La escuela cumple un rol fundamental hoy en día para impulsar una convivencia escolar distinta, en lo que respecta a desmontar el mandato de masculinidad y visibilizar masculinidades alternativas y antipatriarcales que cuestionen la idea de un solo tipo de hombre, ya que cada hombre debiera poder elegir libremente cómo quiere serlo.
Por Andrés Kogan Valderrama*
14 de abril, 2022.- En relación a la elaboración de orientaciones del Ministerio de Educación de Chile, referidas a la realización de encuentros sobre educación no sexista en las escuelas, el próximo 19 de abril (1), que permitan generar instancias para tomar conciencia sobre estereotipos, discriminación y violencia de género, se abre una puerta para repensar sobre la construcción de la masculinidad y el daño que ha generado en la sociedad
Si bien se valora la realización de encuentros de este tipo en las escuelas, luego de múltiples casos de acoso y abuso sexual en los establecimientos, visibilizados por el movimiento feminista, se suele centrar en los múltiples daños que ha generado el patriarcado en las mujeres en todos los ámbitos, no así en los hombres, lo que termina por descuidar políticas para desmontar lo que es y significa ser hombre.
Como bien ha planteado la antropóloga argentina Rita Segato, quien fuera invitada por el presidente Gabriel Boric para la toma de mando del 11 de marzo, la masculinidad hegemónica que se ha instalado históricamente por un sistema binario de género (hombre y mujer) y heteronormativo, tiene consecuencias fatales para los hombres también.
la masculinidad hegemónica que se ha instalado históricamente por un sistema binario de género (hombre y mujer) y heteronormativo, tiene consecuencias fatales para los hombres también.
De ahí que Segato, plantee como los hombres hemos estado por siglos bajo un mandato de masculinidad (2), el cual al estar centrado en la competencia, la productividad, el autoritarismo, la verticalidad, la potencia, la conquista, la explotación, el dominio y la guerra, ha hecho que los hombres seamos muy infelices, al tener que regirnos por un ideal masculino inalcanzable en la práctica.
En otras palabras, los hombres estamos insertos en múltiples presiones y exámenes de toda índole, que van desde el rendimiento sexual, alcanzar cargos importantes, tener éxito económico, ser más inteligente, ser el más divertido, cumplir metas deportivas, obtener reconocimiento familiar, asumir riesgos y superar los límites constantemente.
No es casualidad por tanto, que los hombres vivan mucho menos que las mujeres y que las tasas de suicidio sean mucho más altas que ellas, quitándose la vida de manera mucho más violenta además, ya que detrás de ello hay una historia de negación de lo emocional y del sufrimiento, el cual es resultado de este mandato de masculinidad.
Los casos de acoso, abuso y violación de parte de los hombres contra las mujeres por ejemplo, no guardan relación con el placer sexual y va mucho más allá de someter a las mujeres, ya que tiene que ver con tener la aprobación de los otros hombres, subordinados a la masculinidad hegemónica.
Lo mismo con el asesinato, en donde el hombre mata finalmente para sentirse más fuerte, más poderoso y no mostrar así ningún tipo de vulnerabilidad o debilidad a otros hombres, frente a alguna amenaza que se le presente en el camino y que no es capaz de resolver de manera pacífica.
Ejemplos en la escuela de esa necesidad de aprobación de hombres con otros hombres son muchos, y van desde las burlas a compañeros, agresiones físicas para mostrarse más fuertes, humillaciones en público y por supuesto, usar el cuerpo de las mujeres como un trofeo para mostrárselo al resto.
Es decir, los hombres usan a la mujer para demostrarles a los otros hombres su heterosexualidad y virilidad, independiente de que estén o no con ellas o sea verdad lo que digan, ya que lo que se trata es de hacer creer al resto de que han estado con muchas de ellas y que responden al patrón de macho alfa.
A modo de ejemplo, el caso de la funa (3) masiva de secundarias en el Liceo Lastarria de Santiago, contra un grupo de secundarios de aquel establecimiento, por compartir fotos íntimas de mujeres a través de WhatsApp, es un buen ejemplo de cómo el mandato de masculinidad se sigue perpetuando en las escuelas de Chile, por lo que es urgente trabajar la educación desde otro lugar.
Lamentablemente la alcaldesa de derecha de la comuna de Providencia, Evelyn Matthei, no lo entendió así, reaccionando desde el punitivismo y explicando lo sucedido desde lo individual, aludiendo que son personas con problemas psiquiátricos, por lo que no podrán estudiar en ningún colegio del municipio de manera presencial (4).
Por eso, que la alcaldesa Matthei al apelar a razones de seguridad y biomédicas, termina profundizando el problema de la violencia de género, sexual y la negación del otro, ya que cierra la posibilidad a que la escuela se abra al diálogo y a reflexionar sobre cómo esta masculinidad hegemónica, le daña y le destruye la vida a millones de mujeres y hombres.
En consecuencia, la forma de abordar el tema de parte de Matthei de forma tan autoritaria, responde también al mandato de masculinidad, el cual también puede ser ejercido por mujeres, más allá de que el emblema de la masculinidad, como bien señala Segato, esté en un cuerpo de hombre.
Frente a esto, la escuela cumple un rol fundamental hoy en día para impulsar una convivencia escolar distinta, en lo que respecta a desmontar el mandato de masculinidad y visibilizar masculinidades alternativas y antipatriarcales que cuestionen la idea de un solo tipo de hombre, ya que cada hombre debiera poder elegir libremente cómo quiere serlo.
La necesidad por tanto, es de pensar en los hombres de manera diversa, que no solo cuestionen estereotipos de género y compartan distintos roles con las mujeres, sino también que se les permita conectarse con su entorno desde lo experiencial y emocional, dejando atrás lógicas racionalistas que solo empobrecen y entristecen nuestras vidas.
Lo mismo con fomentar en los hombres que trabajen más desde el cuidado, la colaboración, el juego sin competencia, el humor sin víctimas, el aprender de los errores y el hablar del cuerpo y sexualidad libremente, sin la presión falocéntrica que se nos ha instaurado históricamente, desmitificando también la idea de que para ser más hombre hay que ser necesariamente heterosexual.
Notas:
(1) https://www.mineduc.cl/
(2) https://www.youtube.com/
(3) Funa es el nombre dado en Chile a una manifestación de denuncia y repudio público contra una persona o grupo. Proviene del mapudungún funa, que traducido significa algo podrido o que se echa a perder. Se le suele conjugar como verbo («funar»). Una persona que recibe una funa se le conoce como «funado» o «funada».
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* Andrés Kogan Valderrama es sociólogo, diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable, magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea y profesional de la Municipalidad de Ñuñoa. Integrante de Comité Científico de la Revista Iberoamérica Social y director del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org.
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