Servindi, 16 de marzo, 2021.- No hay conciencia nacional del inmenso valor del agua en la economía, la historia, la preservación ambiental, la biodiversidad y en el bienestar general de la sociedad.
La energía eléctrica –que tantos usos tiene y nos ayuda en la modernización tecnológica– es generada por el agua, destaca don Milciades Ruiz en un nuevo artículo.
"Defender el agua es defender la vida. Si no cuidamos el agua, la humanidad sufrirá eventos más dramáticos que el actual. No callemos ante los atentados contra el agua" argumenta en un texto que compartimos a continuación.
Defensa del Agua
Por Milcíades Ruiz*
16 de marzo, 2021.- El Día Mundial del agua se celebra cuando dos patitos (22) aparecen cada marzo, en nuestro calendario. Pero de ella, emergió la vida misma. Ir a la playa es volver a nuestros orígenes, regocijándonos con las olas. Todo es agua en nuestro organismo. La tomamos diariamente para no morir. Respiramos oxígeno que libera el agua. Nos alimentamos de productos posibles solo con agua. Entonces: Contaminar todo lecho de agua, es un crimen, y así, debería penarse en toda jurisprudencia. ¿Lo analizamos?
Con mayor razón, si la contaminación del agua que discurre en sus cauces naturales es causada por prácticas codiciosas de lucro irracional, pues tendría agravantes de premeditación, alevosía y ventaja por posición de dominio. Lógicamente, hay crimen organizado, si detrás de un proyecto de explotación de recursos naturales, está la confabulación de involucrados públicos y privados interesados en su aprobación indebida, ocultando el real impacto en las fuentes hídricas.
Esto, que es de sentido común, sin embargo, no es constitucional ni figura en la jurisprudencia nacional e internacional. Tampoco está, en las propuestas de los candidatos políticos que aspiran a gobernarnos. Quizá porque todas sus promesas electorales “se irán al agua” después de asumir el nuevo mandato. Entonces, si atentar contra la pureza del agua no es delito, resulta patético que los campesinos tengan que luchar contra el orden jurídico írrito, al defender su hábitat y sus fuentes de agua, dañados por la voracidad codiciosa de las transnacionales.
Para el campesinado, luchar por el agua es luchar por la sobrevivencia de la especie humana y por lo que más ama: La madre tierra
Para el campesinado, luchar por el agua es luchar por la sobrevivencia de la especie humana y por lo que más ama: La madre tierra, cuya gestación tiene que ser cuidada para que su parto vital sea exitoso. Esto, no lo entienden los citadinos, pero la sabiduría campesina no es teórica, sino práctica. Al escarbar la tierra encuentra las cepas de microorganismos que se activan y salen a la superficie solo cuando las condiciones ambientales lo permiten.
Saben que toda epidemia tiene relación con la variación climática, pero también con el agua. En suelos sin agua no hay ni plagas ni enfermedades. En cambio, en suelos húmedos prosperan los hongos, virus y bacterias porque son seres vivos. Por eso cultiva, manejando riegos equilibrados, pues todo desequilibrio es nocivo. Si aplicamos esta lógica ancestral al coronavirus quizá podamos comprender mejor su proliferación y, el protagonismo del oxígeno, en la pandemia que nos abate. Ese oxígeno que salva vidas proviene del agua.
Eso nos llevará a entender la importancia del agua en la defensa de la salud y de la existencia humana. El agua circula no solo en los cauces que están a nuestra vista, sino por todo el planeta, con la evaporación, fuerza de los vientos y rotación planetaria. De modo que, al contaminar en un lado del planeta, se afecta todo. El aire contaminado circula por toda la atmósfera, afectando el agua en suspensión atmosférica y la lluvia se contamina antes de tocar suelo.
El agua contaminada es absorbida por las plantas que nos proveen de alimentos y llegan al mercado con las impurezas que consumimos y que son causa de enfermedades sorpresivas. “No entiendo por qué me ha dado cáncer” dicen los afectados, pero es que, sabiendo de la lucha campesina contra la contaminación del agua, no hacemos causa común. Esta indiferencia va contra nosotros mismos, pues lo que afecta al hábitat campesino en las alturas, llega también a nuestros hogares.
En el Perú, los nevados de la cordillera andina acumulan el agua que surte a las altas lagunas de su entorno. De ellas, emana el agua que discurre todo el año sobre la superficie y la que filtra subterráneamente. Forman manantiales y bofedales, cuyas aguas bajan desde la puna hasta el nivel del mar, generando diversidad biológica en cada piso ecológico de valles naturales. Habiendo agua, hay vida, hay cosecha, movimiento económico todo el año, gracias a estos ecosistemas acuíferos.
Lamentablemente, los estamos perdiendo, y cada vez hay menos puquiales y menos vida natural. Los gases de efecto invernadero derriten nuestros glaciales y la codicia inversionista busca eliminar las lagunas naturales construyendo lagos artificiales privados, a fin de extraer los recursos mineros alojados en el fondo de las primeras. Las transnacionales agroexportadoras destruyen los acuíferos subterráneos con tuberías para extraer el agua para sus negocios y promueven irrigaciones financiadas con nuestros impuestos, derivando cauces naturales a “la tierra prometida” de sus ambiciones.
