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La minería en la Amazonía peruana empobrece al pueblo Arakbut

Comunidad nativa de San José de Karene. Foto: ECA RCA

La contaminación y la destrucción del territorio no es un camino hacia la vida plena. Mientras los arakbut se convierten en mineros creyendo que se van a volver ricos, escasean los animales silvestres, se contaminan los peces y los alimentos del bosque son insuficientes. La minería lleva a las comunidades indígenas a ser más dependientes del dinero. El pueblo Arakbut debe reconstruir su autonomía, su gobernanza y su autodeterminación para revertir el daño al medio ambiente.

La actividad minera en la Amazonía peruana empobrece al pueblo indígena Arakbut

Por Jaime Corisepa Neri*

Debates Indígenas, 1 de noviembre, 2021.- La minería aurífera se viene trabajando en las comunidades indígenas desde los años 60. Primero, la actividad se desarrolló artesanalmente con batea, palas y carretillas en las playas y las riberas. En la actualidad, se utilizan retroexcavadoras y, otras herramientas como dragas, tracas y carancheras, que aumenta el impacto en sus territorios. Con el aumento del precio internacional del oro, el Estado peruano empezó a otorgar concesiones mineras en los territorios de las comunidades arakbut, ubicados en el departamento amazónico de Madre de Dios.

Esta vulneración de derechos empezó a marcar la historia de nuestros territorios a través del etnocidio, el ecocidio, la extracción de minerales y la intromisión de gente foránea. A pesar de que las bases y los líderes de la Federación Nativa de Madre de Dios intentaron proteger y frenar la invasión de los colonizadores, el Estado peruano hizo caso omiso y promovió una de las políticas más desastrosas y vergonzosas de nuestra historia. No les importó la existencia de los pueblos indígenas, ni respetaron sus derechos amparados en la Constitución Política y la normativa internacional.

Muchos arakbut se han convertido en mineros creyendo que se van a volver ricos y millonarios. Sin embargo, los efectos en el medio ambiente y en la sociedad son irreversibles.

Ahora los concesionarios mineros ya toman como sus derechos explotar y contaminar nuestros territorios comunitarios. Muchas veces, los gobiernos regionales avalan estas actividades y facilitan los trámites de formalización. En cambio, cuando los arakbut reclamamos nuestros derechos, las autoridades no actúan, no fiscalizan ni asumen una responsabilidad ambiental o social. Esa es la triste realidad.

Con esta política extractivista y criminalizadora, los territorios indígenas siguen siendo contaminados y deforestados de manera acelerada. Mientras las voces de los arakbut no han sido escuchadas por las autoridades, la colonización tiene consecuencias fatales, tanto físicas como psicológicas y espirituales. Muchos arakbut se han convertido en mineros creyendo que se van a volver ricos y millonarios. Sin embargo, los efectos en el medio ambiente y en la sociedad son irreversibles.

Las voces de los arakbut no han sido escuchadas por las autoridades. Han intentado frenar la invasión, pero la colonización contemporánea avanza.

¿Por qué la actividad minera es devastadora?

La minería es una actividad ambiental y socialmente irresponsable. Parte del territorio está siendo carcomido como una enfermedad: deja pasivos ambientales, genera deforestación, afecta los nichos ecológicos, reduce la biodiversidad y, destruye árboles gigantes como la castaña (Bertholletia Excelsa), el shihuahuaco (Dipteryx Odorata) y la lopuna (Chorissia Sp). En este proceso, los aguajales, pacales, lagos, quebradas y ríos se vienen convirtiendo en desiertos y montículos de piedras. Esta situación afecta a nuestras comunidades arakbut (Puerto Luz, Barranco Chico, San José de Karene, Arasaeri, Boca Inambari y Kotsimba) y en el sureste de la zona de amortiguamiento de la Reserva Comunal Amarakaeri.

Las corporaciones mineras y los bancos multilaterales de crédito no se hacen responsables del impacto de los proyectos que financian. Debe ser porque no lo ven y no lo viven. En cambio, los pueblos originarios, que vivimos en el territorio y dependemos de los recursos naturales, sabemos que es vital protegerlos y conservarlos para su usufructo. Las comunidades arakbut ya no tenemos nuestros territorios sanos o en buen estado. Por el contrario, se han reducido bastante los recursos naturales: ya no hay animales para mitayar (cazar), los pescados son escasos (y los que hay están contaminados), la reproducción de los hábitats disminuyó aceleradamente y, los alimentos del bosque son insuficientes y se encuentran cada vez más lejos de la comunidad.

