“Para las fuerzas del sector popular no basta con denunciar y desenmascarar la naturaleza antidemocrática del régimen y los intereses de clase a los que sirve y protege. Lo que nos debe preocupar es la capacidad de construir un proyecto contrahegemónico que oriente a las clases subalternas hacia un verdadero, legítimo y auténtico cambio social”.
Por Jorge Agurto
10 de enero, 2023.- En países como el Perú, donde no ha cuajado un Estado Nación y se vive una seudo democracia vacía y fraudulenta, el estado de derecho no es democrático, sino funcional a los intereses de las clases dominantes que utilizan la democracia-forma, pero no aplican la democracia-idea.
El país es formalmente un régimen democrático, pero esto encubre la realidad de que solo una fracción de la ciudadanía puede ejercer sus derechos. La mayoría se encuentra excluida y no está representada en los espacios de toma de decisiones.
El parlamento es un órgano decrépito que santifica las normas que el sistema necesita para mantener su poder y privilegios. Pero las normas que favorecen al ambiente y a los pueblos tienen que ser arrancadas y defendidas porque siempre estarán amenazadas.
El régimen seudo democrático subsiste mientras la población mantenga la creencia de que este régimen es el único viable y posible. Para fortalecer esta creencia el poder cuenta con los medios de comunicación que construyen un consenso hegemónico para someter a las clases subalternas.
Cuando el sistema de hegemonía entra en crisis porque grandes sectores de la población ya no creen en él, al sistema le queda el aparato de coerción. De clase dirigente se vuelve solo clase dominante y aplica la represión a mansalva para salvar el sistema.
Las crisis polìticas son recurrentes en un sistema político fallido que no representan los intereses y la voluntad ciudadana. Pero se vuelve en una crisis orgánica cuando el aparato hegemónico se ve cuestionado y rebasado.
En momentos de crisis orgánica las clases dominantes ven en la propia formalidad democrática un estorbo y está dispuesta a desencadenar un régimen fascista, donde no respeta ni su propia institucionalidad y muestra su faz desembozada.
Para las fuerzas del sector popular no basta con denunciar y desenmascarar la naturaleza antidemocrática del régimen y los intereses de clase a los que sirve y protege.
Lo que nos debe preocupar es la capacidad de construir un proyecto contrahegemónico que oriente a las clases subalternas hacia un verdadero, legítimo y auténtico cambio social.
Si el pueblo carece de un proyecto contrahegemónico que construya un nuevo horizonte de sentido, y que demuestre una superioridad ética y política, que le de una dirección moral a la ciudadanía, será difícil vencer a las hordas fascistas por más bestial y sanguinaria que estas se manifiesten.
Sino colocamos en el centro de nuestro quehacer estratégico la forja de una nueva hegemonía que supere los marcos del viejo sistema corremos el riesgo de reproducir los mismos parámetros del Estado patriarcal y los mecanismos seudodemocráticos de gobierno ajenos al control popular.
Una nueva hegemonía popular y democrática debe cimentar un Estado “desde abajo” con base en la libre determinación de los pueblos indígenas, la autonomía de las comunidades rurales y urbanas y que promueva la gobernanza territorial.
Este nuevo Estado debe tener la capacidad de despertar las energías creadoras del pueblo para acometer –desde lo local y con enfoque territorial– las grandes crisis que se avizoran y que las actuales clases dominantes son incapaces de preveer y menos enfrentar.
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* Jorge Agurto es un comunicador social y periodista de formación esencialmente autodidacta. Sus raíces de identidad se encuentran en el pueblo Sechura, en la costa norte del Perú. Es cofundador de la agencia de noticias SERVINDI (www.servindi.org) uno de los medios virtuales más importantes de la región latinoamericana especializado en la cobertura de temas indígenas, ambientales y cambio climático.
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Fuente de la imagen: Aidesep
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