pensamos que lo más importante es asegurar el abastecimiento continuo de madera a la industria forestal, porque pensamos que es nuestro rol contribuir al crecimiento de la economía nacional, entonces tenemos luz verde para las palabras mágicas de incremento de la producción, la productividad y la competitividad. Entonces las soluciones esgrimidas van por incrementar el número de árboles aprovechables, incrementar rendimientos, vayamos por las especies menos conocidas, hagamos un aprovechamiento integral del bosque, aprovechamos hasta la madera muerta o seca. Las preguntas que surgen son ¿A qué estamos contribuyendo? ¿Para qué estamos trabajando? ¿Para quién estamos trabajando? ¿Cuáles son los impactos positivos y negativos de ver las cosas de esta manera tanto para la gente como para los propios bosques?
Se nos ha educado disciplinadamente para ver las cosas con sentido de producto y a partir de ahí pensar en la cadena productiva con articulación al mercado. A eso le llamamos desarrollo forestal
Se nos ha educado disciplinadamente para ver las cosas con sentido de producto y a partir de ahí pensar en la cadena productiva con articulación al mercado. A eso le llamamos desarrollo forestal. Usemos como ejemplo la visión maderera. Si esto es así empezaremos diciendo que lo primero que tenemos que hacer es ver las necesidades y demandas del mercado y a partir de ahí generemos nuestro modelo de intervención. Entonces, buscaremos de ser efectivos en la planificación y aprovechamiento forestal, en la transformación, en la comercialización. Incluso demandaremos políticas públicas y apoyo con infraestructura para que florezca la industria forestal. Entonces las preguntas que surgen son: ¿Estamos seguros que son los objetivos correctos? ¿Estamos seguros que son los únicos objetivos por los que tenemos que apostar? ¿Estamos seguros que la mejor forma de contribuir es favoreciendo la intervención de los bosques? ¿De qué otras maneras podríamos relacionarlos con los bosques?
Producto de una estructura institucional sectorial y un enfoque disciplinario de la formación profesional concebimos que la razón de nuestro trabajo radica enfocarnos en un objeto de trabajo en un campo sectorial específico. El enfoque estratégico nos ha enseñado a pensar de manera focalizada para concentrar recursos, capacidades y talentos para el logro de nuestros objetivos institucionales. Consecuentemente, miramos del concepto acabado para adelante, del producto para adelante, siempre encasillado en el sector y la disciplina. Así hemos terminado separando la ciencia forestal de la filosofía, de la ética, de la estética, de las emociones y de los afectos. Bajo esta perspectiva la sensibilidad no es un tema de los forestales. El imperativo categórico es ser racional o lógico, aunque mayormente desde un paradigma que separa el ser humano de la naturaleza y desde un paradigma que legitima la explotación de la naturaleza que ha sido cosificada e instrumentalizada para las infinitas necesidades humanas.
Ensayemos ahora una ampliación de la mirada forestal a través de algunas de las siguientes preguntas para el debate y la propuesta.
- ¿Cuáles son los efectos en el desenvolvimiento profesional forestal el hecho que no consideremos la filosofía, la ética y la estética?
- ¿Qué efectos tienen sobre los bosques y la gente el hecho que prime únicamente la racionalidad y hayamos desestimado los afectos y las sensibilidades?
- ¿En qué medida conceptos universales como el amor, la ternura, la compasión, el cuidado está presente en el pensamiento y la acción forestal? ¿Cuáles son las consecuencias de estas grandes omisiones?
- ¿Sabemos de dónde viene la palabra manejo y cuál es la idea de fondo que la sustenta?
- ¿Sabemos qué significa realmente la palabra recurso? ¿Cuál es el impacto que algunos elementos del bosque sean considerados recursos y otros no?
- ¿En qué medida la valoración de los bienes y servicios (funciones) de los bosques es la mejor manera para conservarlos? ¿Todo es valorable? ¿Qué pasa con lo que no es valorable? ¿De qué manera se valoran millones de años de evolución? ¿De qué manera se valoran miles de años de coevolución bosques-poblaciones indígenas?
- ¿En qué medida tenemos presente el respeto a la vida, en todas sus manifestaciones, cuando intervenimos sobre los bosques?
- ¿Podemos afirmar que con la institucionalidad, conocimientos y prácticas actuales, estamos garantizando una sustentabilidad profunda de los bosques?
Como mencioné al principio tengo más preguntas que respuestas. Reconozco entonces el valor transformador de las preguntas para construir una auténtica filosofía forestal, que no esté reñida ni divorciada de la ciencia forestal sino en diálogo fecundo para un ejercicio forestal con capacidad de pensar sintiendo y sentir pensando.
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