Por Andrés Kogan Valderrama*
7 de diciembre, 2022.- Este 4 de diciembre se cumplieron tres meses desde que el pueblo de Chile haya rechazado la propuesta constitucional, la cual si bien nadie podría poner en cuestión tal contundente resultado, tampoco debiera ponerse en duda la demanda ciudadana por una carta magna democrática para el país.
Es el lamentable caso de la derecha en Chile, la cual se niega a un nuevo acuerdo constitucional, que implique la conformación de un nuevo órgano dedicado a escribir una nueva constitución, en donde sus integrantes sean 100% electos por la ciudadanía.
Las razones para oponerse a esto y ofrecer otro órgano en donde la mitad de sus integrantes sean designados por el congreso, responde a que no se quiere repetir la experiencia pasada de la Convención Constitucional, por lo que lo mejor sería designar a ciertos expertos, los cuales nos darían garantías de redactar una buena constitución.
La verdad es que viendo ese argumento, cuesta entenderlo, ya que una cosa es modificar ciertos aspectos del proceso, como se ha venido acordando y cediendo en varios puntos para la conformación de un nuevo órgano constituyente (bordes, comisión de expertos, menos integrantes, menos tiempo de duración, borrador preestablecido, arbitraje, ratificación por el congreso) y otra cosa muy distinta es aceptar que existan constituyentes designados, lo que es completamente anti- democrático y riesgoso si se quiere que la nueva constitución dure con el paso del tiempo.
Asimismo, llega a ser bastante ridículo que la derecha apunte con el dedo a la coalición de gobierno del presidente Gabriel Boric y a los partidos que la conforman, tildándolos de intransigentes, extremistas y radicales, por no querer aceptar un acuerdo con esas condiciones, cuando no es más que un piso mínimo lo que se pide, como bien ha planteado el presidente de Convergencia Social, el diputado Diego Ibáñez (1).
De ahí que la propuesta de la derecha no solo no cumpla con los mínimos democráticos, sino que propone un proceso que nuevamente no tendrá la legitimidad suficiente para sostenerse con el paso del tiempo, lo que en un futuro podrá generar las condiciones políticas para un nuevo estallido, que podría generar un completo colapso institucional y niveles de violencia mayores.
Al parecer, la derecha no aprendió nada de lo sucedido en Chile el 2019, cayendo con el plebiscito de salida en una borrachera electoral, al asumir que quienes votaron rechazo el 4 de septiembre. lo hicieron por las mismas razones que ellos, como si las y los votantes tuvieran la misma mirada ideológica conservadora, la cual nos ha tenido históricamente bajo constituciones escrita por expertos que no los ha elegido nadie.
Además, se olvidan que el plebiscito de entrada, realizado en octubre del año 2020, el 79% de los votantes optó por un órgano que tuviera el 100% de los constituyentes elegidos democráticamente, lo que debiera ser respetado si de verdad hay un interés real de que Chile por fin tenga una constitución legítima y sostenible, que nos una como país, como tanto les gustó decir a quienes promovieron la campaña del rechazo.
En consecuencia, pretender llevar a cabo un proceso sin un mínimo piso democrático, es de una tozudez extrema, y evidencia la falta que le hace a Chile una derecha realmente liberal, que crea realmente en que las personas puedan decidir su propio futuro y en qué país queremos vivir, sin la tutela de expertos, que se nos presentan como neutrales y objetivos, pero que también están llenos de intereses y de ideologías.
Para qué hablar de la nueva derecha negacionista en Chile, como es el caso del Partido Republicano, el cual no tiene ninguna verguenza en decir que el país ya decidió que quería seguir con la constitución vigente, dando por cerrada cualquier discusión futura, luego de la votación del 4 de septiembre, mostrando la peor cara de un sector que no le importa en lo más mínimo la democracia, al igual que los derechos humanos.
Por otro lado, nadie duda de los errores del proceso constituyente pasado, los cuales tienen muchos responsables, pero de ahí a sacar provecho de todo esto, como lo está haciendo la derecha, al negarse a ver que el resultado del plebiscito fue una derrota de toda la sociedad chilena más que de un sector en particular, y que Chile necesita reconciliarse consigo mismo y buscar una salida política a tanto malestar y rabia acumulada, es poco reflexivo de su parte.
No verlo así, es concebir a la democracia como un mero medio de ciertos sectores para alcanzar el poder, y no como un proceso que debe ser cuidado y cada vez más fortalecido entre todas y todos, siendo el pueblo de Chile quien debe ser el protagonista y quien debe tener la última palabra en la redacción y ratificación de una nueva constitución, aunque algunos sectores quisieran dejar las cosas tal como están y/o poner trabas para que las cosas no cambien nunca.
Nota:
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* Andrés Kogan Valderrama es sociólogo, diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable, magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea y profesional de la Municipalidad de Ñuñoa. Integrante de Comité Científico de la Revista Iberoamérica Social y director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org.
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