Por Emilio Godoy
IPS, 10 de enero, 2019.- “No pude sembrar la milpa en mayo, porque llovió antes. Perdí todo”, lamentó el indígena maya Marcos Canté al contar los estragos que el cambio climático ocasiona en este municipio de la costa caribeña de México.
El fenómeno, causado por las actividades humanas relacionadas especialmente con la quema de combustibles fósiles, ha alterado las prácticas ancestrales indígenas que vaticinan el tiempo de sequía y de lluvia para trabajar la tierra para la milpa, el cultivo conjunto de maíz, calabaza, frijol y chile (ají o pimiento), tradicional desde el centro de México hasta el norte de Nicaragua.
Ello mismo ha variado la práctica de “roza, tumba y quema”, como se denomina localmente la remoción de vegetación en un terreno, su incineración y la preparación para la siembra.
Canté, representante de la cooperativa ecoturística Xyaat (un tipo de palma, en lengua maya), aseguró en diálogo con IPS que “el cambio climático afecta mucho, el clima va cambiando demasiado. La agricultura ya no da”. Mientras, se prepara para la nueva temporada de siembra, con la esperanza de que el cielo llore y riegue los surcos.
El productor maya vive en el ejido Señor, parte de este municipio, Felipe Carrillo Puerto (FCP), en el sudoriental estado de Quintana Roo. En Señor viven unos 450 ejidatarios, bajo este sistema tradicional azteca de tierras de explotación colectiva que pueden venderse.
Este estado y sus vecinos Campeche y Yucatán componen la península de Yucatán y son altamente vulnerables a las secuelas del cambio climático, así como los estados de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, contiguos al Golfo de México que, con el mar Caribe, forman parte de la costa atlántica mexicana.
Entre esas consecuencias aparecen el aumento de la temperatura, huracanes y tormentas más intensas y frecuentes, la subida del nivel del mar por el derretimiento del océano Ártico, sequías y pérdida de biodiversidad.
La península de Yucatán está poblada por 4,5 millones de habitantes, en un país con una población de 129 millones, y suma 151.515 kilómetros cuadrados y una costa caribeña de1.766 kilómetros cuadrados.
Además, esta región peninsular padece la mayor tasa de deforestación en el país, sin que los subsidios gubernamentales haya revertido esa condición, según el informe “Subsidios forestales sin rumbo”, divulgado en diciembre por el no gubernamental Consejo Civil Mexicano para la Agricultura Sostenible.
La península alberga el macizo selvático más importante de América Latina, después de la Amazonia, y un área clave en la conservación de la riqueza natural en México, que ocupa el puesto 12 entre los países más megadiversos del planeta.
La indígena María Eugenia Yam, también residente en FCP, un municipio de 81.000 habitantes, coincidió con Canté en resaltar a IPS con preocupación que “las lluvias ya no son las de antes y la milpa ya no da”.
Yam, empleada de la cooperativa Síijil Noh Há (donde brota el agua, en maya), propiedad del ejido Felipe Carrillo Puerto, en el municipio homónimo, lamentó que la producción agrícola esté decayendo, en detrimento de los campesinos de la zona que también siembran yuca y cultivan miel.
Un sendero en la reserva comunitaria de Síijil Noh Há (donde nace el agua, en maya), en Felipe Carrillo Puerto, en el sudoriental estado de Quintana Roo, parte de la península de Yucatán, en México. La conservación de la selva es una medida de adaptación al cambio climático, pues contribuye a mantener la temperatura y contiene los embates de los huracanes. Crédito: Emilio Godoy/IPS
Los tres estados de la península aportan una cuota baja de emisiones, donde el mayor contaminador es Campeche, con 14,5 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI), responsables del recalentamiento planetario. Le sigue Yucatán (10,9 millones) y Quintana Roo (3,48 millones), según las últimas mediciones realizadas por cada una de sus gobernaciones.
