Organizaciones climatológicas y científicos señalan que el incremento de las olas de calor guarda relación con la actividad industrial humana. Como consecuencia la salud pública se ve afectada durante el verano y áreas naturales como el hielo ártico de Groenlandia y los arrecifes de coral de Australia afrontan un deterioro irremediable.
Por José Díaz
Servindi, 2 de agosto, 2019.- Una vez más el calor se convirtió en un tema de interés global en el hemisferio norte.
Las olas de calor que arreciaron a Europa y Norteamérica, y que han afectado considerablemente las capas de hielo en Groenlandia, convierten al 2019 en uno de los cinco años más calientes de la historia, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Las Naciones Unidas han advertido que este aumento en la temperatura es un síntoma claro del calentamiento global alimentado por la actividad humana. Según la OMM, en la medida en que las emisiones de efecto invernadero siguen aumentando se espera que a mediados del siglo XXI las temperaturas del verano crezcan hasta en 4.5° Celsius.
“Las intensas y extensas olas de calor llevan la firma del cambio climático provocado por el hombre, en línea con los descubrimientos científicos. Las olas de calor fueron más frecuentes, y más intensas. Lo que fue significativo fue que los registros se rompieron por dos, tres o cuatro grados, y no en la fracción usual de un grado.
Los servicios meteorológicos nacionales además emitieron muchas alertas de calor con el fin de proteger la salud de las personas”, declaró Claire Nullis, portavoz de la OMM.
Daños colaterales
Lo más preocupante para la comunidad científica internacional, es que los incrementos de temperatura se trasladan a zonas vulnerables del planeta Tierra.
El ejemplo más claro es el Ártico, donde Groenlandia ha perdido ya 160 mil millones de toneladas de superficie de hielo, lo equivalente a 64 millones de piscinas olímpicas.
“Esto trae implicaciones para la extensión del hielo marino del Ártico, que ahora está casi en su nivel más bajo registrado. El de 2012 había sido el más bajo de todos los tiempos”, informó Claire Nullis.
Ella añadió que, según los registros de su institución, hace un siglo las olas de calor eran de 4° Celsius menos intensas que ahora.
Este incremento se inscribiría directamente en el aumento de la actividad industrial humana.
Según la organización World Weather Attribution, hace un siglo las olas de calor eran fenómenos aislados que sucedían cada 30 años, mientras que en la actualidad ocurren anualmente, incrementando su impacto sobre los distintos ecosistemas.
Otro de los espacios globales afectados, y de manera muy visible, son los arrecifes de coral de Australia, donde el aumento de la temperatura ha generado el preocupante blanqueamiento de corales.
El aumento de la temperatura de las aguas en las costas australianas afectó la coloración de los corales y, como consecuencia, elevó la mortandad de las tortugas, especie más popular en este ecosistema.
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