Mientras protegen el entorno de su propia infancia, las naciones más ricas dan al traste con el medio ambiente del mundo entero, advierte la agencia para la niñez, llamando a rectificar esta injusticia y a hacer realidad los derechos ambientales de los niños. “Todos los países deben tomar medidas individuales y colectivas”, apunta.
Servindi, 26 de mayo, 2022.- Las prácticas consumistas de los países más ricos ocasionan impactos ambientales que influencian negativamente en la salud física, el bienestar mental y el desarrollo pleno de los niños revela un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
El documento, divulgado el martes 24 de mayo y disponible en inglés y francés, sostiene que la infancia mundial crece en entornos poco saludables, rodeada de contaminantes nocivos y otros elementos que la perjudican.
Las condiciones insalubres, peligrosas y nocivas son creadas por las naciones industrializadas, que incluyen una alta exposición al aire tóxico, los plaguicidas, la humedad y el plomo, y sin acceso a una luz adecuada, espacios verdes y carreteras seguras.
Los daños ambientales, afirma UNICEF, son consecuencia del consumo excesivo en los países más ricos, que contribuyen a la emergencia climática, agotan los recursos naturales y generan grandes cantidades de residuos electrónicos que se vierten al mundo.
Aunque el informe de UNICEF examina comparativamente los casos de 43 países de la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE) y de la Unión Europea, da una idea de la situación en la que se pueden encontrar los niños de las economías más pobres del mundo.
La agencia de la ONU explica que si bien en una niñez sana el hogar es un lugar seguro y estable, con alimentos suficientes y saludables, agua limpia y una familia armónica, muchos niños, incluso en los países más ricos, carecen de estos elementos.
Son niños que están rodeados de aire tóxico, contaminación por plomo, ruido fuerte o paredes con moho. Otros viven en casas demasiado oscuras, frías o abarrotadas.
Un niño pasa frene a un punto donde queman basura y materiales de caucho en Yenagoa, Nigeria. Foto: UNICEF/Tanya Bindra
Daños irremediables
“Las condiciones de vida insalubres dañan irremediablemente el bienestar mental y físico de los niños, su desarrollo cognitivo y sus perspectivas de una vida feliz y saludable” afirma Gunilla Olsson, directora de la Oficina de Investigación de UNICEF.
“Para un niño que vive con altos niveles de tráfico o sin suficiente espacio verde para jugar, las opciones para escapar o contrarrestar estos peligros son pocas”, agrega Olsson.
Los datos muestran que los niños de las familias más pobres y grupos marginados no tienen una vivienda adecuada, lo que profundiza la desventaja y perpetúa los ciclos de pobreza.
Fuera de la casa, el aumento de las temperaturas, la pérdida de biodiversidad, los fenómenos meteorológicos extremos, la presión sobre los recursos naturales y el creciente desperdicio son perjudiciales tanto para los niños como para el planeta.
Los niños y las mujeres embarazadas están expuestos al plomo tóxico de la pintura. Foto: PNUMA
Harían falta varios planetas
El nivel de consumo en la mayoría de los países ricos requeriría 3,3 planetas Tierra si se replicara en todos los países. Y si el ritmo universal fuera igual al de Canadá, Luxemburgo y Estados Unidos, se necesitarían más de cinco planetas.
Además, los desechos electrónicos, el tipo de desechos domésticos de más rápido crecimiento, contienen sustancias peligrosas que dañan el cuerpo y el cerebro, y cobran el mayor número de víctimas entre los niños.
Conscientes de los perjuicios que causan, las naciones más ricas, –como Finlandia, Islandia, los Países Bajos y Noruega–, organizan entornos más saludables en sus territorios para proteger a su infancia.
Sin embargo, ponen en riesgo el presente y el futuro de los niños del resto del mundo al seguir destruyendo desproporcionadamente el medio ambiente global.
