En momentos en que se discute el dictamen de una nueva Ley Orgánica para la exploración y explotación de Hidrocarburos convencionales y no convencionales, debemos conocer los impactos desastrosos y la secuela de daños a la vida, salud, ambiente y clima que genera el fracking, una técnica para extraer hidrocarburos que se pretende ampliar y reforzar en el Perú. Compartimos las reflexiones de Jesús Castro:
Fracking en el Perú y el medio ambiente
Por Jesús Castro*
21 de noviembre, 2018.- Es innegable que el Perú como nación necesita de inversiones que generen trabajo, mejoren la calidad de vida y propicien el bienestar de todos los peruanos. ¿Pero a qué costo?
La exploración y explotación de hidrocarburos no convencionales generan puestos de trabajo temporales y permanentes, mientras que el gas y el petróleo generan ingentes ganancias. Por esto es defendido por las empresas y apoyados por muchos gobiernos.
Pero también es innegable la presencia de peligros ambientales, riesgos para la salud y vulneración de la seguridad de los entornos en los que dichas operaciones se desarrollan, así como el irrespeto de los derechos de los pueblos y sus territorios.
Más aún, si se pretende limitar los acuerdos internacionales en cuanto a normas ambientales así como el actuar fiscalizador de los organismos del estado creados para tal fin.
Como ya es de conocimiento público hemos estado conviviendo por más de seis décadas con la fractura hidráulica también llamada estimulación hidráulica o hidrofracturación y reconocida internacionalmente bajo el término de fracking, y algo más de cuatro décadas en el lote 192, en el que ha dejado algo más de 1,100 huellas que deben ser tratadas para su recuperación si es que la hubiere. Y si no, habría que buscar qué tipo de compensación por parte del estado o del sector privado se debería desarrollar.
Y es que el fracking es una técnica que supone riesgos añadidos como la contaminación de acuíferos con los fluidos de la fracturación y con los hidrocarburos de las arenas compactas (tight sands) como los de la roca madre (shale). Existe también el riesgo de que un pozo se conecte con otro antiguo mal sellado y que el hidrocarburo se filtre a un acuífero o a la superficie.
Durante el proceso de perforación y fracturación se utilizan compuestos volátiles como aditivos. Muchos de estos elementos pasan a la atmósfera, también en la fase de producción.
El hidrocarburo no convencional está formado en gran parte por metano, que es un gas de efecto invernadero más potente que el CO2. Según opinión de la comunidad científica internacional es 23 veces más potente.
Cualquier escape en fase de perforación, fracturación o producción es más nocivo que los gases que se generan después en su combustión. Los hidrocarburos no convencionales suponen un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero de entre un 30% y un 100% comparado con el carbón.
Cualquier escape en fase de perforación, fracturación o producción es más nocivo que los gases que se generan después en su combustión. Los hidrocarburos no convencionales suponen un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero de entre un 30% y un 100% comparado con el carbón.
En relación al riesgo químico que supone el empleo de aditivos, existe el riesgo de accidente en el transporte y almacenamiento de los aditivos hasta el pozo, ya que se deben emplear 4.000 toneladas de productos químicos. A esto le sumamos que también se genera contaminación acústica, inseguridad fluvial, aérea y emisiones de gases de efecto invernadero.
Otro problema gravitante es la ocupación del terreno. Es necesario realizar un gran número de pozos para aprovechar los recursos, por lo que se necesita de 1,5 a 3,5 plataformas por km2, con una ocupación de 2 hectáreas por cada una.
El impacto visual de esta acumulación de sondeos es muy grande. Además, esta técnica conlleva movimientos de tierra, destrucción del hábitat, y creación de balsas de superficie de lodos tóxicos.
esta técnica conlleva movimientos de tierra, destrucción del hábitat, y creación de balsas de superficie de lodos tóxicos.
Además de estos problemas de riesgos ambientales comprobados, a nivel internacional se han dado casos de cáncer, problemas respiratorios, daños cerebrales, desórdenes neurológicos e hipersensibilidad a químicos, debido principalmente a la contaminación del agua y del aire.
Estos riesgos sanitarios afectan a las personas que viven alrededor de estas explotaciones y también a las personas que trabajan en ellas.
Ello ocurre porque el fluido residual dejado por el proceso de fractura hidráulica se deposita en fosas a cielo abierto para que se evapore, lo que libera peligrosos compuestos orgánicos volátiles a la atmósfera, contaminando el aire, generando lluvia ácida y aumentando los índices de ozono a nivel del suelo.
La exposición a partículas de sulfuro de hidrógeno e hidrocarburos volátiles puede provocar problemas de salud, como asma, dolores de cabeza, presión arterial alta, anemia, ataques al corazón y cáncer y puede tener un efecto perjudicial sobre los sistemas inmunológico y reproductivo, así como en el desarrollo embrionario.
Estudios de la Universidad John Hopkins, encontraron evidencias que las poblaciones que habitan de manera cercana a los sitios en donde se desarrollan operaciones de fractura hidráulica, en general tienen una concentración de radón un 39 % más alta, que aquellos ubicados en áreas sin fracking.
El radón (la segunda causa mundial de cáncer de pulmón después del tabaquismo) es un gas radiactivo natural, inodoro, insípido, invisible y soluble, por lo que algunos restos disueltos pueden aparecer en los pozos de agua y en las napas subterráneas y otros dispersarse por el aire.
Además de agua y productos químicos tóxicos, el fracking requiere el uso de arena silícea, llamada frac, que ha impulsado el auge de la extracción y molienda de la misma, en muchos puntos del planeta, y particularmente del territorio peruano.
Estas pequeñas partículas de sílice pueden dificultar la respiración y causar irritación respiratoria, tos, obstrucción de las vías y una mala función pulmonar, pero la exposición crónica o a largo plazo puede provocar inflamación pulmonar, bronquitis, enfisemas y una enfermedad grave conocida como silicosis, una forma de fibrosis pulmonar.
Está fehacientemente comprobado que el aumento de dicha actividad coincide con la inyección de aguas residuales en pozos diseñados y aprobados para este fin. Tras años de incertidumbres, muchos gobiernos han acabado por darle la razón a los científicos.
Por último y no menos importante, en el Perú se, ésta discutiendo la aprobación de una Ley Orgánica para la exploración y explotación de Hidrocarburos convencionales y no convencionales, en el que se pretende reducir la participación de los diferentes actores y fiscalizadores sectoriales del estado a través de una ventanilla única.
También intenta reducir el pago de regalías, como si las actuales operaciones fueran a generar otras nuevas, cuando sabemos que son las mismas con la diferencia que su plazo de cierre se ha ampliado a una década más de extracción.
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*Jesús Castro es Director Ejecutivo ECODESS y miembro asociado de la Alianza Latinoamericana Frente al Fracking (ALFF).
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— Servindi (@Servindi) 17 de noviembre de 2018