En 2016, México emitió a la atmósfera 446,7 millones de toneladas netas de GEI, estableció el estatal Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
Dentro de la península, el estado de Yucatán cuenta con 17 alcaldías vulnerables al cambio climático, Campeche, 10, y Quintana Roo, tres, entre ellas la de FCP. En total, 480 municipios mexicanos están especialmente expuestos al fenómeno, de los 2.457 en que se divide el país, según un informe del INECC.
En Campeche, el Programa Estatal de Acción ante el Cambio Climático 2030 presagia un incremento de entre 2,5 y cuatro grados centígrados entre 1961 y 2099, con impactos sobre las comunidades, las actividades económicas y la riqueza natural.
Asimismo, el estudio de 2012 “Impactos del incremento en el nivel medio del mar en la zona costera del Estado de Campeche, México”, elaborado por el Banco Mundial y el gobierno estadal, alerta de que la vulnerabilidad por la subida del nivel del mar afecta a 440.000 personas, más de la mitad de la población local- están bajo vulnerabilidad por la subida del nivel del mar.
“El cambio climático incrementará la inundación y erosión costera en un futuro” y se producirá una vigorización en la probabilidad de mareas por tormenta extremas sobre las costas, según el análisis, que predice una crecida de la línea de agua de 0,1 a 0,5 metros en 2030 y de 0,34 a un metro en 2100.
En Quintana Roo, la lluvia anual será cada vez más irregular. El periodo de precipitaciones se acortará entre 5 y 10 por ciento en 2020, mientras que oscilará entre un aumento de 10 por ciento y una caída de 20 por ciento en 2080. Además, la temperatura se calentará entre 0,8 y 1,2 grados centígrados en 2020 y entre 1,5 y 2,5 grados en 2080.
En el estado de Yucatán enfrenta un panorama similar, con un caldeamiento de la temperatura anual de entre 0,5 y 0,8 grados para el período 2010-2039. Las precipitaciones anuales alternarán caídas de hasta casi 15 por ciento y ascensos de uno por ciento en ese lapso.
Si bien los tres estados cuentan con instrumentos para contraponerse al fenómeno, como leyes de cambio climático –a excepción de Campeche-, programas especiales e incluso un plan regional, la perspectiva difiere en el plano local, pues muchos municipios carecen de esas medidas.
La Estrategia de Cambio Climático de la Península de Yucatán, elaborada por los tres gobiernos estadales, aspira a desarrollar una estrategia regional de adaptación, la ejecución del programa regional de reducción de emisiones provenientes de la deforestación y la degradación del bosque, así como la creación del fondo climático.
El plan busca reducir las emisiones de esta región en 20 por ciento en 2018 y en 40 por ciento en 2030, con base en los niveles de 2005.
La región lanzó en septiembre de 2017 el Fondo Climático de la Península de Yucatán, pero apenas empieza a operar.
Hasta ahora, el escrutinio de las acciones aplicadas resulta complejo.
La “Evaluación estratégica del avance subnacional de la política nacional de cambio climático”, publicada por el INECC en noviembre y que indagó en tres municipios de la península, concluyó que las autoridades estadales y municipales reportan múltiples acciones de adaptación, pero sin acreditar cómo se abate la vulnerabilidad.
Por ello, considera “necesidad urgente” la creación y fomento de capacidades para enfrentar el cambio climático.
“Tenemos que hacer todo más sostenible, pero es un esfuerzo local. Si los que gobiernan y toman decisiones tuvieran más conciencia, lo lograríamos”, planteó Canté.
Por su parte, Yan propuso reforestar, reducir la generación de basura, conservar la biodiversidad y educar a la niñez sobre la importancia del cuidado ambiental. “Mantener la selva es una buena medida de adaptación. Pero los municipios deben tener programas climáticos y nombrar a funcionarios que sepan” del tema, sugirió.
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Edición: Estrella Gutiérrez