La unidad del movimiento indígena en las protestas fue un gran triunfo y uno de sus logros. Pero aún se carece de un posicionamiento para empoderar al movimiento indígena y a toda la población ecuatoriana dentro de una proyección estructural de transformación profunda, opina Atawallpa Oviedo Freire en el siguiente artículo:
Por Atawallpa Oviedo Freire*
13 de julio, 2022.- “Jugamos como nunca, perdimos como siempre”, es una frase que viene del fútbol ecuatoriano, en referencia al sentimiento de muchos hinchas de la selección nacional o de equipos locales, que casi siempre salen derrotados en competencias deportivas, a pesar de que hayan jugado maravillosamente.
Ésta es una sensación que merodea el espíritu de los ecuatorianos y que permea sus reacciones de frustración y de desasosiego como país y como pueblo. La cual, es la expresión de lo que los dirigentes deportivos han construido y conseguido. Dirigentes que en su mayoría son miembros y representantes de los sectores económicos más poderosos de este país, que utilizan al futbol para sacar provechos económicos personales y para manejar emocionalmente a la población. Y estos dirigentes son los mismos en todos los ámbitos, que son los que hacen y deshacen con el Ecuador.
Esta frase se puede aplicar al último paro indígena de junio del 2022. De cuya experiencia se han producido muchas reacciones con respecto a lo sucedido, y particularmente al resultado final. No nos vamos a referir a los sectores racistas y privilegiados que evidentemente denostan todo, bajo cualquier argumento. Lo cual es perder tiempo y energía, por nada. Nunca cambiarán. No lo han hecho en cientos de años.
Entre los que apoyaron al paro, están quienes ven como un triunfo el acuerdo firmado por las organizaciones indígenas con el gobierno de Lasso; y otros, lo recibieron con frustración pues consideran migajas a todo lo acordado. Este último sentimiento viene, porque el movimiento indígena “jugó como nunca” para recibir tan poco, lo que significa una pérdida en alguna medida.
La reivindicación básica era el precio de los combustibles. La CONAIE pedía reducción de 40 centavos y apenas lograron 15, es decir, no consiguieron ni la mitad. Había en algunos una sensación de que se hizo tanto esfuerzo, de que hubo muchos detenidos, heridos y algunos muertos, que haber conseguido una mínima reducción es una semi-derrota. Los demás puntos son buenas intenciones, nada más. A esto, se suma que todos aspiraban a que Lasso sea depuesto por la Asamblea Nacional, pero faltaron 12 votos para lograr las dos terceras partes. En la anterior Constitución la destitución era por simple mayoría.
Como nunca se le vio unido al movimiento indígena, en especial la conexión entre las diferentes organizaciones, a pesar de las diferencias que existen entre ellos. Éste fue un gran triunfo.
Como nunca se le vio unido al movimiento indígena, en especial la conexión entre las diferentes organizaciones, a pesar de las diferencias que existen entre ellos. Éste fue un gran triunfo. Lograron paralizar el Ecuador y decirle al gobierno y al país que se necesitan cambios estructurales, y que el camino neoliberal emprendido no es la salida a la crisis general. Lo cual es otro punto a favor. Son los que tienen mejor reacción de respuesta y de contención a las élites, en el proyecto hegemonista y homogenista que tienen. Otro logro.
Ante estos logros, el haber aceptado las migajas del acuerdo firmado, qué representa esto en la psicología de algunos ecuatorianos. Para unos, “ya es algo peor es nada”, es decir, aceptar y conformarse con poco. Que esta es la historia del Ecuador y del movimiento indígena. A la final, se sigue en lo mismo y hasta peor. Los gobiernos y los empresarios han terminado aceptando reivindicaciones, pero luego han lanzado el zarpazo por otro lado, y todo queda insubsistente. Una lucha y un desgaste, por casi nada. De ahí que algunos pregonan que es perder tiempo y no creen en estas acciones de lucha. Generándose un desencanto y desesperanza ante esas formas de protesta o reclamo. Además, porque en muchos casos se termina en “pueblo contra pueblo”, mientras los poderosos se frotan las manos. El Ecuador ahora está más dividido, que unido.