¿Cómo no entender entonces, la lucha de las comunidades aymaras de Ilave, Conduriri, Mazocruz y Capazo contra el proyecto Vilavilani II, que las dejaría sin sus bofedales?. Los depredadores han planeado trasladar el agua de los bofedales de la cuenca del Maure hasta Tacna destruyendo el ecosistema natural que es parte del gran conjunto endorreico Titicaca-Desaguadero-Poopo-
Tierra y agua, forman una unidad de riqueza renovable y biodiversidad, que permite la renovación de la vida terrestre. Contrariamente, la extracción de riqueza subterránea no es renovable, no se regenera y a escala industrial destruye ecosistemas. Pero los gobiernos vende patria, sobornados por transnacionales, han erigido una estructura jurídica y constitucional aberrante. “Los recursos naturales son patrimonio nacional” aducen, a fin de que los pobladores afectados no tengan potestad de decidir sobre ellos, siendo exclusiva atribución de los sobornados.
Sin embargo, cuando se trata de los nuevos terratenientes transnacionales a los que, los gobiernos corruptos les asignan tierras en grandes extensiones, siendo también un recurso natural, se aplica el derecho de propiedad privada. Y claro, los dueños de esas tierras, son también dueños del agua, pues sin ella, carecerían de valor. Entonces, si en el proceso electoral alguna opción política es una amenaza para su posición de dominio, lógicamente harán todo lo posible para evitarla. Es lo que hizo el grupo Gloria financiando la campaña electoral del fujimorismo.
Pero todas las opciones de derecha, en mayor o, menor grado, tienen el sesgo ideológico de que el dinero es el que decide. En esta mentalidad, el agua no es un derecho humano, sino un bien como cualquier otro del mercado. Se compra, se vende o se entrega en concesión para su administración por el capital privado. Solo tienen que remarcar que el estado es un mal administrador, que es ineficiente per se, y que lo mejor para todos, es que el agua, pase a manos privadas para mayor “productividad”.
A la inversa, los campesinos y productores agrarios en general, que sufren los daños a sus fuentes de agua, que no tienen el poder del dinero, que son segregados por las políticas de estado, no tendrían otra opción que oponerse a que los grupos de derecha asuman el próximo gobierno. No obstante, vemos en las visitas de campaña electoral, que también hay incautos que van detrás de los lobos políticos disfrazados de ovinos. Es la alienación ideológica de doscientos años de vida republicana, que tenemos que revertir.
La estructura de dominación condiciona nuestra consciencia y por reflejo condicionado actuamos contradictoriamente, si no estamos precavidos de las trampas ideológicas. Los campesinos no entienden de malicia electoral, y no advierten el peligro que corren si la derecha logra privatizar las cuencas hidrográficas, como ya lo han hecho en otros países. No habrá ni comisiones de regantes y juntas de usuarios, pues los derechos de uso de agua agrícola estarán sujetos quien paga más.
Nuestras aguas están bajo el acecho de nuestros depredadores y mientras a nosotros se nos pasea el alma, las corporaciones internacionales extraen subrepticiamente nuestra agua de las fuentes hídricas sin pagar el justiprecio y nos la venden envasada como cerveza y demás bebidas industriales a un precio de alta rentabilidad. Ni siquiera protestamos por ello, porque no está en nuestra consciencia esta anomalía social, ni la necesidad de agua que padecen los barrios marginales.
Hoy el valle de Lurín está en grave peligro por la expansión urbana de Lima cuyas fuentes de agua se están agotando. Detrás del proyecto de urbanizar el valle agrícola destruyendo áreas de cultivo, están también los depredadores del agua. La población capitalina crece pero el agua no. Los valles vecinos tendrán que pagar las consecuencias del irracional centralismo.
Todos somos culpables de dejar hacer y, dejar pasar. Al igual que permitimos que las corporaciones capitalistas de bebidas envasadas erosionen nuestras fuentes de agua, también nos alienarán para permitir la privatización de nuestras cuencas hidrográficas. Actualmente, luchar por el agua no es una prioridad para muchos. Hemos sido formados por una política educativa en la que los valores capitalistas están por encima de todos los valores humanos de una vida sana.
El esclarecimiento y la desalienación cultural es una tarea que tenemos que asumir obligatoriamente. Defender el agua es defender la vida. No hay consciencia nacional de esto ni del inmenso valor del agua en la economía nacional, en la historia, en la preservación ambiental y la biodiversidad, en el transporte fluvial, en el turismo, la industria alimentaria, la soberanía, la estabilidad política y en el bienestar de la sociedad.
Aunque muchos no lo adviertan, la energía eléctrica que tantos usos tiene y que tanto nos ayuda en la modernización tecnológica, incluyendo esta vía digital, es generada por el agua. En fin, no hay otro planeta como el nuestro por su equilibrio hídrico. Si no cuidamos el agua, la humanidad sufrirá eventos más dramáticos que el actual. No callemos ante los atentados contra el agua.
Cada vez que te laves las manos, sientas sed y otras necesidades biológicas, recuerda el valor del agua. Por mi parte, no importa que lo dicho, caiga en saco roto. Seguiré insistiendo en mi prédica, aunque no reciba ninguna palabra de aliento. Nuestra forma de ser, está condicionada por la dominación. Pero tengo fe, de que la justicia social vendrá, tarde o temprano. ¿O será que estoy engañado?
(escrito el 16 de marzo de 2021)
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*Milcíades Ruiz es especialista en desarrollo rural. Dirige el portal República Equitativa: https://republicaequitativa.wordpress.com/
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