Servindi, 7 de noviembre, 2021.- Siempre atento a los relatos populares José Luis Aliaga Pereira nos comparte una crónica narrada por un profesor y que él escuchó en el velorio de una tía llamada Nieves.
El relato basado en hechos reales fue publicado en la revista El Labrador, de la provincia de Celendín, tierra prolífica de escritores y artistas.
Fuente de la imagen: https://magie-et-voyance.blogspot.com/
El entierro
Por José Aliaga Pereira
Al amanecer, el curandero, los esperaba en la vereda de su casa, junto a su caballo moro bien enjaezado. A lo lejos, sobre el cerro "Huashag", bajo arremolinadas nubes, fulguraban los relámpagos.
Los hermanos Caruhajulca llegaron puntuales a la cita. Del mayor había sido la idea. Su madre llevaba varios meses postrada en cama, enferma; ellos, según dijeron, la ciencia médica ya no podía hacer nada, desesperados, acudieron a Llamoga, el curandero. Esa misma noche fueron testigos de la "mesada" que organizó.
— Le han hecho daño a su madre. Le hicieron un entierro. Vuelvan al amanecer, le haremos un un rastreo a su alma.
Así fue cómo los hermanos Caruhajulca llegaron a integrar esta rara y silenciosa comitiva.
Montado en su caballo moro, el curandero, volteaba la cabeza de cuando en cuando. Los hermanos Caruhajulca no se quedaban atrás y avanzaban al son del ruido que producían al caminar los herrajes de los cascos del caballo moro.
A la altura de la zona llamada Atumpuquio, donde se bifurcaba el camino, se detuvieron. El curandero bajó de su caballo, y, machete en mano, abrió camino, para hacer más fácil el paso de sus acompañantes. Llegaron hasta un pequeño descampado donde había una cruz hundida a la inversa en la tierra.
— Aquí, bajo esta cruz, esta enterrada la imagen de su madre -habló el curandero, luego de hacer, tres veces, estirando el brazo izquierdo, la señal de la cruz.
Con una pequeña pala, que sacó de la alforja que cargaba sobre el anca de su caballo, Llamoga, escarbó la tierra y, sin que le causara sorpresa alguna, encontró una muñeca de trapo que llevaba pegado al pecho la fotografía de doña Cristina, madre de los hermanos Caruhajulca, atravezada por cuatro alfileres. Luego, preguntó:
— ¿Qué hora es?
— Son las cinco y diez de la mañana -respondió Alejandro, el menor de los hermanos.
Sin esperar más tiempo, el curandero, arrancó los alfileres del pecho de la muñeca.
El cerro Huashaj ya no se veía, pero los relámpagos continuaban como luces del flash de una inmensa cámara fotográfica. De pronto al silencio de la noche le invadió un alarido que jamás se había escuchado por la comunidad. Los hermanos Caruhajulca se tomaron de las manos, tenían el rostro pálido y sudoroso.
— No se asusten —dijo el curandero—. Su madre ya no sufrirá más.
De regreso al pueblo, los hijos encontraron llorando en la puerta de su casa a familiares y amigos. El mayor de los hermanos preguntó:
— ¿A que hora murió mi madre?
— A las cinco y diez —contestó la hermana que se había quedado en casa cuidando a su madre.
Los hermanos miraron a los ojos del curandero. Después, uno de ellos le alcanzó un sobre cerrado.
Llamoga, con el sobre en la mano, se retiró en silencio. Detrás lo seguía su caballo moro y el sonar del tintineo de sus herrajes.
Glosario:
Mesada: rituales que los brujos o curanderos acostumbran realizar para "curar" enfermos, recuperar amores perdidos o adivinar la suerte.
Daño: Es el mal o brujería que hacen brujos y curanderos por encargo de los que sufren decepciones, envidias, celos, etc.
Entierro: Sepultar alguna prenda intima u otro objeto de la persona a quien va dirigida el hechizo, malo o bueno.
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* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendín, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
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