Territorios indígenas y áreas protegidas resguardan bosques tropicales de degradación y deforestación. Nueva metodología clarifica aportes de pueblos indígenas en reducción de emisiones netas de carbono. Esos pueblos deben ser receptores de los beneficios del Fondo Verde para el Clima.
Por Pablo Correa
SciDev.Net, 30 de julio, 2021.- Los territorios indígenas y las áreas protegidas representan un escudo contra la deforestación y la degradación de los bosques tropicales. Sin embargo, existen diferencias en su efectividad dependiendo de los contextos nacionales y locales. De ahí la importancia de llevar a cabo análisis cada vez más precisos a la hora de evaluar su rol dentro del Acuerdo de París y la lucha contra el cambio climático.
Estos son los tres principales hallazgos a los que llegó un equipo internacional de investigadores que forman parte o colaboran con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georeferenciada (RAISG) y que apelaron a una nueva metodología para procesar datos de reservas de carbono de 2003 a 2016 en Panamá y países de la cuenca amazónica.
“El uso indígena de la tierra en los bosques neotropicales puede tener un impacto temporal y espacialmente estable sobre las reservas de carbono. Por lo tanto, los pueblos indígenas deben convertirse en receptores de los pagos por resultados de los países”, señalaron los autores del estudio publicado en la Revista Plos One.
En otras palabras, los pueblos indígenas hacen un aporte directo a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional en el marco del Acuerdo de París y, por lo tanto, deben convertirse en receptores de los beneficios del Fondo Verde para el Clima (GCF por sus siglas en inglés).
Con una nueva metodología que combina datos temporales de reservas de carbono con variables geográficas, un equipo internacional reafirmó la importancia de territorios indígenas y áreas protegidas en la conservación de bosques tropicales. Crédito de la imagen: Global Forest Watch
En el caso de Brasil esto significa US$ 96,5 millones en un primer pago próximo a ejecutarse por el GCF. Para Ecuador la cifra ronda los US$ 18,6 millones.
Hasta ahora, la mayor parte de investigaciones de este tipo se habían basado en análisis de pareamiento (en inglés, ‘Matching Analysis’), que permite identificar segmentos espacialmente similares a lo largo de un área.
Con este análisis se puede controlar el efecto de variables que causan deforestación, como la distancia a carreteras, y así determinar el efecto de diferentes tenencias de tierra y formas de gobernanza en la conservación. El principal insumo en estas evaluaciones lo constituyen los datos de cobertura boscosa.
Sin embargo, el grupo asociado a RAISG decidió combinar esta misma metodología pero reemplazando cobertura boscosa por datos de reservas de carbono, por considerar que no solo dan cuenta de la deforestación sino también de la degradación de la tierra.
Además, controlaron parámetros asociados a la presión por deforestación y degradación y analizaron cómo variaban las reservas de carbono desde los límites hacia el corazón de las áreas protegidas, los territorios indígenas e incluso de áreas que se superponen entre ellos. Todo esto dentro de una serie de tiempo de 13 años.
Panamá y las porciones de la cuenca del Amazonas de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil que hicieron parte del análisis. La tenencia de la tierra se clasificó en Áreas Protegidas (verde), Territorios Indígenas (naranja), Áreas de superposición (amarillo) y Otras Tierras (gris). Crédito: Imagen tomada del artículo publicado en Plos One.
“Las áreas protegidas y los territorios indígenas tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y mayores distancias a carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo que reduce las probabilidades de deforestación de antemano”, comentó vía telefónica a SciDev.Net el colombiano Camilo Monroy, autor principal del trabajo y vinculado al departamento de Biología de la Universidad de MacGill en Canadá.
Y explicó que al llevar a cabo comparaciones que dejan por fuera este tipo de variables se distorsiona el verdadero efecto de estos territorios en la reducción de emisiones de carbono por deforestación y degradación del bosque.
Uno de los hallazgos más interesantes, en opinión de Monroy, es que cuando se analiza la distribución de las reservas o “stocks” de carbono en esos territorios, el carbono no sólo es más alto en los límites con áreas que no tienen la misma tenencia de tierra sino que estas reservas van aumentando a medida que uno se adentra en ellas.
“Las áreas protegidas y los territorios indígenas tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y mayores distancias a carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo que reduce las probabilidades de deforestación de antemano”.
Camilo Monroy, Universidad de MacGill, Canadá.
Pablo Negret, investigador del Centro de Ciencias de la Biodiversidad y la Conservación de la Universidad de Queensland, quien no participó de la investigación, comentó a SciDev.Net vía correo electrónico, que el trabajo de sus colegas es muy innovador.
Dijo que resulta “particularmente interesante poder ver que aun cuando en casi todos los casos los tres diferentes tipos de áreas (áreas protegidas, territorios indígenas y áreas de superposición) son efectivos previniendo la pérdida de carbono, la variabilidad entre países es bastante grande entre las tres clases de áreas analizadas”.
Por ejemplo, en Brasil las áreas de superposición son las más efectivas reteniendo carbono, mientras que en Colombia son efectivas las áreas protegidas y los territorios indígenas pero no tanto en los casos que están superpuestos.
“Estos resultados son importantes y toca hacer análisis más detallados a nivel de país para entender porque se dan estas diferencias”, apuntó.
La pérdida de bosques tropicales representa actualmente el 8 por ciento de las emisiones anuales de dióxido de carbono del mundo. Si la deforestación tropical fuera un país, sería el tercer mayor emisor a nivel mundial.
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El Panel Intergubernamental de Cambio Climático concluyó que “reducir las tasas de deforestación y degradación forestal representa una de las opciones más eficaces y sólidas para la mitigación del cambio climático, con grandes beneficios de mitigación a nivel mundial”.
Perfeccionar las metodologías, como la propuesta por los investigadores, permitirá entender mucho mejor las contradicciones que históricamente han aflorado con políticas de conservación de bosques tropicales.
Por ejemplo, desde 1990, América del Sur y América Central han triplicado el área de áreas protegidas y, al mismo tiempo, han perdido el 10 y el 25 por ciento respectivamente de la cubierta forestal.
Este fenómeno se replica en territorios indígenas, que constituyen un 30 por ciento de las reservas de carbono sobre el suelo de los bosques de la cuenca del Amazonas.
Para los autores, este trabajo demuestra con claridad el rol que ejercen los territorios indígenas en la protección del bosque tropical y su aporte a la reducción de las emisiones netas de carbono.