El análisis muestra que si se toman en cuenta los indicadores de emisiones de CO2, residuos electrónicos y consumo general de recursos per cápita en los países más ricos –como Australia, Bélgica, Canadá y Estados Unidos–, se observa que el impacto sobre el medio ambiente mundial es grave y generalizado.
En cambio, en las naciones menos ricas de América Latina y Europa incluidas en el estudio, el impacto ambiental mundial es mucho menor.
Niño enfermo de neumonía. Foto: UNFPA
Los hallazgos
Entre los principales hallazgos, el estudio destaca los siguientes:
- Más de 20 millones de niños de los países evaluados presentan niveles elevados de plomo en la sangre.
- Finlandia, Islandia y Noruega se sitúan en el tercio superior en la provisión de un medio ambiente saludable para sus niños, pero se encuentran en el tercio inferior mundial en materia de contaminación, con altos índices de emisiones, residuos electrónicos y consumo.
- En Islandia, Letonia, Portugal y el Reino Unido, un 20% de los niños está expuesto a la humedad y el moho en su casa, mientras que en Chipre, Hungría y Turquía esa exposición alcanza al 25%.
- Muchos niños respiran aire tóxico fuera y dentro de sus casas. México es uno de los países con más años de vida saludable perdidos por la contaminación atmosférica, con 3,7 años por cada mil niños. Finlandia y Japón se registran los datos más bajos, con 0,2 años.
- En Bélgica, Israel, Países Bajos, Polonia, República Checa y Suiza, más del 8% de la infancia está expuesta a una elevada contaminación por plaguicidas.
Aire contaminado en Ulaanbaatar, Mongolia. Foto: Tamir Bayarsaikhan / © UNICEF
Cómo reparar la injusticia y los daños
UNICEF sostiene que rectificar la injusticia y los daños causados por las economías más ricas a la infancia de los países más pobres y hacer realidad los derechos ambientales de los niños, requiere una acción política a todos los niveles.
“La cooperación internacional es necesaria para encontrar soluciones globales. Pero algunos problemas pueden y deben ser abordados por cada Estado. Todos los países deben tomar medidas tanto individual como colectivamente”, asevera.
El informe concluye con cinco recomendaciones concretas para todos los países:
- Concentrarse en los niños ahora y proteger su futuro. Los gobiernos a nivel nacional, regional y local deben liderar las mejoras en los entornos de los niños hoy, reduciendo los desechos, la contaminación del aire y del agua, y asegurando viviendas y vecindarios de alta calidad donde los niños puedan vivir, desarrollarse y prosperar.
- Mejorar el entorno de los niños más vulnerables. Los niños de familias pobres tienden a enfrentar una mayor exposición al daño ambiental que los niños de familias más ricas. Con el fin de reducir las desigualdades, los gobiernos y autoridades nacionales, regionales y locales deben priorizar las inversiones para optimizar la calidad de la vivienda y las condiciones de los barrios más marginados.
- Garantizar que las políticas ambientales tengan en cuenta a los niños. Los gobiernos y los responsables de las políticas deben asegurarse de que las necesidades de los niños estén integradas en la toma de decisiones. La adaptación al cambio climático también debe estar a la vanguardia de la acción tanto para los gobiernos como para la comunidad mundial, y en varios sectores, desde la educación hasta la infraestructura.
- Involucrar a los niños, que actualmente son los menos escuchados. Los adultos que toman decisiones en todos los niveles, desde padres hasta políticos, deben considerar las opiniones de la infancia en incluirlas al diseñar políticas que afectarán a las generaciones futuras. Los niños deben participar en los debates y decisiones ambientales y en el diseño de sus entornos inmediatos.
- Asumir la responsabilidad global hoy y en el futuro. Los gobiernos y las empresas, a través de regulaciones o incentivos, deben identificar y mitigar su impacto global en el medio ambiente. Los gobiernos deben implementar medidas efectivas ahora para cumplir sus compromisos ambientales planteados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluida la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050.
Para lograr estos propósitos, el organismo insta a los actores implicados a basarse en dos instrumentos internacionales: la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.