Tanto es así, que la situación de los sectores populares no ha ido mejorando, sino que ha empeorado cada vez más. Quedando esas luchas solo como grandes remembranzas históricas, pues, en última instancia el colonialismo avanza y se profundiza. El escenario se vuelve más complejo, con la crisis que acecha más ampliamente.
Es indudable y es meritorio el hecho de que el movimiento indígena del Ecuador es el mejor organizado de todo el continente y quizás del mundo, pero no alcanza a generar cambios profundos.
Es indudable y es meritorio el hecho de que el movimiento indígena del Ecuador es el mejor organizado de todo el continente y quizás del mundo, pero no alcanza a generar cambios profundos. Se podría pensar que se está avanzando paulatinamente, pero esto es muy relativo. Cuando surgió el movimiento indígena en los años 80 era más poderoso de lo que es actualmente, pero luego fue dividido con la penetración de ideologías de derecha, marxistas, cristianas, liberales, etc. hasta fragmentarlo en diversos pedazos, los que se unen de tanto en tanto, pero básicamente por reivindicaciones económicas, que por proyectos epistémicos y culturales de raigambre indígena. Por ejemplo, están tan cristianizados que el propio Leonidas Iza se arrodilló ante el dios de los invasores monárquicos e invocó personalmente la bendición de este dios, como se observó en el informe final que dio en la Casa de la Cultura.
El movimiento indígena actual es ante todo reivindicalista. Habiendo ahí una deficiencia. Y que es consecuencia de la penetración de la izquierda prebendalista y estatista, la que solo apunta a tener más y mejores migajas. No hay una acción ontológica para posicionar y empoderar al movimiento indígena y a toda la población ecuatoriana, desde lo simbólico hasta lo filosófico, dentro de una proyección estructural de transformación profunda.
No hay una acción ontológica para posicionar y empoderar al movimiento indígena y a toda la población ecuatoriana, desde lo simbólico hasta lo filosófico, dentro de una proyección estructural de transformación profunda
Se convierten solamente en luchas clasistas, más no anti colonialistas, anti patriarcales, anti capitalistas, anti terricidas, etc. Por ejemplo, se crítica al racismo de gran parte de los ecuatorianos, pero no se va al trasfondo cultural de todo ello. No es solo cuestión de utilizar el poncho, sino de proyectarla como concepto filosófico dentro de otra concepción de vida. Los 10 puntos de las exigencias de la CONAIE son puramente reivindicalistas de tipo económico y algo ecológico. Todo esto, es reducir al movimiento indígena a otro movimiento de izquierda, que busca más tajadas del mismo sistema y del Estado que dicen cuestionar.
Se principaliza la lucha física por la lucha cultural, convirtiéndose en una acción foquista y belicista, que son armas de doble filo. La lucha podría ser pacífica y tener resultados más efectivos, como Ghandi en la India. La organización, la movilización, la presión, la conciencia colectiva pueden tener mejores resultados, que las agresiones a bienes o personas.
Hay grupos aventureros y radicaloides al interior y exterior del movimiento indígena, los que, en vez de ayudar a un proyecto de cambio, distorsionan y desvían el propósito. Y, por otro lado, dando argumentos y ejemplos a los sectores hegemónicos para deslegitimar y dañar la imagen del movimiento indígena y popular. Y luego ello se traduce en las votaciones. La mayoría de quiteños rechazaron en las urnas lo sucedido en octubre de 2019. Las encuestas en todo el Ecuador en 2022 mostraron su rechazo a la forma de protesta, y todo esto se pagará en las urnas. La CONAIE expuso y recibió una gran masacre por parte de la policía y militares, para luego en las elecciones perderlo todo. Iza tiene cada vez menos posibilidades electorales en todo el Ecuador racista, que es su mayoría.