Desde ya, este panorama afecta a nuestra dieta cotidiana. Nuestros alimentos naturales son reemplazados por procesados que vienen desde afuera. Así, los comuneros se vuelven dependientes de la alimentación externa, que tiene un costo económico. Las comunidades buscan alternativas económicas más amigables con nuestra cosmovisión, pero estas iniciativas se truncan porque no reciben el apoyo de las autoridades y recaen en la minería. En otras palabras, si quieres comer, debes tener dinero para poder adquirir estos productos: no hay otra opción que seguir trabajando para poder ganar un salario. Mientras tanto, la actividad minera sigue destruyendo sus bosques, sin que nadie diga nada.

La minería del oro contamina al territorio, afecta los recursos naturales y reduce los alimentos disponibles para el consumo en los bosques.

Cambios de vida por la actividad minera

Antes, cuando tenían su gobernanza propia con autonomía, los arakbut no dependían del dinero: el aprovechamiento de la naturaleza era integral y equilibrado de acuerdo a las estaciones climáticas. Los recursos naturales eran aliados, no como ahora que se los ve como una mercancía. Asimismo, la mejora en las técnicas de aprovechamiento y el conocimiento de la naturaleza han sido fundamentales. Los sabios arakbut, los wabayorokeris, influían en las decisiones de cada clan y eran la conexión con los espíritus del bosque, de los animales, de los ríos y los sitios sagrados. Las alianzas espirituales y el respeto con los seres vivos conformaban una gestión integral y un estilo de vida diferente.

Hoy en día, por la intromisión del sistema global en las comunidades y empujados por las políticas del estado, muchos indígenas se han vuelto esclavos del dinero. La destrucción no es solo del territorio, sino de las formas de vida ancestrales. Los comuneros están dejando de planificar sus actividades cotidianas como ir a pescar o a mitayar, para volverse mineros o ir a los centros poblados para abastecerse de combustible y otros productos. Además, la mayoría dejó de relacionarse con la naturaleza y sus actividades tradicionales para negociar con los comerciantes, los dueños de talleres y los compradores de oro. Se quedan en los pueblos emborrachándose, dejan a sus familias solas en sus casas y no tienen tiempo para cuidar y proteger a sus hijos.

Antes, cuando tenían su gobernanza propia con autonomía, los arakbut no dependían del dinero: el aprovechamiento de la naturaleza era integral y equilibrado de acuerdo a las estaciones climáticas.

A veces, los arakbut tampoco enseñan nuestras tradiciones a las nuevas generaciones. El círculo social cambió: ya no hay conexión entre paisanos, no se hablan entre comuneros y empiezan a valorar a gente foránea. En las reuniones orgánicas de la comunidad no participan por falta de tiempo, permanentemente se presentan conflictos entre las familias y se han introducido enfermedades venéreas. Si no trabajan en la minería del oro, los comuneros se mueren de hambre porque dependen del dinero. Lamentablemente, generaron una dependencia total del consumismo por culpa de la actividad minera.

Es necesario mencionar también el tema espiritual. Actualmente, ya no existe la conexión con los sitios sagrados de importancia cultural, la relación con los cantos medicinales y las alianzas espirituales. Ya no existe ese respeto ni el diálogo con los espíritus del bosque. Los sitios sagrados están esperando a que los arakbut se conecten. Si persiste esta desconexión, si renunciamos a nuestra fortaleza, seguiremos perdiendo el interés de proteger y conservar nuestro territorio.

Muchos indígenas se han vuelto esclavos del dinero: creen que la minería los volverá ricos, pero solo terminan perdiendo su independencia.

De la destrucción de nuestros territorios a revalorizar nuestra identidad

No todo está perdido, si el pueblo Arakbut se organiza puede alcanzar cambios profundos. Se debe fortalecer el autogobierno y priorizar nuestra agenda. Desde ahí hay que hacer memoria: de dónde venimos y cómo hemos vivido ancestralmente. Debemos comparar cómo era el autogobierno arakbut antes y ahora que estamos alineados al sistema global. En este marco, tenemos que preguntarnos qué es el desarrollo: ¿extraer el oro y destruir nuestro territorio, perder nuestra lengua y nuestra identidad, olvidar los conocimientos que nos transmitieron de generación en generación? Si nos sacamos la venda de los ojos, habrá una luz de esperanza para hacer cambios acompañados por los líderes, las lideresas, los sabios y, también, por la familia. Los cambios deben empezar por nuestros hogares: en las casas están los mejores maestros que son los propios padres.

Se tienen que promover soluciones económicas alternativas que sean más amigables y que conserven nuestra cultura: el desarrollo del turismo indígena, el uso de plantas medicinales, la promoción de nuestro arte y, darle valor agregado a la castaña, las esencias y los frutos silvestres como el cacao, la chimucua, el huayo blanco y el charichuelo. La nación Arakbut tiene que elaborar una estrategia legal y llevar a cabo una demanda internacional por violación de los derechos humanos y la contaminación de nuestros recursos. Además, debe exigir una indemnización ambiental al Estado y a las corporaciones por los daños y perjuicios generados al otorgar derechos mineros en territorios comunales.

