El aislamiento social ha evidenciado la real distancia del Estado con las comunidades indígenas, y ha empujado a muchas personas a arriesgar su salud para mantenerse convida frente a esta crisis sanitaria.
Por: Manolo Berjón y Miguel Angel Cardenas
Parroquia Inmaculada-Iquitos, 21 de abril, 2020.- El reciente contagio de dos indígenas shipibo en Ucayali enciende las alarmas sobre la expansión del COVID-19 en comunidades nativas. Según la información de Ojo Público, los indígenas habían acudido a la ciudad de Pucallpa para abastecerse de comida.
Lo cierto es que la relación campo-ciudad, cada vez más intensa, pasa por momentos delicados. Nos encontramos con Postas Médicas desabastecidas, sin material de bioseguridad, con escaso personal sanitario, sin la capacitación adecuada al respecto, con mucha distancia de las comunidades a las que sirven, sin el combustible necesario y con culturas biomédica y chamánica que se entremezclan en diferentes puntos pero con diferente nivel de status. No siempre en proceso de comprensión y buen entendimiento, con relaciones de poder excesivamente verticales, y poca escucha de los indígenas en sus propias categorías, nos encontramos con un panorama de una gran complejidad.
"El asunto no consiste en descargar toda la responsabilidad en las comunidades, el tema pasa porque el Estado controle a los que salgan de las ciudades."
Descargar toda la responsabilidad sobre las comunidades nos parece poco adecuado. Por supuesto que cerrarán las comunidades, por supuesto que algunos se internarán en la selva. Pero solo algunos. Cuando se levante el confinamiento, los medios de comunicación comenzarán a relajar sus medidas y lanzarán mensajes más tranquilizadores. Medios de comunicación que afectarán las opiniones en las comunidades, que ayudarán a rebajar el hermetismo. Es así que llegará realmente el peligro. El asunto no consiste en descargar toda la responsabilidad en las comunidades, el tema pasa porque el Estado controle a los que salgan de las ciudades.
Cuando llegue el momento de salir de nuestras casas, aunque no sea una estampida como habíamos pensado, saldrán personas para recorrer los diferentes ríos. No descarguemos toda la responsabilidad en ellos. Seamos conscientes que los necesitamos: muchos de ellos llevan pilas para las linternas, cartuchos para la caza, fósforos…, imprescindibles a estas alturas en las comunidades nativas y retornan a la ciudad con productos de primera necesidad: plátano, yuca, pescado, carne de monte… No defenderemos a los comerciantes, muchos de ellos usureros, pero tampoco es el momento de demonizarlos y descargar toda la responsabilidad sobre ellos.
"Sin apenas pruebas, es muy probable que algunos de los que viajan a las comunidades sean asintomáticos: no muestren ningún síntoma y, sin embargo, puedan contagiar a sus parientes."
Por supuesto, que saldrán empresarios inescrupulosos a talar madera, a esquilmar territorios indígenas. Sin embargo, los peones que los acompañarán serán la gente de la periferia de las ciudades, muchos de ellos indígenas urbanos. Aquellos a quienes hemos insultado por no respetar el confinamiento porque viven al día y en espacios hacinados. Aquellos que se han aglomerado en los mercados más populares y a los que no les ha llegado un mensaje adecuado de cómo protegerse porque solo emitimos en onda occidental. Aquellos que buscarán cualquier oportunidad para encontrar comida después de este tiempo extraño. Aquellos que siguen teniendo familia en las comunidades. Porque se pueden cerrar los ríos y las comunidades. Pero qué haces cuando el que llega es tu hermano, tu primo, o tu padre. Sin apenas pruebas, es muy probable que algunos de los que viajan a las comunidades sean asintomáticos: no muestren ningún síntoma y, sin embargo, puedan contagiar a sus parientes.