Generalmente son grupos de la izquierda paternalista e inmediatista, que no tiene un pensamiento claro, solo una reacción anti sistémica, pero que no vislumbran un horizonte certero y profundo. Algunos de estos grupos aventureros pululan alrededor del correismo, los que desde octubre 2019 quieren pescar a río revuelto para encaramarse nuevamente en el poder. También es muy peligroso la penetración de las sectas evangélicas, las que día a día tienen más adeptos dentro del pueblo indígena y popular, con las consecuencias que ya se han visto en otros lados.
Otro síntoma de este reivindicalismo del movimiento indígena es que no presenta un horizonte político claro y concreto. Ya no se habla del sumak kawsay y del buen vivir como paradigmas de reconstrucción comunitaria. Se ha dejado suelto. No hay una definición de que se proponen lograr más allá de lo coyuntural o de que es lo que se pretende construir a largo plazo. Es básicamente un movimiento contestario, pero no propiciatorio. Y todo esto viene, a que los auto denominados mariateguistas que hoy dirigen la CONAIE tienen una visión confrontativa y creen en la vía armada para la toma del poder. Vía fracasada en todo el mundo.
Esta CONAIE no se plantea una vía autonómica para restituir y reconstruir el sistema comunitario desde afuera del Estado-nación, sino que también se proponen controlar el estado colonial-burgués para desde ahí hacer los cambios que aspiran
Esta CONAIE no se plantea una vía autonómica para restituir y reconstruir el sistema comunitario desde afuera del Estado-nación, sino que también se proponen controlar el estado colonial-burgués para desde ahí hacer los cambios que aspiran. Igual a las visiones progresistas que tiene en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, para supuestamente desde ahí provocar más rápidamente las transformaciones. Algo que no se ve para nada, Bolivia es un narcoestado donde los sindicatos confrontan a las comunidades por controlar lugares donde producir más coca y para extraer los minerales lo más posible. Todo esto folclorizado con un discurso a la pachamama, anti imperialista y de izquierda, para despistar a incautos.
Consecuentemente, si el movimiento indígena no va más allá de lo inmediato. Y, si siguen creyendo que al pueblo solamente se le educa con la lucha, como repiten insistentemente sus dirigentes, se producirá otro fracaso de estas visiones que solamente aspiran a los cambios por arriba y por el gobierno, y concentrado todo en el partido y en el buró. Es decir, sería otro capitalismo de Estado más en el mundo.
La CONAIE no tiene como referente a la vía zapatista y de otras comunidades en distintas partes del continente que rechazan la penetración en las comunidades de los partidos políticos, de las sectas religiosas y todo lo que les divida. Actualmente, muchos en el movimiento indígena solo aspiran a salir de la pobreza de 500 años y ojalá volverse nuevos ricos, como los “qamiris” en Bolivia.
Ahora lo indígena como episteme se ha vuelto secundario, lo principal es como fenotipo, pero que queda tan solo en la pretensión de virar la tortilla, pero dentro del mismo capitalismo. No pasa nada más. A donde la izquierda ha llegado al poder, solo se dedican a mejorar el capitalismo. Es más, la que mejor administra el capitalismo en todo el mundo es la izquierda. No pueden hacer más.
Por ende, para poder cumplir el Pachakutik que dejaron como tarea los maestros andinos para este tiempo es necesario tener como horizonte a las concepciones, principios, y valores milenarios, los que fueron tejidos en cientos de años por las comunidades andinas. Las aventuras y modas de la izquierda están destinadas a repetir la misma historia. La dialéctica no es un principio andino, sino la búsqueda de equilibrios y paridades. En un sistema andino el Estado no es el centro, sino el modelo comunitario como el organizador y distribuidor de todo. El movimiento indígena debe retomar sus orígenes, a sus ancestros, a sus ciencias, a sus filosofías, para que contribuyan a que en conjunto con toda la población ecuatoriana se dé un giro a todo esto. Esto, ahora se llama Sumak Kawsay o Buen Vivir.
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*Atawallpa Oviedo Freire es filósofo-médico andino (watakuk), coordinador de la escuela wirakocha, autor de doce libros y conferencista-tallerista mundial.
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