Debemos conservar y proteger lo que es nuestro, e impulsar un programa de vigilancia territorial: la Guardia Indígena Arakbut. Esta fuerza precisa tener la autoridad y las competencias para ejercer el orden y poner límites a las invasiones al territorio.

Se tiene que establecer como agente principal al impacto socioambiental de la actividad minera que afecta directamente a los territorios arakbut. La discusión se tiene que dar con la participación de líderes, lideresas y sabios con el objetivo de reconocer que la actividad minera nos está matando poco a poco. Aún más que la pandemia. Una vez reconocido este problema, hay que abordar el ordenamiento interno de la minería. Se tienen que fortalecer las acciones de vigilancia y control desde nuestra propia visión. Debemos conservar y proteger lo que es nuestro, e impulsar un programa de vigilancia territorial: la Guardia Indígena Arakbut. Esta fuerza precisa tener la autoridad y las competencias para ejercer el orden y poner límites a las invasiones al territorio.

Si queremos cambios, se debe promover escuelas de formación integral para los jóvenes arakbut desde los conocimientos del bosque y desde nuestra identidad, tenemos que educar a las nuevas generaciones con los valores de su territorio. Los jóvenes deben cuidar su territorio porque es importante para seguir viviendo en armonía con la naturaleza que nos rodea. Los líderes de las comunidades y los opos de la nación Arakbut deben ser conscientes de la importancia de su liderazgo: deben acudir a los sitios sagrados para nutrirse de fortaleza espiritual y, a través de ellos, obtener visiones de lucha y de resistencia que contribuyan a proteger nuestros territorios.

El pueblo Arakbut debe fortalecer su autogobierno y organizarse para generar cambios profundos. Foto: ECA RCA

Algunas reflexiones para considerar

El Estado peruano siempre estará a favor de la globalización, apoyará a las grandes corporaciones y estará a favor de los bancos multilaterales. Si está alineado al nuevo orden mundial, ¿entonces por qué seguir confiando en el Estado? Hemos perdido mucho tiempo pidiendo reconocimiento a nuestros derechos, pero nunca lo harán porque practican la colonización contemporánea. No esperemos nada del Estado peruano. Por confiar y poner en sus manos nuestro futuro, ya casi estamos desapareciendo. Por eso reaccionamos. Tenemos que fortalecer la nación Arakbut, que está en proceso de reorganización, y ejercer la libertad que siempre hemos tenido.

¿Cómo pueden creer que la minería es un modo de desarrollo? Estamos a punto de que se hunda nuestra canoa y estamos cerca de que se caiga nuestro árbol wanamei, que es el árbol de la vida. Con la minería hay divisionismo y peleas entre familias. Estamos matando a la naturaleza con quien convivimos en armonía y nos brindó enseñanzas que transmitimos de generación en generación. Destruir nuestro hogar, nuestra casa, nuestro mercado y nuestra farmacia no es un camino hacia el desarrollo. Es tiempo de reconstruir nuestra gobernanza territorial Arakbut.

Destruir nuestro hogar, nuestra casa, nuestro mercado y nuestra farmacia no es un camino hacia el desarrollo. Es tiempo de reconstruir nuestra gobernanza territorial Arakbut.

Los expertos internacionales son conscientes de la importancia de reconocer a los pueblos indígenas y sus territorios. Sin embargo, en la práctica las empresas y los gobiernos hacen oídos sordos y solo buscan explotar los recursos para satisfacer las necesidades del sistema global. Los bancos multilaterales también son responsables: más allá de financiar al extractivismo en nuestra Amazonía, sus reservas están formadas por barras de oro cuya materia prima es extraída de nuestros territorios ancestrales.

Necesitamos que los organismos internacionales que luchan contra el cambio climático y protegen la Amazonía apoyen directamente a las organizaciones indígenas y a sus comunidades. Se deben abandonar los discursos demagógicos y realizar alianzas con los seres humanos que respeten las reglas de juego puestas por la naturaleza. Finalmente, las comunidades debemos reflexionar sobre el agotamiento de nuestros recursos. Somos mezquinos con las nuevas generaciones. Por eso es importante que los arakbut empiecen a buscar sus raíces, conocer de dónde vienen y planificar qué futuro les espera a los más jóvenes.

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* Jaime Corisepa Neri, del pueblo Arakbut de Madre de Dios (Perú), ha sido dirigente de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes desde 2007 y se desempeñó como presidente entre 2010 y 2012. Actualmente, asesora al consejo directivo de la Nación Arakbut en su proceso de constitución como gobierno territorial autónomo.

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Fuente: Debates Indígenas. Boletín del mes de noviembre de 2021 dedicado al tema especial: Minería de Oro: https://debatesindigenas.org/notas/134-actividad-minera-amazonia-peruana.html.

 

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