Es bueno cerrar las fronteras, como se ha hecho. Un solo ejemplo es suficiente. En el bajo amazonas, en la zona de triple frontera (Brasil-Perú-Colombia) es difícil que los tikuna no se muevan transfronterizamente para visitar a sus familiares. Si algo nos ha demostrado este coronavirus es que no conoce fronteras. Y el trato que se le da desde el Estado-nación es obsoleto para estos tiempos de pandemia global. Además de injusto, porque es evidente que Alemania no tiene los mismos recursos que Perú, y sin embargo, todos nos tenemos que enfrentar al COVID-19, pero inequitativamente.
Quiénes saldrán a las comunidades: fundamentalmente madereros, es la época de creciente de los ríos. Aunque a muchos de ellos la pandemia ya les pilló en territorios indígenas, donde se quedaron. Esta es la temporada que aprovechan para esquilmar de madera los bosques. Tengamos en cuenta que cada vez los madereros se adentran más en territorios indígenas, incluso en lugares extremadamente apartados de las ciudades, los únicos lugares donde quedan todavía algunas maderas de valor. Con ellos van algunos peones de la ciudad, fundamentalmente indígenas urbanos que habitan las periferias de las ciudades. También se adentrarán por los ríos los comerciantes, tan imprescindibles para proporcionar algunos bienes a los comuneros y alimento a las ciudades. Y, los maestros, que algún día tendrán que comenzar con las clases presenciales, porque las clases virtuales están vetadas para la mayoría de las comunidades nativas, con una brecha digital que no hace sino profundizar las desigualdades. Habrá otros colectivos como viajeros y turistas, que ahora acudirán en menor medida, pero no dejarán de viajar. Funcionarios estatales varios para el pago de Pensión 65, el Programa Juntos…
"Tengamos en cuenta, que los pueblos indígenas soportan niveles más altos de desnutrición y anemia, de enfermedades respiratorias y diabetes, de contaminación con metales pesados e hipertensión, entre otras."
En fin, que se necesita un plan para la atención de las comunidades nativas. Sugerimos que se hagan controles con pruebas rápidas en los principales ríos para que si alguna persona da positivo no se le permita seguir viajando. Ya sabemos que las pruebas rápidas no son totalmente fiables. Hay que subsanar la partida de las que no están certificadas. Estas pruebas rápidas se pueden exigir como una condición imprescindible para dar el zarpe. Se necesitan mascarillas y protocolos de actuación en las Postas Médicas: cómo actuar en caso de presentar síntomas, si hay posibilidad de evacuación…
Todo control que se pueda realizar ahora será poco. Tengamos en cuenta, que los pueblos indígenas soportan niveles más altos de desnutrición y anemia, de enfermedades respiratorias y diabetes, de contaminación con metales pesados e hipertensión, entre otras. Enfermedades que les hacen más vulnerables ante la pandemia. Y como hemos señalado en el primer párrafo, que si se enferman será difícil poder atenderlos. Las distancias a las Postas Médicas, tanto geográfica como culturalmente, el desabastecimiento de las mismas, el poco personal… hacen más difícil el control del COVID-19 en comunidades nativas.
Unido a ello es fundamental seguir haciendo un ejercicio de comunicación donde el emisor no sea tan vertical que no escuche los mensajes que salen del receptor. Se necesitan relaciones más igualitarias, no tan verticales. Es preciso buscar cómo los pueblos indígenas han afrontado otras epidemias para buscar la resiliencia necesaria y las fuerzas para afrontar esta pandemia. Algunas familias se irán al monte por un tiempo, puede que sea la mejor medida, pero no está al alcance de todos, ahora que cada vez más dependen del mercado y su economía cada día se monetiza más. Es responsabilidad del Estado, no es ético descargar todo el peso sobre las comunidades nativas.
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Fuente: Publicado por La candela del ojo en: https://lacandeladelojo.blogspot.com/2020/04/desconfinamiento-pueblos-indigenas-y.html
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— Servindi (@Servindi) December 14, 2019